Armengol ya tiene a sus bufones: Óscar Puente y Patxi López
El caso mascarillas, más conocido como caso Koldo o para dejarlo claro, el caso PSOE, nos brinda como secuela en lo que a Baleares se refiere pedir la dimisión de Francina Armengol como presidenta del Congreso. La cuestión sube y baja en la atención informativa como un tobogán, debido a cortinas de humo permanentes, cuyo voltaje es variante y en ocasiones llega a ser de lo más estrafalario, como exigir la dimisión de Díaz Ayuso, que no pasa de ser una prueba más de la bajeza moral que puebla las cabezas de la extrema izquierda que forma parte o da su apoyo al Gobierno de España.
¿He dicho Gobierno de España? En efecto, lo es a día de hoy. Entonces, me pregunto dónde se esconde en la legislación española, caso de estar ahí, el empeachment (juicio político) capaz de imputar un delito de alta traición al presidente del Ejecutivo. ¿Su ausencia se debe a la bisoñez de los padres de la Constitución? Siendo estudiante universitario, al final del franquismo formé parte del gabinete de comunicación de la Semana de Cine de Autor de Benalmádena a las órdenes de Manu Leguineche, con Franco vivo.
El secretario era Luis Sarasate, un navarro militante en el clandestino PCE. Por lo que sea me cogió cierto aprecio. Una mañana, tomando café en el Palacio de Congresos de Benalmádena, me dijo: «Fernando, el problema de España no son los cuarenta años de dictadura, sino los cinco siglos de absolutismo». Me estaba relatando razones históricas que han derivado en llevar instalado en nuestro ADN, a modo de imposición, las ordinarias conductas de cómo aplicar en el día a día la actividad política, por poner un ejemplo. La transición fue un momento, único, que suavizó esas conductas. Hasta que llegó Zapatero y después Sánchez, con él Armengol y tantos otros progresistas aún viciados por el absolutismo inyectado en vena.
Tendemos a no tomarlo en su justa medida, pero cuando Juan Carlos llegó a ser rey tras la muerte de Franco, lo fue como rey absolutista, renegando de inmediato para ceder la soberanía al pueblo español. De ahí el milagro de una ejemplar transición, destruida por Zapatero, Sánchez y Armengol. Se ponga como se ponga nuestra prensa local apesebrada, tan cainita ella.
Lo último, y se verá hasta dónde llega: Sánchez advierte a Feijóo de que tiene «cosas» contra él y su pareja. Titular de El Debate. Demostración de que el presidente Sánchez está fuera de sus casillas, ante la posibilidad de que su mujer, Begoña Gómez, sea llamada por la comisión de investigación del Senado sobre el caso PSOE-Gómez. El hedor ya es irrespirable.
La irrespirable situación de polarización tiene en el Congreso y el Senado dos buenos ejemplos, en el primero con la mayoría de extrema izquierda y asociados oportunistas, mientras en el segundo goza el centroderecha de la mayoría absoluta. Escenarios donde veremos comisiones de investigación, de credibilidad variable en lo que a Francina Armengol se refiere, porque ella va a ser juez y parte, cuando se hable de lo suyo, no así en el Senado.
De las maneras empleadas en uno y otro bastión de la soberanía nacional da buena cuenta el camino seguido en la tramitación de la Ley de Amnistía.
Con el consentimiento de Armengol, el letrado mayor fue sustituido por un acólito del sanchismo para que prosperase de manera favorable el dictamen jurídico del Congreso, pero hete aquí que el tal Fernando Galindo se guardó muy mucho de firmar de su puño y letra el informe. Por algo sería. Una vez la extrema izquierda y asimilados votaron favorablemente esta ley, ya era el turno del Senado cuyo servicio jurídico llegaba a la misma conclusión de lo ocurrido en el Congreso, antes de ser defenestrado Carlos Gutiérrez y con idéntica formulación: esta ley es inconstitucional, lo que ha llevado al PP a activar la vía del conflicto institucional entre el Congreso y el Senado, que deberá resolver el Tribunal Constitucional. ¿De quién depende? Pues eso.
La actitud de Francina Armengol, plegada a la voluntad de su líder supremo o sea Mi Persona, ya es en sí misma motivo para pedir su dimisión, dado el sectarismo del que viene haciendo gala desde que ocupó la presidencia del Congreso de los Diputados. Insisto: algún día se sabrá la suerte que hemos tenido en Baleares, al librarnos el 28M de este infecto monstruo.
La polarización afecta igualmente a sectores de opinión supuestamente de naturaleza independiente. Días pasados, María Salom, senadora del PP por Baleares, le preguntó al ministro Óscar Puente, sucesor de Ábalos, sobre las mascarillas de Armengol sea vía Koldo, vía Ábalos o vía el Súper jefe.
¿Cómo quedó reflejado en la prensa local? Ahí van dos ejemplos: Puente culpa ahora a Prohens por los 2,6 millones perdidos con las mascarillas fake. Y el otro: Óscar Puente a Maria Salom: «¿Recuerda usted el caso del túnel de Sóller?». En ambos se eleva a titulares el desvío de atención en el que incurría el bocazas pucelano, elevado a bufón de Armengol.
Previamente otro bufón de Armengol se instalaba en la tribuna de oradores del Congreso, Patxi López alias el bruto atropellado, desviando la atención al recordarnos que pedir la dimisión de Armengol tenía más que ver con el desprecio a la legitimidad democrática. Nada más falso, bufón de marras, pues la petición de dimisión tenía que ver con la indignidad de Armengol en la manera de conducirse con la adquisición de mascarillas caso PSOE y en absoluto con el hecho de ser «presidenta legítima elegida por diputados y diputadas de esta cámara». Tener como bufones a Óscar Puente y Patxi López no dice nada bueno de Francina Armengol. Vulgares comparsas, de muy baja estofa. ¿Se imaginan a Armengol presidenta de Baleares el 2027?
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