En el vino, la etiqueta es el reflejo de su alma
Un segundo y medio. Ese es el tiempo que tiene la etiqueta para trasmitirte el mensaje. Y es que hablamos de el elemento visual diferenciador más importante. La etiqueta es clave para posicionar los vinos en el mercado y, además, facilitar su recuerdo.
Se han hecho muchos estudios al respecto, midiendo cómo influye el diseño en la percepción del sabor del vino. Y, efectivamente: cuanto más gusta la etiqueta, más gusta el vino.
¿Cómo se diseña una etiqueta?
El Ministerio de Agricultura establece el contenido mínimo que deben recoger las etiquetas, pero al margen de esta necesaria información hay mucho espacio para la creatividad.
La asesora de marketing para bodegas Maite Corsín afirma que «el proceso de diseño de una etiqueta es largo: hay que conocer la bodega a fondo y la visión que el bodeguero quiere trasmitir. También se analiza lo que hace la competencia y el público al que se dirige. Y, por último, el país al que se va a exportar. Por ejemplo, en España se usan mucho las erres, pero fuera hay que evitarlas”.
Lo más importante es que el diseño refleje lo que la marca quiere ser – o lo que quiere trasmitir – y que la etiqueta se identifique con el vino que se va a encontrar el consumidor.
¿Qué países son los más originales?
El mercado español es clásico y los Rioja son los que se llevan la palma a los más tradicionales. Hemos tendido a copiar el estilo de Francia: fondo blanco, letra dorada. Y mucho título nobiliario y escudo de armas. Ahora se ha pasado a imágenes más rompedoras. En cualquier caso, fuera son más innovadores y divertidos. Quizá sea Australia el país puntero, que además goza de libertad al no tener una ley de etiquetado.
En España, los que más se lanzan a esos diseños más diferenciadores son las nuevas denominaciones, que necesitan darse a conocer y arriesgan. Los más arriesgados suelen ser bodegas nuevas o con bodegueros jóvenes. También lo son determinadas zonas como Montsant o Albariño, que tradicionalmente han exportado mucho.
¿Qué se busca con la etiqueta?
Sobre todo, la diferenciación del vino. Hay miles de botellas en el mercado; el producto tiene que resaltar en una estantería. Pero dicha diferenciación no es suficiente: si una botella llama tu atención pero te hace sentir ‘incómodo’, finalmente no la elegirás.
Para alcanzar esa notoriedad, la producción de la etiqueta está en constante evolución. “Utilizando modernas técnicas de impresión», cuenta Félix Gil, gerente de Beeprint, «se logran diferentes estampados y relieves». Antes se utilizaba mucho el oro, por ejemplo, cuando se quería dar a la bodega un aire de exclusividad. Ahora, se uitlizan más tonos de estampación que hace unos años eran impensables, como es el caso del azul”.
La tipografía y la ilustración también es un campo que cambia constantemente. Si el tipo de letra que se ha utilizado habitualmente es clásica, ahora hay multitud de opciones. Y lo mismo ocurre con los dibujos. Tal es el caso del vino ‘El escondite del ardacho’, que representa un lagarto.
Y una última novedad: la fabricación de etiquetas de impresión digital, lo que permite gran flexibilidad. “El ejemplo más conocido», continúa Félix Gil, «es lo que ha hecho Coca-cola imprimiendo nombres. Antes se fabricaba una bobina y todas las unidades debían ser iguales. Ahora son en autoadhesivo. Esto ha permitido que haya bodegas que diseñen etiquetas para un reducido número de botellas. Bien porque la producción sea pequeña o porque desean hacer etiquetas personalizadas para un mismo vino”.
De pequeñas producciones saben las bodegas que acuden a ferias. Es habitual que diseñen una etiqueta ‘provisional’ para recabar la opinión de distribuidores o público en general. Si dan el visto bueno, entonces se imprime a gran escala.
Las etiquetas de vino también se han adaptado al uso de nuevas tecnologías, como la RFID: así se convierten en etiquetas electrónicas, que siguen el proceso desde la producción a la venta. Y es conocido también la utilización de código QR para su uso en móviles.
¿El capsulado también tiene su espacio?
Sí. El color y el material utilizado trasmite información. Parece ser que el color denota el sabor que tendrá la botella. Se utilizan tonos granates para vinos tradicionales o verde o amarillo para comunicar que tiene notas frutales y jóvenes.
¿Qué hay de la descripción en la contraetiqueta?
Pues también tiene su importancia. Porque comer y beber no es solo gusto, sino que entran en juego los cinco sentidos. Así que lo vemos (en este caso leemos) nos condiciona.
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