Guiseppe Ferlini y los mercenarios que demolieron 40 pirámides
Durante la década de 1830 el médico convertido en buscador de tesoros, Giuseppe Ferlini, se encargó de dinamitar unas cuarenta pirámides en la necrópolis de la ciudad de Meroe que contaba con más de 250 obras cushitas, muy diferentes a las de los egipcios, pero de un enorme valor cultural.
Al cirujano nacido en la ciudad italiana de Bolonia, le importó muy poco el valor histórico de las tumbas que profanó, ya que buscaba reliquias y tesoros escondidos.
Dejó muy pronto su casa italiana para acabar en el ejército del Estado Autónomo de Albania, del que formó parte como médico de las tropas. Tuvo que abandonar muy pronto y salir del país y buscar suerte en otros destinos europeos.
Fue entonces, alrededor del 1929, cuando decidió viajar hasta Egipto un lugar que le resultaba especialmente interesante por varios motivos. Primero porque muchos de sus compatriotas griegos con los que había participado en el ejército aprovechaban para volver a casa. Buena oportunidad para encontrar un hueco en alguno de los barcos que lo sacaran de Europa.
Por otro lado, Mehmet Alí, gobernador de Egipto, pretendía modernizar la administración y también requería de soldados para su ejército, por lo que un médico siempre sería bienvenido para acompañar a sus tropas en la conquista de Sudán.
Expedición a Meroe
Años después de acompañar a los soldados egipcios, Giuseppe Ferlini conoció la expedición del comerciante albanés Antonio Stefani en la ciudad de Meroe. Le interesó sobremanera encontrar los tesoros que guardaba esta ciudad del Reino Meroítico del Antiguo Egipto.
Acompañados por sus esposas y treinta sirvientes, la expedición partió en agosto de 1834 y los primeros resultados no fueron nada satisfactorios. Fracasaron en unas ruinas cubiertas con arena donde hallaron un obelisco de enormes dimensiones que tuvieron que dejar por el camino y no pudieron acceder a un templo semienterrado, a pesar de picar las paredes de entrada
Ante esto, Ferlini se fijó en la pirámides de la zona, mucho más pequeñas que las egipcias, pero que guardaban algunos tesoros por descubrir. Se fijo en las cuarenta y siete de Es-Sour, y contrató a 500 peones para picar la piedra y demolerlas. Se convirtió en un desastre que no le llevó a nada.
Después, desesperado se fijó en la más grande de todas, la N6, para la que utilizó dinamita por la cúspide. Aquí encontró un sarcófago vacío, sin momia, y su ajuar funerario, poco para todo lo que habían invertido en el lugar.
En las semanas siguientes, se produjo un gran expolio en la zona por parte de Ferlini y sus hombres que después vendieron por toda Europa. Hoy se le recuerda más por la destrucción de las 40 pirámides que por el valor de sus hallazgos.
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