Opinión

La estafa piramidal del ‘procés’

  • Xavier Rius
  • Director de Rius TV en YouTube. Trabajó antes en La Vanguardia y en El Mundo. Director de e-notícies durante 23 años.

El vicepresidente y portavoz de Junts, Josep Rius, sin relación de parentesco con el que esto suscribe, compareció el lunes en rueda de prensa y dijo, hasta en seis ocasiones, que había que aprovechar la «debilitad histórica» de Pedro Sánchez para presionar por el «reconocimiento nacional de Cataluña».

La afirmación pasó desapercibida para el resto de colegas, pero a mí me llamó poderosamente la atención. Cosas de la edad. Los de Junts ya no piden la independencia, ni el Estado catalán, ni siquiera un referéndum de autodeterminación.

Hemos vuelto a la casilla de salida. Al preámbulo del Estatut (2005). Cuando hablaban de «realidad nacional». ¿Tanto procés para volver al mismo sitio veinte años después? ¡Cuántos disgustos podrían haberse ahorrado!

Hay que recordar que estos fueron los mismos que prometieron la república catalana a los 18 meses. En efecto, Junts y ERC presentaron la lista de Junts pel Sí el 20 de julio del 2015 en un lugar tan solemne como el Museo de Historia de Cataluña.

En la foto estaban Artur Mas, Oriol Junqueras, Raül Romeva, la fallecida Muriel Casals (1945-2016) —presidenta entonces de Òmnium- y la de la ANC, Carme Forcadell. El propio Romeva, encumbrado a cabeza de lista porque venía de la izquierda, dijo que «vamos a por todas, ya no tenemos margen». Ahora acaba de publicar una novela de corte autobiográfico sobre un nadador de aguas abiertas.

Nos engañaron. Bueno, engañaron a sus votantes porque yo los calé desde el principio. El programa electoral —la hoja de ruta hacia la supuesta independencia— preveía cuatro fases: un gobierno de concentración, el Parlamento declaraba la independencia, elecciones constituyentes, elaboración de la Constitución de la nueva república y el correspondiente referéndum constitucional. Todo ello en 18 meses y acompañado de «un debate ciudadano».

Iban tan sobrados que el calendario empezaba a contar en la misma jornada electoral: el 27 de septiembre del 2015. Convocadas en esa fecha por Artur Mas -¡las anunció en enero!- para aprovechar el tirón de la Diada. Además, iba a ser un paseo militar: las elecciones tenían que ser plebiscitarias.

No se cumplieron ninguno de los requisitos: ni siquiera alcanzaron la mayoría absoluta. De hecho, obtuvieron menos votos de los que habrían alcanzado de ir por separados. O sea que quedaron en manos de los antisistema, la CUP, que empezó a poner palos en la rueda.

El primero: el veto de Mas, el cual dio un paso al lado y cedió su puesto a un personaje de segunda fila como Carles Puigdemont. En realidad, era segundo plato. La primera opción del todavía presidente era su segunda de a bordo, Neus Munté.

Posteriormente, Gabriel Rufián dijo también aquello de que «no hay plan B: 18 meses en el Congreso; ni un día más». Primero en una entrevista en El Nacional, el digital de Pepe Antich, el 9 de diciembre del 2015 y cuatro días después, el 13, en otra en Público: «En 18 meses dejaré mi escaño para regresar a la República Catalana». Diez años después, ahí sigue. Cobrando más de 134.000 euros anuales. Aunque ya se está buscando la vida.

El mismísimo Puigdemont, otro que tal, en su discurso de investidura el 12 de enero del 2016 afirmó que «no nos temblarán las piernas» para, como se sabe, salir huyendo en cuanto el Estado aplicó el 155. Yo no defenderé a Junqueras, pero al menos éste se quedó y dio la cara.

Por eso, todo ello revela que el proceso fue una estafa piramidal, un qué hay de lo mío, un a vivir que son dos días. Una revolución de altos cargos porque todos tenían sueldo público. Querían la independencia, pero gratis total. Sin sacrificios personales. A mí me hacía mucha gracia cuando comparaban a los dirigentes del procés con Gandhi, Mandela o Martin Luther King. Como aquella vez que, estando aún en la cárcel, le organizaron un homenaje a Junqueras en su pueblo de Sant Vicenç dels Horts.

Baste recordar que Gandhi estuvo más de quince veces en la cárcel, Mandela se pasó casi treinta años en la cárcel y Luther King fue asesinado por sus ideas. Aquí teníamos unos héroes de algodón.