Sánchez quiere aupar a Calviño a la Vicepresidencia de la UE para ganar influencia y colar más gasto

Nadia Calviño
Nadia Calviño, ministra de Economía. (EP)
Carlos Cuesta

Pedro Sánchez ha empezado a negociar ya los futuros cargos europeos. Y ha renunciado en el tratado del Brexit a la exigencia de cosoberanía en Gibraltar para hacer méritos de cara a conseguir una Comisaría con rango reforzado de Vicepresidencia, tal y como ha adelantado ya OKDIARIO.

Pero su plan inicial va más allá: pasa por ganar influencia en la Comisión Europea y lograr así una mayor comprensión cuando Bruselas analice la evolución económica y el estado del déficit de España. Algo que a buen seguro necesitará ante la evidencia del descotaron mostrado en la preparación de las últimas cuentas públicas.

Sánchez sueña con influir sobre una cartera en concreto: la de economía. Y sabe que el momento es justo después de las elecciones europeas, cuando se deberán volver a negociar las sillas de mando de los comisarios europeos. Ese momento será a partir del mes de junio. A partir de ese instante, España quiere tener engrasada la maquinaria negociadora.

Por ello ha sido un negociador cómodo para Europa en el decisivo diseño del Tratado de abandono de Reino Unido por el Brexit -directamente ha omitido la exigencia de defensa del papel de España sobre Gibraltar-, y por ello está dispuesto a contentar al Gobierno galo abriendo paso a Francia hacia el Banco Central Europeo.

Todo con tal de que una persona como Nadia Calviño -actual ministra de Economía- u otro perfil del Gobierno pueda ser el próximo Moscovici.
Pierre Moscovici es el actual Comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Fiscalidad y Aduanas. Un cargo que le permite evaluar la marcha económica de cada Estado miembro.

Y ese es el puesto sobre el que Sánchez quiere tener influencia en previsión de que la próxima crisis castigue a España con especial dureza. Un momento en el que Sánchez intentaría, sin lugar a dudas, conseguir de Bruselas el permiso para ampliar el gasto y la deuda y disimular, de ese modo, el impacto social de una caída económica.

Sánchez, sin embargo, va muy lejos en su castillo de naipes. Y es que el hecho de aupar a un ministro a un cargo no significa que esa persona tenga que actuar de acuerdo con los intereses del Ejecutivo nacional que le haya impulsado. Más bien, todo lo contrario. Los cargos europeos son de la UE y, de hecho, no pueden mostrar preferencia por sus países. Pero, pese a ello, Sánchez sabe -y eso es cierto- que siempre podrá mantener una mayor cercanía con aquel que ha contribuido a crear sus Presupuestos Generales del Estado, que de otro que pueda criticar sin miramientos el resultado, básicamente, porque nada tiene que ver con el hecho de haber llegado a esa situación.

Tampoco hay que olvidar que la propia llegada de Calviño vino precedida de fuertes cautelas por su parte. De hecho, la ministra de Economía no quiso romper sus vínculos con la Comisión Europea al regresar a España. Por eso Calviño pidió una excedencia no remunerada por razones personales aplicable a todo el mandato como ministra española.

Ese permiso le fue concedido por el Ejecutivo comunitario alegando que no veía ningún riesgo de conflicto de intereses. Prácticamente como si prefiriese a su vez que una persona cercana a Bruselas y con ansias de no disgustar a la Comisión Europea fuese la ministra económica española. No fuese a ser que fuera otro perfil.

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