El humor desquicia a los supremacistas
Tabarnia se ha convertido en el mayor dolor de cabeza de los independentistas catalanes. A veces sólo se necesita una buena dosis de humor para doblegar la sinrazón de los que actúan fuera de la ley. Roberto Benigni decía en ‘La vida es bella’ que «no hay nada más necesario que lo superfluo». Si aquella película denunciaba el holocausto nazi con una originalidad encomiable, otro histrión genial, en este caso Albert Boadella, ha conseguido que lo que nació como una chanza acabe convertido en un movimiento cívico de primer orden contra las veleidades independentistas. El talento de Boadella, Tomás Guasch o Miguel Martínez ha desnudado todas las carencias secesionistas mediante una «bufonada» —en el mejor sentido de la palabra— que se han convertido en una referencia inexcusable del constitucionalismo en Cataluña.
El ridículo es el mejor antídoto para desnudar el ridículo. Los impulsores de la falsa república catalana han dado sobrados motivos para que el humor sea la mejor respuesta ante la constante ilegalidad. ¿Quién se puede tomar en serio a un grupo que quiere gobernar Cataluña desde Bruselas? ¿Quién puede aceptar como legítimo a un presidente huido de la justicia? Ante eso, los miembros de Tabarnia han tenido la habilidad de copiar cada uno de los pasos de los separatistas para ser su espejo y así reflejar hasta qué punto cada una de las ocurrencias golpistas sólo podían ser producto de una broma de muy mal gusto. Una broma pesada, por otra parte, que está costándole muy cara a le economía catalana y, por ende, a todos los españoles.
A día de hoy, Tabarnia es mucho más que una ocurrencia humorística, se ha convertido en un punto de encuentro de todos aquéllos que aún creen en una Cataluña regida por la legalidad vigente. En una Cataluña libre de pensamientos atávicos y adoctrinamientos políticos en colegios y medios de comunicación públicos. En una Cataluña, en definitiva, como siempre ha sido desde los Juegos Olímpicos de Barcelona 92: referencia internacional y punto destacado en la cuenca mediterránea. La dimensión social que han adquirido se resume en la manifestación que han convocado en la capital catalana de cara al próximo día 25 de febrero. Una marcha por la unidad de España que es también una marcha por la esperanza de todos los catalanes que creen en la ley. Ante el mal chiste del independentismo, una broma muy seria para volver a situar Cataluña en el lugar que nunca debió perder.
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