Opinión

Ciudadanos nos tendrá en un ¡ay!

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Si no al tiempo. Sánchez, digan lo que digan el gran perdedor del
domingo, ya ha empezado a emponzoñar el campo de juego con sesgadas
ofertas a Ciudadanos. Está por ver que Rivera las resista. Por lo pronto,
convendría que despejara las dos grandes incógnitas que ahora mismo se
ciernen sobre las nuevas gobernaciones autonómicas y municipales. La
primera, muy general, es por quién se decidirá el líder naranja en los
territorios más comprometidos, por ejemplo, desde luego, en Castilla y
León. La segunda, de vital importancia, es el precio que pondrá al PP en
Madrid. En la madrugada del lunes, apenas cerrados los datos electorales,
un personaje muy afecto a la causa de Rivera me confesaba textualmente:
Lo lógico, lo que deberíamos exigir es la Presidencia de la Comunidad
de Madrid” y añadía: “Un pacto más o menos parecido al que suscribieron
hace muchos años el PP y el CDS y que colocó a Rodríguez Sahagún en la
Alcaldía”. Tuve que recordarle a mi interlocutor, bastante analfabeto en
historia política, que aquel pacto significó una bofetada para el PP que se
quedó sin la Plaza de la Villa (entonces sede municipal) y también sin la
Comunidad donde el socialista crítico, Joaquín Leguina, resistió con
singular el denuedo, gracias a la compra de un diputado que atendía del
castizamente por “El espadón de Algete”. Sería estúpido que el PP
reeditara aquel bodrio.

Pero seguro que Rivera está en poner cara, muy cara la doble
Presidencia del PP. Los primeros análisis que han hecho los dirigentes de
Ciudadanos abonan la teoría de que no se dan por vencidos ni mucho en
la disputa de la primogenitura del centro derecha español. El mismo
interlocutor me aseguraba también que “el tiempo corre a nuestro favor y
que más pronto que tarde pondremos al PP al borde mismo de la
desaparición”. Una interpretación tan voluntarista de la realidad es
comprensible en un partido que aspiraba hace un mes y este mismo
domingo a darle por fin la vuelta a la tortilla y situarse para siempre como
primera fuerza en el espacio ideológico en el que aún domina el Partido
Popular. No van a ser días fáciles en la negociación tripartita que tiene que dirigir, porque es el partido más votado, el grupo de Pablo Casado. Si
ahora mismo se le pregunta a algún responsable directo de Ciudadanos
algo tan simple como esto: “¿Vais a pactar en algún lugar con el PSOE?”,
contestará rápidamente lo siguiente: “A ver qué deciden los jefes”.
Ateniéndonos a esta improvisada declaración lo más sensato es no dar por
descontado el acuerdo de Ciudadanos con el PP como en la noche
electoral se daba por asegurado. En todo caso la posición política de
Rivera es bastante más complicada de lo que él mismo puede suponer.
Porque, vamos a ver: ¿cómo asentará en el Parlamento Nacional si pacta
con el PSOE, su radical oposición, la que él mismo ha anunciado y
confirmado repetidamente, a Sánchez y a todo los que significa ese PSOE
extremista que se entiende con lo peor de cada casa? ¿Cómo puede
hacerlo mientras en ayuntamientos de primera y alguna comunidad le
soba el lomo a los socialistas y les deja mandar unos cuantos años más?
No se entendería de ningún modo.

Lo que ha surgido de las urnas el pasado domingo se puede concretar
en cuatro constancias: la primera, el PSOE, es verdad, ha ganado en votos,
pero no ha conquistado nada que ya no tuviera y ha perdido encima
poder; la segunda, el PP, al borde del KO, puede asentar la misma
representación que hace cuatro años al tiempo que ha vencido en Madrid;
la tercera, Ciudadanos, sigue subiendo pero no ha desbancado al PP y
tiene escasas posibilidades de quedarse con alguna Administración; la
cuarta, Podemos se ha pegado un batacazo mortal e Iglesias parece estar
al final de su camino, como no sea que un generoso Sánchez le ceda
alguna dádiva para seguir en la pomada. Esta es la fotografía de un
domingo que alumbra además otra gran incógnita: cómo se comportará el
PSOE en Navarra. Y ahí las noticias son malas porque el botarate que tiene
Sánchez en el Viejo reino al mando de las huestes socialistas, Santos
Cerdán, y la secretaría general de la Organización, María Chivite, otra
sectaria y bodoque, no tienen la menor intención de ceder al poder a
Navarra Suma, la coalición que ha ganado. Este par de insensatos prefiere
aliarse con la canalla independentista de Geroa Bai, el PNV navarro, y
filoterrorista de Bildu, que unirse al constitucionalismo. Sánchez avala esa
estrategia, primero porque de Navarra no conoce ni los espárragos y,
segundo, porque necesita al PNV para seguir en La Moncloa. A Sánchez
hay que darle por pedido; estaría bien que Ciudadanos no se pierda con él.
Por ahora nos tiene efectivamente en un ¡ay!