Opinión

Adiós, Rahola

  • Xavier Rius
  • Periodista y cofundador del diario E-notícies. He sido redactor en La Vanguardia y jefe de sección del diario El Mundo. Escribo sobre política catalana.

Pilar Rahola y yo, ya me perdonaran, éramos amigos. La conozco desde hace muchos años. Antaño admiré su rapidez de reflejos, su lengua afilada e incluso su valentía a la hora de hablar de determinados temas como el Islam.

Hasta le perdoné varias cosas. Esos trasvases entre periodismo y política, por ejemplo. Aunque, en realidad, siempre hacía política. Fue diputada de ERC en el Congreso. Incluso teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona. Cuando Àngel Colom hizo una escisión, se fue con él.

Le perdoné también el episodio del coche. Un día se llevó la grúa su vehículo en Badalona. Armó un pollo en el depósito. Casi en plan ‘usted no sabe quién soy yo’. Se supo porque el entonces concejal del PP, Xavier García Albiol, difundió la polémica. Rahola no se lo ha perdonado. Si a veces se mete con él -cada vez menos dada su mayoría absoluta- es por eso.

Luego, con el procés, la relación se fue enfriando. Le hizo un libro a Artur Mas (“La máscara del Rey Arturo”), una idea de David Madí, que era una copia del de la escritora francesa Yasmine Reza sobre Sarkozy. Lo digo porque he leído los dos.

En los últimos años, fue casi la musa del independentismo. Llegó a salir hasta noventa minutos a la semana por TV3. Tenía espacio propio en uno de ellos. Y el sábado por la noche, en otro en el que el público iba con lazos amarillos, impartía doctrina o daba ánimos.

Más tarde la cosa fue declinando. La acabaron echando de La Vanguardia donde, supongo, estaba en plan cuota convergente. En unas conversaciones que trascendieron, se quejó al citado Madí de que cada vez salía menos por la cadena autonómica.

Pilar Rahola tuvo una enorme influencia en Artur Mas. Si, en un momento determinado, le hubiera advertido de los riesgos de su huida hacia adelante estoy seguro de que el entonces presidente de la Generalitat hubiera frenado. O simplemente le hubiera preguntado: “¿Artur, tú crees que vamos bien”?

Yo me lo encontré un día en el lavabo del Parlament justo antes de una sesión de control -entonces se hacían por la tarde- y le hice la misma pregunta. Mas me soltó una parrafada sobre la recentralización de España. Pero yo no soy nadie.

Rahola renunció incluso a ser una intelectual de referencia pese a que quizás, en este caso, la sobrevaloro. En vez de ir a contracorriente, se apuntó al procés a pesar de que todo el mundo sabía que acabaría en desastre. Incluido ella.

Nadie en su sano juicio podía pensar que un territorio de un estado miembro de la Unión Europea podía declarar la independencia sin más. Teniendo en cuenta, por otra parte, que más de la mitad de los catalanes estaban en contra de acuerdo con los sucesivos resultados electorales. Amén de otras consideraciones como que un referéndum de autodeterminación no está contemplado en la Constitución.

¿Por qué lo hizo? Pues supongo que como todos: por dinero, por ego, por ir a TV3 o por las tres razones al mismo tiempo. Ahora ha dicho que se va una temporada. Excepto en Rac1 la noticia ha pasado desapercibida. Mucha gente no la echará en falta. En realidad, está quemada. Se lo jugó todo a una carta.

La marcha de Rahola tiene, en todo caso, una parte positiva: señal de que el procés, como dicen los americanos, “is over”. Y también que las fuentes de financiación, públicas o privadas, están menguando. Rahola tiene que irse a buscar la vida fuera. Buen viaje, Pilar.