Opinión

Cuevillas y Ridao, ellos sí que saben

La Cámara autonómica catalana ha vivido dos episodios curiosos en los últimos días. Dos juristas, Joan Ridao y Jaume Alonso-Cuevillas, han sido protagonistas, por causas bien diferentes, pero con un trasfondo común: el evitarse futuros embrollos judiciales que pudieran afectar a sus carreras profesionales. Ridao, al que muchos de ustedes recordarán como portavoz de Esquerra en el Congreso, era letrado mayor del Parlament desde julio de 2018, y ha dejado este cargo la semana pasada con la excusa de volver a dar clases en la Universidad de Barcelona.

¿La causa real? Evitarse los líos que la presidenta del Parlament, Laura Borràs, creará en un futuro más o menos inmediato. El deseo de esta dirigente de Junts es utilizar la Cámara autonómica para plantear pulsos judiciales al Estado, jugando al límite, y lo que menos le interesa a Ridao en estos momentos es tener que mojarse demasiado. ¿Por qué? Su nombre suena con fuerza para ser el representante de Esquerra en el Consejo General del Poder Judicial, cuando se logre pactar la renovación de este organismo. Su talante tranquilo y alejado de los maximalismos del sector más radical del secesionismo le convierte en aceptable para el PSOE. Y el no haber estado imputado en ninguna causa relacionada con el procés, en digerible para el PP.

Si Ridao hubiera continuado como letrado mayor del Parlament, hubiera tenido que optar entre seguirle el juego a Borràs, y convertirse en un ariete contra los organismos judiciales, o decidir llevarle la contraria a la presidenta en sus deseos de retorcer las leyes y el reglamento de la Cámara, y entonces convertirse en un traidor para el separatismo. Ambos escenarios ponían en riesgo su salto al CGPJ, así que ha preferido curarse en salud y volver a las aulas mientras se cierra la renovación del organismo rector de los jueces. Tiene el sueldo seguro, dado que tiene plaza en la universidad, y de paso pierde de vista a los enloquecidos diputados de Junts, que cada vez se parecen más a una barra brava de un equipo argentino que a un grupo parlamentario.

Y ya que hablamos de la bancada de Puigdemont, hemos de referirnos a Jaume Alonso-Cuevillas, que gracias a ser el abogado del presidente fugado en Bruselas ha ido encadenando diversos cargos públicos, hasta que hace unas semanas le refugiaron en la mesa del Parlament, cuando él anhelaba cuotas mayores de poder y aspiraba a estar en el Gobierno autonómico. Cuevillas, que es jurista de esos que se las saben todas, ha visto en estas semanas que ha estado como secretario segundo del órgano rector de la Cámara que Laura Borràs está por armar lío, y lo que menos le apetece es que le inhabiliten.

Para quitarse de en medio, Cuevillas hizo una jugada inteligente: en una entrevista soltó unas declaraciones contra las mociones simbólicas en el Parlament contra la monarquía o la Constitución, que es la última moda entre el separatismo más asilvestrado y, como era de esperar, le dijeron que dejara su cargo. Se queda como diputado raso, pero fuera de embrollos jurídicos. En Junts quieren que quien se coma los marrones con los tribunales sea Aurora Madaula, que se convierte en candidata a “exiliada” o inhabilitada cuando ocupe el cargo de Cuevillas. Hay personas que están dispuestas a estar en el banquillo de los acusados, y otros que prefieren ser abogados defensores y cobrar su minuta. Y no se lo reprocho, es lo más inteligente y, de paso, lo más respetuoso con la ley.

En la Cataluña enloquecida de Puigdemont y Aragonès los hay que no están dispuestos a inmolarse llevando a cabos actos con transcendencia jurídica. Hasta ahora casi todos militaban en las filas de Esquerra. Gracias a Cuevillas comienzan a aparecer también en las de Junts.