Malaquías, el último profeta del Antiguo Testamento: contexto y denuncias finales
Descubre la historia de Malaquías, su contexto histórico y las denuncias finales que marcaron el cierre del Antiguo Testamento.
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Hacia el año 460 a.C., Jerusalén era una pequeña capital de provincia en el inmenso Imperio persa. En este contexto nació Malaquías, cuyo nombre significa “Mi mensajero”. La verdadera identidad de este profeta se ha perdido.
El libro de Malaquías tiene apenas tres capítulos y medio. Es la última voz profética del Antiguo Testamento. Con él, llega a su fin una era con una serie de críticas duras y una promesa que queda suspendida en el aire.
El contexto
Cuando Malaquías habló, el gran Imperio persa estaba bajo el mando de Artajerjes I. El gobernador local de Judá no administraba desde la derruida Jerusalén, sino desde un lujoso palacio.
Jerusalén misma era un pueblo de apenas 1.500 habitantes. La economía era de pura subsistencia; se han encontrado silos vacíos y pesas de medida manipuladas, señal de una sociedad con escasez y deshonestidad.
El segundo Templo llevaba ya cuarenta años en pie, pero su realidad distaba mucho del esplendor del Templo de Salomón. Las murallas de la ciudad seguían siendo escombros y la provincia de Judá pagaba sus tributos a la lejana Persépolis y luchaba contra sequías y la hostilidad de sus vecinos.
El ambiente en el que surge su mensaje explica mucho de su tono. El pueblo había regresado del exilio en Babilonia, había reconstruido el Templo y recuperado sus prácticas religiosas. Pero ese fervor inicial se diluyó con los años. Se respiraba una sensación de desgaste espiritual, una especie de rutina sin verdadera entrega. Malaquías aparece justo ahí, levantando la voz para confrontar esa indiferencia y llamar a la comunidad a recuperar la autenticidad de su relación con Dios.
El tempo deslucido
El segundo Templo se había inaugurado en el 516 a.C. Para la época de Malaquías era un lugar deslucido y corrupto. Las goteras caían por el techo, los sacerdotes cobraban por servicios que antes eran gratuitos y la gente llevaba a los animales más baratos y enfermizos que podían encontrar para los sacrificios.
El culto se había convertido en un negocio. Los sacerdotes vendían certificados de pureza y los peregrinos pagaban extra por un animal “aprobado”. En ese entorno, Malaquías lanzó una pregunta demoledora: «Si se lo presentarais al gobernador, ¿aceptaría él ese regalo?”.
Las seis disputas
El estilo de Malaquías fue único. Estructuró su mensaje como una serie de seis disputas legales, donde el pueblo planteaba preguntas cínicas y el profeta respondía con argumentos contundentes:
- Pregunta 1. “¿En qué nos has amado?” Malaquías respondió: la caída de Babilonia y la restauración de Judá son la prueba del amor inquebrantable de Dios.
- Pregunta 2. “¿En qué hemos despreciado tu nombre?”. La respuesta fue: al ofrecer animales ciegos y cojos en el altar.
- Pregunta 3. “¿En qué te hemos robado?”. Respuesta: al retener los diezmos, la gente deja sin sustento a los levitas, que abandonaban el Templo.
- Pregunta 4. “¿En qué hemos hablado contra ti?”. Malaquías habló de un “libro de memoria” donde se registra a los que son fieles, como en un censo imperial.
- Pregunta 5. Sobre los matrimonios mixtos y los divorcios frívolos, que debilitaban la identidad de la comunidad.
- Pregunta 6. “¿Dónde está el Dios de justicia?” Malaquías anuncia que un mensajero purificará a los sacerdotes antes de que llegue el juicio.
La profecía
¿Cómo fue la profecía? Malaquías usa imágenes de la vida cotidiana para hablar del juicio y la esperanza. Habla de un día que “quemará como un horno”, usando la imagen de los hornos metalúrgicos persas que fundían el oro. Inmediatamente después promete que “para vosotros, los que teméis mi nombre, se levantará el sol de justicia”.
El mensaje de Malaquías coincide y probablemente inspiró las reformas de Nehemías. Este, unos años después, expulsó a los comerciantes del Templo y reinstauró el pago de los diezmos.
El libro termina con una de las promesas más significativas del Antiguo Testamento: “He aquí, yo os envío al profeta Elías, antes que venga el día del Señor”. Con estas palabras, Malaquías no cierra una puerta, sino que abre una ventana al futuro.
Malaquías fue el último profeta. Después de él, hay un silencio de cuatro siglos, hasta la llegada de Juan el Bautista, a quien el Nuevo Testamento presenta como ese “Elías” que había sido prometido. Su breve libro cierra la era profética no con una respuesta, sino con una pregunta abierta: ¿qué hacemos con lo que hemos reconstruido cuando el fervor inicial se ha apagado?
Análisis del mensaje
Una parte importante de su mensaje se dirige a los sacerdotes, a quienes acusa de mostrar una actitud descuidada en el culto. Señala que ofrecían sacrificios defectuosos, animales enfermos o de bajo valor, como si bastara cumplir por obligación y no con devoción real. Para el profeta, ese comportamiento no solo deshonraba a Dios, sino que desfiguraba el papel sagrado de quienes debían guiar espiritualmente al pueblo.
Malaquías también toca asuntos de la vida diaria, especialmente relacionados con la fidelidad matrimonial. Denuncia el aumento de divorcios injustificados y las uniones con personas de otras naciones que no compartían la misma fe, algo que él veía como un riesgo para la identidad espiritual del pueblo. Más que una cuestión social, lo consideraba una ruptura en la relación de confianza que Dios esperaba de su pueblo.
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