Opinión

¿Y ahora qué hará el PSOE con Delgado?

Pedro Sánchez no puede aguantar por más tiempo a Dolores Delgado al frente del Ministerio de Justicia. Después de que María Dolores de Cospedal haya tenido la altura ética de abandonar su puesto directivo en la formación de Génova 13, así como su escaño para «liberar al PP de cualquier ataque», Delgado ha de seguir la misma senda. Ambas tienen un denominador común: su cercana relación con el comisario José Manuel Villarejo. No obstante, el caso de la ministra socialista es mucho más grave a tenor de los audios que se han hecho públicos. Los españoles saben que Cospedal mandó espiar a su compañero Javier Arenas y a un hermano de Alfredo Pérez Rubalcaba. Hechos cuanto menos cuestionables por parte de una política que ha sido ejemplar en otros muchos aspectos. Sin embargo, también conocen a la perfección las salvajadas dialécticas que profirió Delgado. Declaraciones que, cualitativa y cuantitativamente, fueron mucho más graves que las de Cospedal.

Para empezar, por el intolerable ataque homófobo a su compañero de Ejecutivo Fernando Grande-Marlaska, al que se refirió como «un maricón». Algo que le hubiera costado el puesto en países como Francia, Alemania o Reino Unido. No sólo eso, sino que siguió alimentando bromas de la misma índole a lo largo de toda aquella conversación. Delgado añadió otras perlas como «ha venido un tío a la Audiencia monísimo, para qué lo vamos a negar, parece George Clooney, pero le pasa lo mismo, es una nenaza». Además, reiteró que «a mí que me den tribunal de hombres, son más fiables… de tías no quiero». Palabras que ponen en solfa el teórico artesonado feminista que define al actual Gobierno. En aquella época era fiscal de la Audiencia Nacional, pero no tuvo reparos en reconocer que «vimos al grupo de tíos del Supremo y la Fiscalía General con unas tías de 17 años… menores de edad», refiriéndose a un viaje en Cartagena de Indias (Colombia). Como fiscal de la Audiencia también oyó cómo Villarejo se jactaba de montar una red de prostitutas para espiar a políticos mientras ella lo jaleaba entre risas con un «¡éxito asegurado!». Estas dos últimas declaraciones la inhabilitan por completo para seguir ejerciendo labores institucionales, ya que suponen dos infracciones del artículo 408 del Código Penal que sanciona la omisión del deber de perseguir delitos.

Los miembros del Gobierno socialista tienen alergia a dimitir. Si no fuera así, además de Màxim Huerta y Carmen Montón, ya tendrían que haber abandonado sus respectivos cargos el propio presidente por el Tesisgate, Isabel Celaá por falsear un documento oficial, Pedro Duque por ese mismo motivo y por usar sociedades instrumentales para pagar menos impuestos o María Luisa Carcedo por cobrar 150.000 euros en dietas que no le correspondían. Ninguno ha dado el paso, con la consiguiente merma de credibilidad —hasta quedar en nada— del actual Ejecutivo. Ahora, sin embargo, tendrán difícil encontrar una justificación para mantener a Dolores Delgado al frente de Justicia tras el ejercicio de coraje ético que ha tenido Cospedal. El PSOE ha criticado con ahínco a la ex secretaria general del PP. El propio ministro de Fomento, José Luis Ábalos, le pidió que dejara su escaño. Ahora que ya está fuera, y si practican lo que pregonan, la marcha de Cospedal debería ser el previo de la de Delgado. Todo lo demás supondría que los socialistas no pudieran mirar a la cara de los españoles.