La calle acorrala a Pedro Sánchez
Produce asombro y vergüenza oír a determinados dirigentes de la izquierda, especialmente aquellos del Partido Comunista, rasgarse las vestiduras porque miles y miles de ciudadanos españoles estén reaccionando pacífica y democráticamente ante la afrenta que representa para ellos que su primer ministro trate de poner el Estado en almoneda.
Escribo de ciudadanos libres y valientes, no de esa minoría de exaltados e infiltrados que son la larga correa de transmisión sanchista para tratar de aguar y desacreditar un ejercicio limpio de protesta ante los desmanes de aquellos que han jurado y prometido defender el Estado democrático.
Dirigentes de la izquierda y ultraizquierda que siempre hicieron de la calle, al más puro estilo leninista, un medio para conseguir el poder se tiran ahora de las canas para poner en sordina una respuesta adecuada a las intenciones personales de un tipo y, de paso, asegurar sus poltronas. Han perdido la dignidad y la vergüenza en beneficio propio y ahora no toleran en modo alguno haber perdido la calle. Estoy pensando, por ejemplo, en Santiago, secretario general del PCE y amigo de todo movimiento internacional violento (siempre que beneficie a los suyos) o en la propia vicepresidenta comunista, Yolanda Díaz. De los dirigentes del PSOE ni hablo, porque no son capaces siquiera de levantar la cabeza.
Sánchez ha calculado mal su jugada con los separatistas. Cuando concedió el indulto a los golpistas del 1-0, la mayor parte del pueblo lo ignoró o fue condescendiente. Ahora, sin embargo, una parte de ese pueblo ha despertado y ha dicho: hasta aquí hemos llegado, oiga. Lo vemos durante este fin de semana con las manifestaciones de protestas convocadas a lo largo y ancho de todo el territorio nacional, Cataluña incluida. Hay que esperar que los infiltrados del maléfico y sospechoso Marlaska no juegue malas pasadas, aunque tampoco sería extraño.
Cuando el pueblo ucraniano en el 2013 se hartó del presidente Viktor Yakunóvic, pro ruso y anti europeo, los valerosos ciudadanos de aquel país con los jóvenes a la cabeza, reunidos en Maidán, la conocida como la europlaza de Kiev, persistieron en su convocatoria y protesta hasta el punto de hacer huir del país con destino a Moscú al cobarde y asesino presidente.
Aquí en España, por motivos diferentes, los ciudadanos persisten en sus concentraciones y parece que las mismas tienen vocación de permanencia. Ya veremos cuánto aguanta Sánchez; aunque, chapoteando en su propio realismo mágico, este hombre fuera de sus casillas es capaz de cualquier cosa. Sus voceros en el canal 24H ya dan alguna pista al respecto.
La izquierda nos quiere mansurrones, sumisos y como ganado lanar.
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