El control de El Prat, el penúltimo regalo de Sánchez al separatismo
Más cesiones: Pedro Sánchez se plantea ceder el control del aeropuerto de El Prat, actualmente gestionado por la empresa pública española Aena, a la Generalitat de Cataluña. Ha sido una de las grandes exigencias del separatismo. Aena es una empresa cotizada en el mercado y con un puesto destacado en el IBEX 35, de modo que la cesión al independentismo tendría funestas consecuencias económicas, pero a Sánchez, con tal de mantenerse en el poder, los argumentos financieros le importan lo mismo que le importaba a la diputada de ERC Montse Bassa la gobernabilidad de España: un pepino.
El jefe del Ejecutivo quiere un giro en Aena –el gestor público de los aeropuertos españoles– que depende del ministro de Transportes, José Luis Ábalos. Tres consejeros serán renovados en breve y Sánchez pretende que su influencia sea decisiva para favorecer sus objetivos de negociación con los separatistas. El hecho de que la Generalitat de Cataluña controlara El Prat provocaría el fraccionamiento en la coordinación de los aeropuertos españoles, pero alguien dispuesto a romper la unidad nacional no ve demasiados inconvenientes en romper la unidad de gestión aeroportuaria.
A nadie se le escapa que la petición separatista esconde todo un plan de promoción internacional incalculablemente más eficaz que las polémicas embajadas catalanas en el exterior, toda vez que El Prat es una de las grandes puertas de llegada de turistas y viajeros extranjeros a España. Los sediciosos pretenden convertir el aeropuerto barcelonés en el gran escaparate de la «república catalana». Se trataría, en suma, de llenarlo de simbología separatista para que nadie de los que entre en España por ese aeropuerto pudiera pensar que realmente está pisando territorio español. Si a eso le añadimos el hecho de que El Prat es una de las infraestructuras más importantes de Cataluña, su control supondría un paso fundamental hacia la concepción, al menos en apariencia, de un Estado de facto.
Sánchez está por la labor. Su permanencia en La Moncloa depende de su grado de sometimiento al separatismo. Y dado que los independentistas saben de la debilidad del presidente del Gobierno, El Prat podría ser su penúltimo regalo para mantenerse en el poder.
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