Democracia sin ley y ley sin democracia
Hace unos días, Pablo Casado causó mucho revuelo al decir desde la tribuna del Congreso que la Guerra civil española del siglo XX enfrentó a quienes querían la “democracia sin ley”, con los que querían “la ley sin democracia”. Creo que vale la pena analizar la frase:
Como todo el mundo sabe, Casado se hizo políticamente en los años del aguirrismo madrileño. En aquellos felices 2005 causaba furor entre los jóvenes militantes del PP leer a Hayek, a quien Esperanza Aguirre citaba con frecuencia. La frase de la discordia (que algunos atribuyen a la pluma de Miguel Ángel Quintanilla, asesor de Casado), recuerda a ideas de Hayek. En uno de sus grandes libros, The constitution of liberty (conocido en español como Los fundamentos de la libertad), analiza el economista austriaco la diferencia entre democracia y liberalismo. La democracia es el gobierno del pueblo, el liberalismo el sometimiento del poder a límites. Sobre esa diferencia, concluye que puede existir una democracia sin límites o totalitaria, y alerta de que la democracia sin liberalismo termina por no ser tal. El comunismo era y es una de esas formas totalitarias de las que ahora se habla con el adjetivo iliberal. Leyendo a Hayek siempre me pregunté, ¿sería entonces posible una autocracia liberal (es decir, un Estado formal de Derecho en el que el pueblo no decidiera)? La frase de Casado permite pensar que el régimen del 18 de Julio lo fue, al tener “ley sin democracia”. Curioso descubrimiento a estas alturas, que comprendo que cause escándalo en una izquierda que basa su legitimidad reciente sobre la base de que el franquismo no era democracia, pero naturalmente tampoco liberalismo.
La Guerra de los años treinta es un fenómeno demasiado complejo para encerrarlo en una frase. A medida que profundizo en esta parte de la historia, tiendo a pensar que nunca hubo realmente dos bandos (por más que al final hubiera que estar o con los vencedores o con los vencidos). Y es que nadie puede negar la pluralidad del republicanismo, donde había desde partidarios de la democracia liberal hasta comunistas partidarios de la democracia totalitaria, además de anarquistas y otras facciones. Apoyar la legitimidad republicana no necesariamente ha de implicar apoyar el comunismo. Decir que el bando republicano se componía de quienes defienden “la democracia sin ley” resulta injusto con los republicanos liberales. Pero al mismo tiempo es una provocación para los republicanos iliberales, pues su totalitarismo y su vulneración de la ley podrían ser una justificación del alzamiento y tirar por tierra el plus de legitimidad que concede a la izquierda haber sido víctima del franquismo.
Con todo, creo que lo interesante de la polémica frase no está en si sirve para clasificar nuestro pasado. Lo interesante sería juzgar la realidad actual, valorar si la democracia española actual puede considerarse o no liberal dada su limitada separación de poderes o su sometimiento a los partidos, y valorar si algunos de los partidos que hoy compiten son en realidad partidarios de la democracia sin ley. Si se hiciera dicho ejercicio, se obtendrían conclusiones en las que la legitimidad de la derecha ganaría enteros. En el relato actual pesa más la democracia que el liberalismo. Por ello el demócrata totalitario logra acorralar al liberal acusándole de ‘tardofranquista’. Volver a conceptos básicos como la democracia y el liberalismo verdaderos, daría mucho juego para combatir a un PSOE que presumió de haber matado a Montesquieu (sin que conste cambio de postura en este punto). La frase de la discordia crea un marco mental apropiado para liberar a la derecha de los complejos heredados. Atención.
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