España

Todos quieren salir en la tele

Queda apenas un mes y medio para las elecciones generales y los partidos y  sobre todo, sus candidatos, hacen un despliegue televisivo sin precedentes.

Lejos quedan aquellos tiempos en los que, no sólo se resistían a acudir a un plató, sino que vetaban programas, prohibiendo así que ningún representante de su formación se sentara ante las cámaras. Pero llegaron las Elecciones Europeas y en ese momento todo cambió.

La aparición de dos nuevos partidos políticos revolucionó entonces el mundo de la comunicación. Sus dos líderes, Pablo Iglesias y Albert Rivera pisaban fuerte en los estudios de televisión. Sus apariciones, muy frecuentes en tertulias y entrevistas dispararon su popularidad hasta límites, en ese momento, insospechados. Se mostraban cercanos, amables, con un lenguaje directo, con propuestas ilusionantes para muchos y muy alejados del «mire usted».

Y gustó. Llegaba un tiempo nuevo en el que los españoles decidían sentarse ante el televisor a las diez de la noche para escuchar una entrevista a un líder político.  Y, de repente, se hizo el milagro. ¡Tenían audiencia!

Las cadenas descubrieron que «haciendo política» se podían obtener buenos resultados de share y los políticos que las audiencias influían en su popularidad. De modo que todos se pusieron «manos a la obra». El «mercado» de las figuras políticas se complicó tanto que hubo y sigue habiendo codazos por tener a un político u otro, en un programa aquí o allí.

Ahora vuelven a tener la sartén por el mango los partidos. Ahora eligen por share, es decir, aquel programa que tiene más audiencia, es el elegido por las formaciones para que, de este modo, su discurso llegue a más posibles votantes.

Es difícil imaginar cuánto hay que hacer para convencer a determinados nombres de nuestra política para que se sienten en un plató. Y no, no es una contradicción. En el párrafo anterior contaba que los partidos lo han entendido, y es cierto, pero muchos políticos no. El mundo de los directores de comunicación es un universo de lo más complejo. Sólo los buenos políticos se dejan aconsejar por los buenos responsables de comunicación.

PABLO IGLESIAS

Caso extraño es el de Pablo Iglesias. El líder de Podemos entendió a la perfección que los medios de comunicación y más concretamente, la televisión, era el camino idóneo para darse a conocer. Y la utilizó. Y la explotó. Y entró en su mundo. Pero, tras el éxito de las europeas decidió que ya estaba bien. Muchos le oyeron decir que «yo ya no estoy para ir a tertulias, ahora sólo entrevistas». Y así lo hizo.Y así lo defendió. Y así lo está pagando. Y ahora se está dando cuenta. Tarde.
Iglesias es el claro ejemplo de lo que tanto critica , de la «casta», de los que estudian hasta el último milímetro para acceder a una intervención televisiva. O por lo menos lo hacía así hasta hace poco. La caída en las encuestas le han despertado de ese letargo en el que se había instalado, y ahora lo vemos de nuevo de plató en plató, sonriendo, cantando, tocando la guitarra o practicando el deporte de moda, el «running». En definitiva, intentando volver a sus raíces. Sólo este mes y medio dirá si está a tiempo aunque, a juzgar por las últimas encuestas, no lo parece.

Eso sí, prácticamente cada aparición suya en televisión supone un récord para el programa que lo tenga en su escaleta.

ALBERT RIVERA

El caso de Albert Rivera es diferente. Él ha sido constante. Sus apariciones en televisión han sido permanentes. Nunca ha dicho que no a una tertulia, entrevista, happennig…

Es quizá el candidato más «americano» en esto de la comunicación. Son muchos los que dicen que es «el niño mimado de las televisiones». Quizás sea al contrario, quizás es él el que las mima, el que está y el que no falta y eso, queridos partidos, es muy de agradecer.

Se posiciona en segundo lugar del podio. Las audiencias de Rivera han ido en aumento. En algún momento ha llegado a alcanzar al líder de Podemos, aunque éste siga siendo el favorito por los espectadores.

PEDRO SÁNCHEZ

El líder de los socialistas ha tenido una trayectoria en medios bastante peculiar. Entró con muchísima fuerza. Quería dejar claro que él es de la línea de los «jóvenes», del cambio, de la regeneración. No tuvo reparos en participar en distintos programas de televisión hasta que llegó «Sálvame». Aquella llamada de teléfono en directo a su presentador, Jorge Javier Vázquez, le costó a Sánchez muchos quebraderos de cabeza. La parte más antigua, y digo bien, antigua del partido e incluso del gremio periodístico, le criticó duramente. Lo tacharon de frívolo, superficial, absurdo… Sin embargo, aquello dio al líder socialista una pantalla de más de dos millones espectadores aquella tarde. Unos espectadores que quedarían encantados por la espontaneidad y el compromiso de acabar con el «Toro de la Vega».

Pero esos datos no los vieron aquellos que presumen de saber mucho de comunicación política, y a los datos me remito. Sólo hace falta meter el Google en nombre de Obama y relacionarlo con un programa de televisión, para que vídeos del Presidente de los EEUU cantando, saltando, cocinando o interpretando, invadan nuestra pantalla del ordenador.

A partir de aquel Sálvame, las apariciones de Pedro Sánchez cambiaron. Volvió al «mire usted» y perdió frescura y espontaneidad, lo que le ha llevado a ser el más templado de los cuatro en cuanto a audiencias se refiere. No tiene chispa, le falta improvisación y regalar algún momento que sorprenda.

Lo mejor, su 24 horas con Ana Rosa Quintana, que además le valió uno de sus mejores datos de audiencia.

El reloj está contando y sólo el tiempo dirá si se dará cuenta a tiempo o no.

 MARIANO RAJOY

El Presidente del gobierno es el más «exclusivo» o «huidizo» de los cuatro. Sus apariciones se pueden contar con los dedos de una mano. Sus audiencias irregulares.

Rajoy es el ejemplo más claro del político al que la gente quiere ver sólo cuando tiene algo que decir. El candidato popular ha obtenido buenos resultados de audiencia cuando la situación política en ese momento pasaba por un momento importante: Cataluña, corrupción…

En este caso, sus asesores han optado por dar la imagen del político clásico, más distante y más serio o, simplemente es que es así. No lo sabremos nunca porque es imposible que , a día de hoy, conozcamos cómo es nuestro Presidente. ¿Alguien sabe que hobbies tiene? ¿le gusta cantar, bailar, contar chistes, pintar? Seguramente, si lee esto piense: «¿Y eso qué más le da a la gente?  ¡Si lo que importa es cómo gobierno!

Es imposible crear un paralelismo entre los datos de audiencia y los resultados de las encuestas.

La televisión puede ser un arma de doble filo. No se trata de tener más o menos minutos en la tele. El buen responsable de comunicación debe conocer perfectamente el perfil de la persona a la que ha de asesorar para explotar sus puntos fuertes y tapar lo débiles.

Las modas no deben ser iguales para todos. Una prenda, por muy tendencia que sea, no le queda bien a todo el mundo y, a veces, es mejor no ponérsela.