Opinión

Con los judíos hacían lo mismo

Cuando la violencia se apropia de la sociedad, la democracia queda aniquilada. Es justamente lo que pretenden los independentistas con su golpe de Estado: imponer la ilegalidad a base de terror y caos en las calles. Subvertir la legalidad vigente y tratar de romper el Estado de Derecho que nos cobija. El último ejemplo es el ataque que ha sufrido el líder del Partido Popular en Cataluña, Xavier García Albiol. Los Mossos han tenido que escoltarlo a la salida de la sede de su partido para evitar que se lanzaran sobre él los acémilas que le gritaban «¡Fascista!», «¡Cabrón!», «¡Hijo de puta!» y «¡Terrorista!». Debe ser esa la idea de «libertad» y «tolerancia» que tanto cacarea Carles Puigdemont. El tipo de «concentraciones pacíficas» que defienden en Podemos. 

Lo que ha sucedido este jueves en Sant Cugat recuerda a algunas de las páginas más aciagas de la historia. Hace 80 años, matones con insignias nazis hacían lo mismo en las tiendas de los judíos. Perseguían por toda Europa a todo aquel que pensaba diferente, que se atrevía a disentir o, simplemente, que no participaba de la represión y la barbarie o pertenecía a otro grupo social. Entonces, en nombre de la sinrazón y el delirio político se cometieron las mayores aberraciones imaginables y el inicio fue muy parecido a este tipo de intimidación exacerbada que han tenido que padecer Albiol y sus compañeros del PP. Da miedo pensar qué hubiera pasado si los agentes policiales no hubieran estado allí. 

Desgraciadamente, este acoso no es nuevo. Bajo la pátina de victimismo con la que los secesionistas tratan de excusar sus acciones, subyace una realidad violenta sustentada por esa kale borroka de nuevo cuño que, heredera de los años más grises del País Vasco e inspirada en el «compañero» Otegi, tratan de imponer los cachorros radicales de la CUP y Arran. Ya vimos cómo los radicales rodearon la Consejería de Economía el pasado 20 de septiembre espoleados por Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, cabecillas de Òmnium Cultural y la ANC. Anticipo de lo que vendría después durante el 1 de octubre y de lo que hemos vivido este jueves: violencia extrema para tratar de imponer una ilegalidad. Cataluña cada día se parece más a un Estado totalitario. Esperemos que el Gobierno ponga freno a este dislate.