El BCE debe actuar inmediatamente

BCE

El Banco Central Europeo (BCE) no termina de anunciar un cambio en su política monetaria, pese a la inflación elevada que sufrimos. Sabe que tiene que ir retirando los estímulos monetarios, cosa que ha anunciado, pero aplaza la decisión sobre una subida de tipos, cuando la inflación, claramente, ya no es algo tan transitorio. Todavía puede evitarse que se enrosque en la economía y que se mantenga alta durante años, pero, para eso, para poder cumplir con las previsiones del propio BCE de una inflación baja en 2024, tiene que subir tipos de inmediato.

Dicha subida de tipos será dolorosa para la financiación de familias y empresas, cierto, pero, en primer lugar, si la inflación se mantiene alta durante años, las consecuencias para ellos serán mucho peores, por mayor pérdida de poder adquisitivo, pérdida de competitividad, caída de la actividad y destrucción de empleo. En segundo lugar, porque cuanto más tarde se actúe, más duro tendrá que ser el ajuste. De hecho, ahora tiene que ser un ajuste más duro de lo que habría sido necesario si la política monetaria hubiese vuelto hacia la ortodoxia al menos desde la segunda mitad de la década pasada.

En este contexto, la Reserva Federal, por su parte, ya ha subido tipos: 25 puntos básicos hace unas semanas y 50 puntos más esta misma semana, con otras cinco subidas anunciadas para este año. El Banco de Inglaterra también ha subido tipos este año en varias ocasiones. Por eso, adicionalmente, el BCE tiene que incrementarlos también, porque, si no, va a costar mucho más captar recursos para la eurozona, ya que la rentabilidad que se pueda obtener en Estados Unidos será mucho mayor que en la zona euro, con lo que la financiación se irá al otro lado del Atlántico -o al Reino Unido- y eso mermará la actividad y el empleo en la UE.

Hay que recordar que el objetivo único del BCE es mantener la estabilidad de precios y sólo subsidiariamente se encuentra el contribuir al crecimiento económico. Después de tanto estímulo expansivo monetario, nos encontramos con que, por una parte, se mantiene anestesiados a los bancos, gracias al Tiering, al tiempo que les impiden tener un margen de intermediación suficientemente elevado en su operativa tradicional, que limita sus ganancias; y perjudica a los ahorradores, al penalizarse los depósitos.

Paralelamente, ahora mismo vivimos una creciente inflación, que aunque pueda ser transitoria, está siendo más larga de lo previsto y que corre el riesgo de convertirse en estructural. Si no se va retornando a una política monetaria más contractiva, estaremos andando por una senda peligrosa, que desincentiva el ahorro, incentiva el endeudamiento, intenta incentivar, también, la concesión de financiación, con el riesgo añadido de que se rebajen los criterios de exigencia para otorgar dicha financiación y que puede ser una política monetaria poco prudente, que consiga justo los efectos contrarios a los deseados y que, así, pueda provocar una crisis económica superior, como he dicho anteriormente.

Mantener un exceso de liquidez sin fin terminará por empobrecer a la sociedad, tanto por pérdida de poder adquisitivo como por pago de impuestos. Por otra parte, en España incrementará el coste del ya maltrecho sistema de pensiones, ya que, al volver a indexarlo a la inflación, se encarecerá en varios miles de millones de euros al año. Por último, seguirá siendo un incentivo al endeudamiento, que hará que el sector público siga gastando lo que no tiene y que las economías domésticas puedan olvidar que muchas tienen una hipoteca a tipo variable, que subirá en cuanto se retorne a una política monetaria menos expansiva. Por eso, también hay que extremar el cuidado en las medidas fiscales que adopten los gobiernos, máxime en la Unión Europea, cuando las políticas fiscales de los miembros de la zona euro son nacionales y la Política Monetaria es común para todos ellos. De ahí, una vez más, el necesario cumplimiento de todos los países de los criterios de convergencia y de los objetivos de estabilidad presupuestaria en cuanto se supere la situación provocada por la pandemia, que implica no generar gasto estructural, para que no se creen distorsiones no deseadas.

En definitiva, el BCE no puede olvidar su único objetivo, su mandato, que no es otro que la estabilidad de precios. La inflación, en los primeros momentos, se dijo que iba a ser pasajera; después, el BCE reconoció que será transitoria, pero que ese período temporal durará más. Ahora, corremos el riesgo de que dure mucho más tiempo todavía, expandiéndose por toda la actividad productiva. El BCE, desde la prudencia, debe no olvidar su mandato y luchar claramente contra la inflación, que ya se extiende por gran parte de la cadena productiva. No puede esperar más o las consecuencias serán mucho peores y los ajustes de tipos al alza mucho más bruscos.

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