Opinión

Los deberes económicos están por hacer

Cuando los crecimientos de nuestra economía han sido algo buenos, como así ha sucedido durante el trienio 2015–2017, no se han hecho los deberes ni las reformas necesarias con que acometer y gestionar la recesión económica ni la tempestad financiera que están por venir justo cuando se cumplen 10 años tras el crack de Lehman Brothers y todo el desastre que se desató.

Ha crecido el PIB y simultáneamente no se ha sabido sacar partido de la coyuntura para podar el déficit público en tanto que la deuda pública sigue cabalgando alocadamente. En suma, al no haber aprovechado los tiempos de bonanza para poner en orden nuestras desgarradas cuentas públicas, ganando músculo fiscal para combatir con políticas contracíclicas las próximas complicaciones que se presenten, el futuro, entre nosotros, se presenta bastante peliagudo.

Gasto dadivoso

Lo precedente tiene que vincularse a esas ansias dadivosas que, a lo que se ve, van a regir en materia de gasto público. Para 2019, con toda probabilidad, su cuantía superará con creces los 504.000 millones de euros, incrementándose con un gasto más emocional y de sello marcadamente incrustándose en la más pura industria política —cuya nómina propende a una oronda obesidad—, que racional, extendiendo por ejemplo la sanidad universal para todo quisque, con un coste adicional estimado superior a los 1.000 millones de euros anuales. Mientras, los grandes profesionales del sistema sanitario catalán sufren con impotencia mucha más carga de trabajo, menos recursos para desarrollar su labor, peores condiciones y con constantes recortes salariales a causa de la errática política de la Generalitat al extremo que muchos de ellos ya se plantean abandonar su tierra en busca de nuevas y mejores compensadas oportunidades profesionales.

La actualización de las pensiones según la inflación, que se está barajando, supone cargarse definitivamente la reforma de 2013 y el sistema de pensiones podrían encaminarse hacia serios riesgos de insuficiencia y a su pronta insostenibilidad. A la postre, ese aumento del gasto público pone en jaque el objetivo de déficit público comprometido con Bruselas y alerta en Frankfurt al BCE que otea complicaciones en cuanto al endeudamiento español. El final del mes de agosto deja otro sabor agridulce: repunta el paro y el empleo amaina. La estacionalidad y la pérdida de turismo afecta al mercado laboral que sigue sumido en una preocupante fragilidad y sometido a una excesiva temporalidad. En cualquier caso, el problema crónico, como siempre insistimos, es el paro estructural que sobrepasa el 15%.

Desasosiego bursátil

Y un último apunte que sumar a la ristra de desasosiegos: la caída de la capitalización de las empresas del Ibex 35. Factores de índole internacional al margen —como esa guerra arancelaria cuyos tambores resuenan en la Casa Blanca, instigada por el inefable Donald Trump, con la diana puesta en China y apuntando a cualquier otro objetivo, que conllevará un parón en el comercio mundial— y sumando el impacto negativo de las inversiones de grandes empresas españolas en países emergentes cuyas crisis se están desencadenando, como es el caso de Argentina, Brasil y Turquía, y cabría añadir que la misma Rusia, las dudas sobre los tics populistas de determinados países del sur de Europa, con Italia y España a la cabeza, apremian retiradas de fondos en nuestra Bolsa ante la incertidumbre tanto política como económica que se palpa.

Hay miedo por parte de los inversores a las subidas generalizadas de impuestos tanto en sociedades, que socavarían sus excedentes cristalizando en menores dividendos y mayor dependencia financiera, como en las personas físicas, constriñendo sus rentas. Al mismo tiempo, se detectan gestos de preocupación por parte de las mismas compañías que cotizan en los mercados bursátiles y la inestabilidad que se cierne sobre el Gobierno al apoyarse, en sus afanes gastadores y presupuestarios, en partidos políticos nacionalistas proclives a fragmentar el Estado y romper con la Constitución y en formaciones marcadamente populistas.