Los Ciudad de Palma nacieron bilingües en los años 50
Desde que el pasado 7 de agosto se convocaron los Premios Ciudad de Palma no han cesado las críticas al incorporar el castellano, en novela y poesía, idioma que permanecía desterrado –una vez más- desde el 2015, con la llegada de un Pacte de Progrés ya completamente radicalizado. Lo de, una vez más, viene a cuento porque todos los gobiernos municipales de izquierdas que ha conocido Palma desde las elecciones de 1979, primeras en democracia, han actuado de igual manera: silenciar el castellano.
El primero en hacerlo fue precisamente Ramon Aguiló y han seguido la misma senda Aina Calvo y José Hila. Incluso el conservador Joan Fageda que era natural de Girona, introductor asimismo de los castellers. Aunque en su caso la cosa pintaba más de anticiparse a las debilidades de Rajoy.
El resto de alcaldes del PP han reivindicado el bilingüismo, no por razón de ideología precisamente, sino en cumplimiento del bilingüismo consagrado tanto en la Constitución del 78 como en el Estatut d’Autonomia de 1983.
El diario Ara sentenciaba que se devolvía los Premios Ciudad de Palma «a los años más oscuros de la historia reciente de las Islas Baleares»; imagino que con intención de señalar al centroderecha (PP) como el inductor de los años más oscuros una vez recuperada la democracia. Precisamente, a eso se viene empleando a fondo la izquierda y el separatismo los últimos 44 años.
Resulta muy curioso, sigo citando al diario Ara, señalar esta decisión como «marcadamente arbitraria, ideológica e inadmisible». Lo repito para que no quepan dudas: «Marcadamente arbitraria, ideológica e inadmisible». Pero es tan rematadamente boba esta gente, o sea, «falta de entendimiento o de razón» –la RAE-, que a renglón seguido se les escapa negro sobre blanco lo siguiente: «De esta manera se cumple el compromiso anunciado por el PP, de recuperar estos premios en formato bilingüe en 1955 hasta que en 1979, autogobierno (sic), se establecieron solo en catalán».
Se agradece, al menos, reconocer que los Premios Ciudad de Palma ya eran bilingües desde su nacimiento en 1955, que si no recuerdo mal es una fecha en plena dictadura franquista. ¡Cómo! ¿Bilingüismo consentido, en tiempos de Franco? Por cierto, el año 1969, que también seguía vigente la dictadura, siendo estudiante de preuniversitario escuché en un aula cantar en catalán a Lluís Llach, Maria del Mar Bonet y Quico Pi de la Serra. Anyway.
Nótese en el texto del diario Ara, que cito, el siguiente trampantojo: «Hasta que en 1979, autogobierno, se establecieron solo en catalán». Les explicaré a esta manada de intransigentes que, trampantojo es «trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciendo ver lo que no es», según la RAE. Colocar en medio de la frase la palabra autogobierno viene a subrayar la intención que subyace: entender el autogobierno como algo excluyente y por lo tanto que no acepta discusión posible, porque la única verdad revelada es la suya.
No deja de ser una gran ironía que la dictadura franquista aceptase premios en modalidades bilingües, mientras a los pancat, tan democráticos ellos, les produce descomposición intestinal severa el hecho simple de respetarlos. Y nótese la diferencia entre los gobiernos de Cort, cuando son de izquierdas y cuando lo son del centroderecha. Los primeros han borrado del mapa el uso del castellano, mientras los segundos han sido siempre respetuosos con el catalán, tratándolo en igualdad de condiciones, incluso en dote económica.
También el presidente de la asociación de escritores en lengua catalana, el joven de 30 años Sebastià Portell, días pasados en entrevista publicada en un diario local entraba en el polémico asunto como elefante en cacharrería. Entiéndase polémico asunto, según la izquierda y los separatistas, puesto que el resto de los mortales anda bastante ocupado en llegar a fin de mes.
Portell asegura que la entrada del castellano acabará con el prestigio de los Premios Ciudad de Palma. Vamos a ver. El prestigio jamás ha volado alto en los 68 años de historia de los Premios Ciudad de Palma. Tal vez en los 60 gozaron de un discreto esplendor. Poco más. Lo que sí es cierto es que desde 1979 las ediciones monolingües no se han visto comprometidas por las estadísticas que pudieran compararles con la modalidad en castellano, en lo referido a número de participantes, incluso calidad de los trabajos.
Los Premios Ciudad de Palma llevan unas cuantas décadas desmantelando o reponiendo su espíritu fundacional, al menos en lo referido a modalidad literaria. Los últimos ocho años, coincidiendo con el peor Pacte de Progrés simplemente, se han convertido en otro de los juegos favoritos de la OCB y allegados para escenificar sus aquelarres en pro de la autodeterminación, y así no hay autor de renombre que desee participar en ellos. Lo llamaremos el equivalente a la inseguridad jurídica que ha venido provocando el Pacte sistemáticamente.
Mis queridos bobos, los Ciudad de Palma nacieron, sí, bilingües en los años 50. Su esplendor dependerá siempre de quienes sean los ganadores, su conocimiento y reconocimiento tanto en castellano como en catalán. De lo contrario no dejarán de ser otro chiringuito en manos de la izquierda o un coñazo que debe organizarse, en manos del centroderecha.
Pero ni unos ni otros se han llegado a plantear que tal vez estos premios sí puedan convertirse en una carta de presentación de nuestra ciudad y más cuando se persigue la capitalidad turística y cultural del Mediterráneo.
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