Los Mossos envían a la cárcel al catalán que puso la bandera española en su Ayuntamiento

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El catalán que puso la bandera española en su Ayuntamiento, Raúl M.P., permanece en prisión desde hace un mes.

El vídeo en el que Raúl M.P. trepa hasta la fachada de su Ayuntamiento para colocar la bandera española, que su alcalde se negaba a colgar, se hizo viral en las redes sociales. Desde hace un mes, Raúl se encuentra ingresado en la prisión de Lledoners, próxima a Manresa, después de que los Mossos d’Esquadra le denunciaran por «boicotear un acto catalanista».

En la entrevista que ha concedido a OKDIARIO desde la cárcel, Raúl reconoce que no es ningún santo: se encontraba en libertad condicional, tras haber cumplido condena por participar en una reyerta entre porteros de discoteca y unos narcotraficantes. Pero denuncia que ha sufrido una persecución de los Mossos por protagonizar varios actos de apoyo a la unidad de España.

–¿Por qué se encuentra ahora en prisión?

–Por un complot en toda regla, una emboscada que me tendieron los separatistas de mi pueblo [Balsareny, en Barcelona] y la ANC en colaboración con los Mossos d’Esquadra. Ahora que Trapero se enfrenta a un delito de sedición,  parece que los Mossos están más calmaditos, pero en aquellas fechas estaban claramente al servicio del separatismo. Ocurrió todo en vísperas de la Diada del 11 de septiembre. Mis amigos y yo, en compañía de nuestros hijos menores entre los que había una niña de 18 meses, paseábamos por nuestro pueblo y nos dirigíamos a una terracita para tomar algo.

De pronto, nos vimos rodeados por cuatro coches patrulla que nos retuvieron durante 15 minutos sin motivo alguno, nos identificaron y nos advirtieron que podíamos continuar, pero que teníamos prohibida la entrada a dos plazas del pueblo, en las que los separatistas estaban celebrando una marcha de antorchas, la izada de un trapo estelado y un pregón de enaltecimiento al golpe de Estado, incitando a la ciudadanía a que participase en el referéndum ilegal.. Y los Mossos no sólo les protegían, sino que además nos impedían el derecho a circular por nuestro pueblo, coaccionándonos y amenazándonos. Por ello, allí mismo les dijimos que les íbamos a denunciar y nos fuimos.

Un coche patrulla nos siguió todo el rato a una distancia de 30 metros, intimidándonos. Al final, se cansaron de seguirnos y llamaron a los antiditurbios, sólo para magnificarlo todo. Nosotros éramos sólo nueve (cinco hombres y cuatro mujeres, los niños ya no estaban porque los abuelos vinieron a recogerlos cuando estábamos retenidos) y del furgón se bajaron ocho mossos con cascos y empezaron a empujarnos para disolvernos. ¿Cómo es posible que fuese necesario un dispositivo de ocho antidisturbios para echar del lugar a nueve personas que no estaban haciendo nada, salvo pasear por su pueblo?

Nosotros no portábamos ninguna bandera, ni ningún emblema nacional, sólo íbamos a tomar algo. Y para colmo, después de habernos echado de allí violentamente, a mí me denunciaron, acusado de ser el «instigador de un boicot a un acto catalanista» (en realidad era un acto independentista) y por insultar a los mossos y a los separatistas, cuando eso es absolutamente falso.

Y a un amigo nuestro, que ni siquiera estaba con nosotros sino que le localizaron en la otra punta del pueblo con su mujer e hijos, le registraron y le denunciaron por «posesión ilícita de armas» porque en el maletero le encontraron unos nunchacos. Está claro que los mossos tenían nombres y apellidos de todas las personas a las que perseguir y reprimir esa noche. Ellos mismos lo reconocen en la denuncia al decir que estaban avisados de antemano.

Toda esta trama es ridícula. Tenemos 23 testigos que se han ofrecido a declarar, todo el mundo que pasaba por allí vio la tremenda injusticia que estaban cometiendo con nosotros. Pero a ellos sólo les interesaba una cosa: conseguir que me encerrasen de nuevo, ya que sabían que yo estaba en libertad condicional por una antigua condena.

–En libertad condicional, ¿por qué?

–Mi delito data del año 2009. Caí preso junto a los porteros de una conocida discoteca, debido a un altercado con una banda de Barcelona. Aquel día fueron a buscarles y yo les acompañé. El resultado fue que acabamos todos presos. Querían ajustar cuentas, pero la forma en la que lo hicieron fue inapropiada, porque entraron en su domicilio, que era un piso polvorín de traficantes y ladrones, les dieron un escarmiento y encima les robaron. Más tarde, ante la policía, mis compañeros intentaron exculparme,  ya que yo me había quedado en el coche, pero eso al juez le importó poco. Pagué lo mismo que los demás: 9 años y nueve meses por un robo con violencia, retención ilegal de tres personas y lesiones. Está claro que delinquí, porque cuando vi que mis compañeros salían cargados del domicilio colaboré con ellos, ¿qué iba a hacer? ¿salir corriendo? Lo único que pensé fue que las personas a las que atracamos (me incluyo) no eran honradas, y de hecho la policía les detuvo gracias a nosotros; ellos también entraron presos. Yo nunca he ocultado nada, fue el gran error de mi vida y lo pagué con creces.

–¿Cómo fue entonces su estancia en prisión?

–Muy dura, sobre todo al principio. No tuve una buena adaptación. A los quince días de entrar en la Modelo, ya residía en la sexta galería, en aislamiento, cumpliendo un primer grado por haberme peleado en el patio con otro interno. Allí estuve dos meses. Recuerdo que escribía cartas en los envoltorios del pan, porque los funcionarios no me facilitaban ni un triste papel. Luego pasé por dos huelgas de hambre que me hicieron adelgazar casi 20 kilos. También sufrí una gran depresión, y estuve a punto de poner fin a mi vida varias veces. Cuando caí preso mi hija tenía cinco meses, cuando salí en tercer grado tenía cinco años. Tuve que ver cómo aprendía a caminar y  hablar, cada 15 días, en los vis-a-vis. Eso es algo que me he perdido para siempre, porque mi hija ya nunca volverá a ser un bebé, pero al menos conseguí salir tan pronto que ella ni siquiera lo notó. Dicen que no recordamos nada anterior a los 4 o 5 años de vida. Me lo explicaron cuando estaba en plena depresión y desde aquel día mi objetivo fue recuperarme y salir antes de que mi hija pasara de esa edad. Y lo conseguí.

En la Modelo estuve tres años, trabajando en lavandería, en paquetería… Luego me trasladaron a Lledoners, donde cumplí casi dos años más, hasta que en noviembre de 2013 me dieron el tercer grado. Al cabo de dos meses conseguí el artículo 86.4, que es la pulsera telemática, y así podía pernoctar en casa, estando siempre localizado. Al año me quitaron la pulsera y desde entonces he permanecido en libertad condicional. Todo iba perfecto, estaba trabajando, hasta que me han hecho hecho ingresar de nuevo  a raíz de la denuncia falsa de los Mossos para hacerme vivir un nuevo infierno, pues me han dejado sin trabajo y sin nada. Han intentado quitármelo todo, arruinar mi vida, y siguen haciéndolo.

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