Opinión

Cifuentes y su mano derecha destrozan al PP

La aún presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y su mano derecha y jefa de Gabinete, Marisa González, son una rémora para el Partido Popular. Este viernes comienza en Sevilla el congreso nacional de la formación y el contexto es crítico debido al comportamiento de ambas. Lo que iba a ser un cónclave para cerrar filas en torno a los innegables logros gestores del partido se ha convertido en una cita manchada por la sucesión de sospechas e irregularidades que acompañan a la regidora madrileña. Tanto ella como Marisa González, persona de su máxima confianza, no han podido manejar peor todo lo concerniente al asunto del máster. Lejos de mostrar alguna prueba concluyente que denote limpieza en todo el proceso, el tema se ha enmarañado hasta el punto de que, incluso, la presidenta del tribunal que puntuó con un 7,5 a la presidenta regional dice que ella no firmó el acta. Por lo tanto, habría una falsificación de documento público. Delito que podría acarrear penas de hasta seis años de cárcel y que ya está en manos de la Fiscalía.

Cifuentes cogió las riendas del Partido Popular de Madrid anunciando «un tiempo nuevo» donde habría «tolerancia cero ante cualquier irregularidad». Palabras que ahora valen menos que el papel mojado y que, estrategia de Marisa González mediante, se han demostrado como una táctica política de mucho efecto, pero nula realidad. Así lo demuestran también las exclusivas de OKDIARIO, que han puesto negro sobre blanco cómo el marido de la regidora autonómica compartió negocios con la familia Molpeceres cuando Cristina Cifuentes ya era una diputada experimentada dentro de la Asamblea de Madrid. El clan empresarial de los Molpeceres ha aparecido en tramas como Púnica, Lezo, Bárcenas y Gürtel. Resulta ética y legalmente cuestionable que el cónyuge de un cargo público tuviera ese tipo de relaciones profesionales. Más, si cabe, cuando éstos tenían vínculos muy estrechos con las administraciones locales y regionales del PP del Madrid.

La formación de Génova 13 aún está a tiempo de solventar de manera satisfactoria este problema. No obstante, necesita hacer una profunda regeneración que empieza, de manera insoslayable, por prescindir tanto de Cristina Cifuentes como de Marisa González al frente del PP madrileño. Cuanto más tiempo permanezcan con el timón del partido entre las manos, más daño harán a un bastión indispensable para cualquier formación política. Más aún ahora que Ciudadanos aprieta en todas las encuestas y en alguna ya los sobrepasan. En la política española, perder Madrid significa perder La Moncloa con casi toda probabilidad. El Partido Popular ha hecho suficientes méritos económicos y laborales como para demostrar que tienen un proyecto de futuro para España, de ahí que perderlo por mantener a Cifuentes y González resultaría incomprensible. La dirección nacional debe actuar con diligencia. En primer lugar, y a tenor de los hechos acaecidos en las últimas horas, Cifuentes no debe si quiera aparecer por Sevilla. De lo contrario, flaco favor se harán a sí mismos. Después, la dimisión es inevitable.