La actriz y los presos etarras

Debo confesar y confieso que jamás he visto nada de la teórica actriz que responde por el nombre de Itziar Ituño, incluso desconocía que hubiera una profesional de la escena de tal nombre.

Tampoco hace falta para intuir de forma inmediata que se trata de una de esas cómicas que predica una cosa y se conduce en su vida diaria de forma totalmente distinta. Cobrar de Iberia (hasta ahora española) y de BMW para luego apoyar causas en favor de asesinos convictos y confesos tampoco es nuevo por estos lares. Es decir, aprovechar una teórica popularidad y dar cobertura política a los verdugos que dejaron centenares de víctimas en las cunetas. Es algo que ni se le ocurriría a Angelina Jolie, y ésta son palabras mayores en esa profesión, frente a una inerme y ahora asustada Ituño que anda pidiendo árnica a todo quisque, invocando una libertad de expresión que tiene sus límites entre la barbarie y la decencia. Una teórica actriz y activista en favor de terroristas que toma partido por éstos. Está en su derecho, naturalmente, y el resto también está en su derecho de recordar a la señora que ha escogido el camino de las sombras y tinieblas asesinas.

Yo podría explicar a la susodicha, si ella tuviera capacidad para discernir entre el bien y el mal, quién y quiénes fueron víctimas (familias enteras, niños, mujeres, personas de bien) de esos asesinos que ahora ella defiende; quiero creer que lo ha hecho por ignorancia y no por maldad. Más de 150.000 vascos tuvieron que escoger el camino del éxodo, abandonar su tierra, sencillamente porque no quisieron someterse al  chantaje inmisericorde de una banda cuyos únicos argumentos fueron el tiro en la nuca, las bombas-lapas, el asesinato de todas las libertades y la imposición del fascismo en estado puro.

Si supiera dónde remitirlo, le haría llegar más de una docena de libros y unas cuantas películas que relatan lo que ocurrió durante más de medio siglo en el País Vasco (España). Con observar quienes han salido en su apoyo, está todo escrito.