Cambio climático

Ecoansiedad y solastalgia: el cambio climático nos pasa factura como enfermedad mental

El cambio climático está relacionado con el aumento de los fenómenos extremos

La OMS está comenzando a prestar atención a la ecoansiedad

La solastalgia es una forma de angustia vinculada con el deterioro del entorno natural

Cuando una sociedad se enfrenta al impacto de fenómenos extremos agravados por el cambio climático, como los incendios de agosto, o la DANA de octubre del pasado año, la prioridad suele ser atender los daños personales y materiales más graves: pérdidas de vidas humanas y personas heridas, comercios y viviendas destruidos, infraestructuras inutilizadas, etc.

Comenzar por lo más urgente y necesario es sin duda una respuesta llena de lógica, lo cual no quiere decir que dicha manera de actuar esté libre de problemas, al posponer otros efectos provocados por las catástrofes naturales, como puede ser la aparición de enfermedades o problemas mentales.

Un ejemplo muy claro en este sentido es la llamada ecoansiedad, un fenómeno psicológico cada vez más estudiado por relevantes instituciones científicas y académicas que mira de frente a las consecuencias de la emergencia climática sobre la salud mental de la población.

Temor crónico

La Asociación Americana de Psicología define la ecoansiedad como «el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones».

Hasta el momento, la ecoansiedad no ha sido reconocida como una enfermedad mental por la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero sí que está siendo objeto de análisis y preocupación explícita por parte de dicha entidad.

Según apunta el propio organismo de Naciones Unidas: «Los efectos sistémicos, globales y potencialmente irreversibles de la crisis ambiental han dado lugar a conceptos emergentes como la ansiedad climática, la solastalgia, la ecoansiedad y el duelo ecológico».

Impactos

La Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN) distingue en este artículo científico tres tipos de impactos relacionados con la ecoansiedad.

«El primero es el impacto directo, relacionado con eventos climáticos extremos; el siguiente es el impacto psicosocial, que se manifiesta en la sensación de ser un desplazado climático; y por último están los impactos indirectos, que generan preocupación y depresión al percibir el futuro del mundo como una amenaza difusa», detallan los autores de este trabajo.

Es decir, la ecoansiedad puede manifestarse en quienes han sufrido en primera persona las consecuencias de una catástrofe ambiental, pero no es condición indispensable. También aparece en individuos que no se han enfrentado a situaciones extremas, en este caso en forma de miedo frente a lo que nos pueda deparar el futuro ante el agravamiento del cambio climático.

Impactos de la dana de Valencia. (FOTO: EUROPA PRESS).

Fenómenos extremos

Así lo aseguran instituciones científicas como el World Weather Attribution (WWA) del Imperial College de Londres, cuya conclusión no deja lugar a dudas: «El cambio climático intensificó los diez fenómenos meteorológicos extremos más mortíferos desde 2004, contribuyendo a la muerte de al menos 570.000 personas», aseguran de forma tajante.

El futuro pinta, incluso, peor. Como avisa el WWA: «Con un calentamiento que se prevé que alcance alrededor de 3 °C para finales de este siglo, dadas las políticas actuales, los riesgos que plantean fenómenos como los analizados solo empeorarán». Una cuestión de la que son bien conscientes quienes padecen ecoansiedad.

Personas afectadas

Otra de las características de la ecoansiedad es que puede afectar a grupos muy diferentes de personas. «Incluyendo comunidades indígenas, agricultores, pescadores, mujeres preocupadas por el deterioro ambiental y jóvenes inquietos por la falta de conciencia y acción en temas relacionados con el reciclaje», explican los autores del texto de SEMERGEN.

«Además, como resultado del cambio climático surgen duelos traumáticos que se manifiestan en forma de ansiedad, expresada a través de la negación de lo sucedido, desesperanza, shock e irritabilidad, entre otros síntomas», añade la misma fuente.

Jóvenes durante una manifestación de Juventud por el Clima contra la inacción ante el cambio climático. (Foto: EUROPA PRESS).

Solastalgia

Si la ecoansiedad se proyecta en el presente y también hacia el futuro, la solastalgia, término con el que está directamente relacionada, pone su mirada en el pasado.

Dicho concepto de solastalgia, obra del filósofo australiano Glenn Albrecht, hace referencia la angustia emocional que se experimenta cuando el entorno natural que se considera hogar se deteriora a causa de fenómenos como la minería, los incendios forestales, las inundaciones o el cambio climático.

Podríamos decir que la solastalgia es una forma de nostalgia que genera el recuerdo de cómo era el lugar en el que se vive, antes de que el mismo cambiara de forma drástica por algún tipo de catástrofe.

Las Médulas

Otra diferencia con la ecoansiedad es que la solastalgia la sienten sólo quienes han vivido en sus carnes el deterioro de su propio entorno. Un ejemplo muy claro lo tenemos en los residentes en las zonas más afectadas por los incendios de este verano, como Las Médulas (León), todo un Patrimonio de la Humanidad que ha quedado gravemente dañado por el fuego.

Según los expertos, pasarán varias décadas hasta que este emblemático paisaje vuelva a parecerse a lo que fue antes de las llamas. Pero hay pérdidas que ya sabemos que serán irreparables, como todos esos castaños milenarios que databan de la época romana y que han acabado sus días abrasados por el fuego.

Una vez apagadas las llamas, los vecinos intentan volver a la normalidad y recuperar sus vidas, viviendas y negocios. Algo ciertamente complicado para los establecimientos de hostelería y turismo que tenían la suerte de tener Las Médulas al lado. Pero el problema no es sólo económico, también es emocional: han perdido su forma de vida, pero también el entorno en el que crecieron, por mucho que sigan viviendo allí.