España

El Estado se gasta 2 millones al año en una red para detectar riadas en Valencia que no evitó la tragedia

Horas antes de la tragedia, las estaciones de medición habían notificado bruscos aumentos de caudal cuando lo peor de la DANA aún no se había producido

El sistema automático funcionó, pero esos datos no llevaron a las autoridades a lanzar una alerta máxima temprana

  • Roberto Pérez
  • Periodista y licenciado en Ciencias Políticas. Especialista en sector público, economía política y presupuestaria, e instituciones político-administrativas. Trabajó para Agencia Efe y Cope, ejerció durante más de 20 años en ABC -etapa que incluyó el ejercicio temporal de la corresponsalía de Nueva York- y actualmente es subdirector de OKDIARIO.

Se llama Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH), depende del Gobierno central, cuesta más de 2 millones de euros al año sólo en la parte que abarca a la Comunidad Valenciana y tiene entre sus objetivos prioritarios y primordiales el poder detectar, minuto a minuto, aumentos bruscos de caudal que anticipen riadas. Pero, en la práctica, de nada sirvió para prevenir la tragedia que ha arrasado el Levante en forma de muerte y devastación. No consta que las señales que dio esa red de estaciones de medición de caudales se utilizaran para lanzar una alerta más temprana, con horas de antelación, de los desastrosos caudales que iban a causar las letales inundaciones que se produjeron y que el SAIH llevaba evidenciando ya desde primeras horas de la mañana del martes. La tragedia se desató por la tarde.

¿Falló esta red de detección? La respuesta es no. ¿Falló la gestión de sus datos a efectos de lanzar una alerta temprana? La evidencia indica que sí, en una cuenca hidrológica que cuenta especialmente con numerosos tramos de ríos y barrancos muy peligrosos por su potencial de inundaciones –el Estado tiene identificados más de 1.000 kilómetros de máximo riesgo en la levantina cuenca del Júcar–.

Los puntos de medición de caudales, denominados estaciones de aforo, sí transmitieron telemáticamente puntual y valiosa información durante la mañana del martes. Esas estaciones de aforo envían su medición al momento, cada cinco minutos. Esos datos los reciben al instante los departamentos de las confederaciones hidrográficas, en este caso la del Júcar, y se muestran también por internet a través de una web específica, que ha de ser utilizada igualmente en episodios de riesgo por parte de los servicios de Protección Civil, en este caso dependientes de la Administración autonómica (Generalitat valenciana).

Evaluar los datos con rapidez

Para lanzar alertas ante un eventual peligro de inundaciones es fundamental que el riesgo se calibre de forma precoz a partir de varios indicios y evidencias, entre los que destacan tres: cómo están evolucionando los caudales de ríos y barrancos, lo que está lloviendo en el territorio y la predicción meteorológica. Los dos primeros los aporta el SAIH que depende del Ministerio de Transición Ecológica a través de las confederaciones hidrográficas –en este caso la del Júcar–; el tercero, de la Aemet. Y la responsabilidad de interpretar esos datos ante un peligro de inundaciones, la evaluación del riesgo, está repartida entre esos organismos estatales y el servicio autonómico de Protección Civil correspondiente, en este caso el de la Generalitat Valenciana.

Como demuestran los datos que han quedado registrados, esa información que transmitió el SAIH a muy primera hora de la mañana del martes era muy clarificadora: muchas horas antes de que se desatara el desastre, entre las 7.00 y las 10.00 horas de ese trágico martes, los datos transmitidos por varias estaciones del SAIH de la cuenca del Júcar evidenciaron que ya se habían producido aumentos muy bruscos de caudal en varios ríos. Como destapa este sábado OKDIARIO, una correcta interpretación de esos datos –técnicos oficiales hay que deben encargarse de ello– hubieran permitido prever las devastadoras riadas con más de seis horas de antelación.

El ejemplo del río Magro

El ejemplo del río Magro es notorio. Sus desbocadas aguas han dejado uno de los escenarios más dramáticos de los que componen el mapa de destrucción en Valencia. Pues bien, las estaciones de aforo transmitieron datos que mostraban cómo, entre las 7.00 y las 10.00 de la mañana del martes, se había producido un incremento de caudal de más del 2.000%. Y se sabía por entonces que iba a ser a lo largo del día, a mediodía y a partir de ahí, cuando las lluvias torrenciales iban a dejar sus peores consecuencias. La combinación de los datos del SAIH y de la previsión meteorológica permitía deducir, sin grandes dotes predictivas, que el riesgo a la vista era muy alto. Sin embargo, no consta que esos datos condujeran a una alerta máxima a la población a esas horas tempranas y en la medida de lo que se le podía venir encima –y se le vino–.

Hay que tener en cuenta que muchas de esas estaciones de aforo están situadas en zonas de cabecera, es decir, en puntos de la cuenca hidrológica del Júcar que permiten augurar lo que va a llegar aguas abajo, en los tramos de río más próximos al mar. La estación de aforo que registró ese aumento de caudal de más del 2.000% en sólo 180 minutos en el río Magro, muchas horas antes de la tragedia, se encuentra en Requena.

Información telemática al instante

El SAIH es un sistema que transmite datos en tiempo real y que, además, se publican al instante en internet. En la levantina cuenca del Júcar hay un total de 54 estaciones de aforo que miden y envían telemáticamente el dato al momento.

Parte de esas estaciones de medición de caudales de la Confederación Hidrográfica del Júcar (Ministerio de Transición Ecológica, que dirige Teresa Ribera) se ubican en ríos de la cuenca que arrancan o discurren por provincias que limitan con la Comunidad Valenciana: en concreto, Albacete, Cuenca y Teruel.

Pluviómetros y embalses

Además, el SAIH del Júcar cuenta con decenas de pluviómetros repartidos por toda la cuenca hidrológica que, constantemente, miden la cantidad de lluvia que está descargando, lo que ayuda todavía más a realizar una gestión del riesgo y de la política de alertas. Y a ello se añaden los registros que se transmiten desde los embalses, que indican cuál es su nivel en cada momento, cuánta agua albergan, a cuánto están sobre su capacidad máxima, qué caudal está llegando y saliendo de cada presa –allí donde hay embalses, en episodios de riadas se deben usar como barrera de contención para amortiguar las avalanchas de agua–.

Cada confederación hidrográfica, todas ellas dependientes del Gobierno central, cuentan con sus propios SAIH, con sus propios Sistemas Automáticos de Información Hidrológica, que cuestan millones de euros cada año. Como se ha indicado, sólo el que tiene la levantina Confederación Hidrográfica del Júcar cuesta más de 2 millones de euros al año.

A menudo, esas estaciones de aforo dejan de transmitir datos. Suele ocurrir precisamente cuando se producen grandes avenidas de agua. Los equipos no son infalibles y pueden quedar anulados por las riadas. Ha ocurrido en el SAIH del Júcar estos días. Pero cuando dejaron de transmitir el desastre ya estaba encima; antes habían ido transmitiendo datos que eran muy reveladores de cómo habían empezado a aumentar fuertemente los caudales con una DANA que todavía iba a tardar varias horas en azotar con su máxima virulencia.