Bartomeu: La estelada no paga a ‘traidores’
Josep Maria Bartomeu no es precisamente separatista, pero a lo largo de todo su mandato como presidente del Fútbol Club Barcelona ha coqueteado con los sectores más independentistas de la sociedad catalana, y al final no le ha servido de nada. La estelada no paga a ‘traidores’, y el secesionismo nunca vio a ‘Barto’ como uno de los suyos, ya que siempre le consideró un ‘tibio’, alguien poco de fiar que nunca pondría toda la carne en el asador para conseguir la República Catalana.
La actual junta directiva del Barça ha permitido en los últimos años un buen número de pancartas gigantes en el Camp Nou en las que separatistas radicales insultaban a todos españoles y a nuestras instituciones, al asegurar que España es un país con presos políticos, y por lo tanto no democrático, una especie de semidictadura estilo Turquía. La grada del estadio culé ha sido en muchos partidos de Champions League el principal escaparate del secesionismo más asilvestrado, con la complicidad de Bartomeu y los suyos que han permitido todos estos desmanes, otorgando un buen número de victorias propagandísticas a los que quieren romper nuestra nación.
Pero por muchas pancartas separatistas que haya tolerado Josep Maria Bartomeu en el coliseo culé, por mucho que haya defendido a los aficionados barcelonistas que iban a las finales de Copa del Rey a insultar a Felipe VI y a silbar el himno nacional, por mucho que durante su mandato se haya multiplicado el número de esteladas presentes en la grada del Camp Nou, al final han sido los independentistas los que han acabado con su mandato como presidente del club y le han obligado a dejar el cargo de manera humillante.
La moción de censura contra Bartomeu la han presentado, sobre todo, socios culés independentistas, y la Generalitat secesionista es la que le ha dado la puntilla poniendo a la directiva azulgrana entre la espada y la pared obligándole a organizar, en plena pandemia, de forma apresurada una votación que podría haber sido una grave fuente de contagio entre los socios culés. El Govern de Junts per Catalunya y ERC le negó al presidente del Barça el tiempo que necesitaba para montar el operativo con garantías, y se ha tenido que ir por la puerta de atrás y de manera vergonzante.
Ni el enfado de Leo Messi pudo echar a Bartomeu, que aguantó el pulso al deportista más influyente de la historia del Barça, un auténtico dios para la grada azulgrana. Ha sido el separatismo el que se ha cobrado la pieza, para intentar colocar en el palco culé a uno de los suyos, como en su momento lo hicieron con Joan Laporta. Que todos aquellos que no son independentistas y colaboran con ellos tomen nota. Al final los secesionistas no perdonan y cortan la cabeza a todo aquel que no sea de los suyos al cien por cien y siga siempre, sin dudarlo, sus postulados rupturistas.
En Cataluña ha habido muchos «Bartomeus», muchos compañeros de viaje del separatismo que, sin ser independentistas, han facilitado por acción o por omisión que los postulados rupturistas hayan avanzado de manera muy rápida en pocos años. Por eso hay que hacerles ver que no pueden dedicarse a fortalecer una ideología antidemocrática que solo busca encadenar a una sociedad y condenarla a una deriva dictatorial. Los seguidores de Puigdemont y Junqueras han intentado dar un golpe de Estado contra nuestras libertades, y como dicen repetidamente, lo volverán a hacer. Para Bartomeu ya es tarde, pero aquellos que le han imitado todavía están a tiempo de enmendar su actitud para que no triunfen los totalitarios.
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