Carmen Ladrón de Guevara (AVT): «Zapatero le dio una victoria a ETA. A Otegi le debemos 853 muertos»
"Bildu debería estar ilegalizada. Incumple todos los días las condiciones que le puso el Constitucional"
"ETA estaba derrotada policialmente y por la ilegalización de su entorno. Zapatero les dio una victoria devolviéndolos a las instituciones"
La abogada de la AVT plasma en su libro 'Avances y carencias en la protección jurídica a las víctimas del terrorismo' el rosario de humillaciones que han tenido que sufrir durante décadas
Vea completa la entrevista a Carmen Ladrón de Guevara en HOY RESPONDE
«A Otegi le debemos 853 muertos». Carmen Ladrón de Guevara, abogada de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) muestra así su rechazo a un personaje que -confiesa- le produce especial antipatía en ese mundo oscuro de ETA: «He coincidido varias veces con él en la Audiencia Nacional. Es un cínico». Carmen Ladrón de Guevara tiene claro que devolviéndolos a las instituciones, «Zapatero les dio una victoria cuando ETA ya estaba derrotada policialmente y gracias a la ilegalización de su entorno político, social y económico que es el que les permitía ser operativos». Por eso se indigna cuando escucha a Zapatero llamar «hombre de paz» a Arnaldo Otegi (como si España le debiera algo), pero más al escuchar al ex presidente decir que ETA dejó de matar gracias a su negociación con Otegi. Recuerda la decepción del día en que el Constitucional legalizó a Bildu por las presiones del gobierno Zapatero: «Pensé: ¿tanto dolor para esto?».
Carmen Ladrón de Guevara lleva más de 15 años acompañando y defendiendo a las víctimas del terrorismo y teniendo que mirar, cara a cara, a los ojos de sus asesinos. En HOY RESPONDE de OKDIARIO presenta su libro: ‘Avances y carencias en la protección jurídica a las víctimas del terrorismo’. «Es un análisis -dice- de la legislación específica sobre víctimas del terrorismo en España (incluídas las autonomías) y en Europa. Lo escribí pensando en los actores jurídicos que interactúan con las víctimas del terrorismo porque ahí existía una laguna». Es, también, una guía de buenas prácticas para la asistencia jurídica a las víctimas en la que detalla los derechos que asisten a las víctimas en la Audiencia Nacional.
El libro cubre un hueco legal y nace de la propia experiencia personal y profesional de la abogada. Durante años ha sido testigo de humillaciones en la Audiencia a las víctimas y falta de tacto y sensibilidad hacia ellas. Reconoce que, hoy, «hay sensibilidad con las víctimas de otros delitos, pero no con las del terrorismo».
Relata los años oscuros de los 80′ y los 90′ hasta que llegó, con Aznar, la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo de 1999 y el Estatuto de la Víctima del Delito de 2015 con Rajoy. «Se avanzó en la sensibilidad del trato procesal a otras víctimas, pero con las del terrorismo se estancó».
Cuenta la experiencia que le llevó, justo antes de la pandemia, en 2020, a escribir definitivamente el libro: «Una víctima de un atentado de 2002 nos llamó. Hacía años que había tenido un juicio y ya daba por olvidado el tema. Pero recibió una citación para acudir a Madrid a declarar en la Audiencia Nacional. Acudió a nosotros porque no sabía nada. En la Audiencia ni le cogían el teléfono. Investigamos y efectivamente pudimos averiguar de qué procedimiento se trataba. Pero declaraba el lunes siguiente y ya no daba tiempo a solicitar que lo hiciera telemáticamente. Se tuvo que venir a Madrid. Fuimos a recogerla a la estación porque ahí empieza muchas veces el acompañamiento de la AVT a las víctimas. Vienen solas a Madrid. Ella solo pidió dos cosas para ir a la Audiencia: no cruzarse con el terrorista y que su imagen no se hiciera pública. Pues las dos fallaron. Se cruzó con el terrorista, que le miró a los ojos, y su cara salió por todos lados. Para colmo, el terrorista fue absuelto y ella se enteró de la sentencia por la prensa».
Carmen Ladrón de Guevara, que nunca pensó en dedicarse a la abogacía, recuerda que su trabajo es, ante todo, un compromiso moral con las víctimas desde un 14 de febrero de 2005, el día que, como estudiante, acudió por primera vez a un juicio de ETA en la Audiencia Nacional. No dio crédito: «Fue un cachondeo. En la sala estaban los familiares y amigos de los presos que, como siempre, venían en autobuses desde el País Vasco. Entre ellos, mezclados, cinco víctimas del terrorismo. Sufrieron durante la vista todo tipo de comentarios, risas, miradas… Les pegaban cosas en la espalda y hasta chicles en la silla. Semanas después, en otro juicio, la viuda de un asesinado que había venido desde un pueblo de Extremadura, estaba allí sentada, sola, sufriendo lo mismo, con las cinco víctimas que iban a todas las sesiones para dar testimonio de su fortaleza. Y yo me preguntaba: ¿Cómo pueden estar aquí solas, en pleno centro de Madrid, pasando esto?».
Esta ha sido la historia no contada, también, de las víctimas de ETA. Las humillaciones en los juicios, la desinformación sobre sus procesos, el cruzarse cara a cara con el asesino de su ser querido, la falta de tacto y sensibilidad de los actores procesales… y tantas cosas: «Muchas víctimas ni se personaban en la causa porque la ley les obligaba a hacerlo en los tres días siguientes al atentado. ¿Qué viuda estaba en condiciones de hacerlo, de buscarse un abogado y un procurador en unos momentos así?». A partir de ahí, al no estar personada, el silencio: nadie les informaba sobre la investigación y el procedimiento.
Carmen Ladrón de Guevara está revisando 600 sumarios de ETA para poder concretar cuántos crímenes hay sin resolver: «Me quedan 86 aún». Su trabajo es más que meritorio. Es heróico. Llama la atención que para saber esto, la administración ni mueva un dedo e informe a los ciudadanos y que tenga que ser ella la que sacando horas a las noches revise uno a unos miles y miles de folios de cientos de sumarios perdidos.
Indemnizaciones
Es como el pago de las indemnizaciones establecidos en las sentencias. Otra de las humillaciones que sufren las víctimas. La desidia política ha permitido durante años que los terroristas se libren de abonarlas declarándose insolventes. «En 1996 ya debían 55.000 millones de pesetas [más de 330 millones de euros] a las víctimas». Una cifra escandalosa ya hace 25 años.
El problema se resuelve, solo en parte, nada menos que en 1999. La Ley de Víctimas del Terrorismo de Aznar habilitó al estado a subrogarse, adelantar el pago a las víctimas para luego reclamarlas a los terroristas en nombre de ellas. Pero con un problema: no fue hasta 2016, con Rajoy, cuando una reforma legislativa permitió al estado tener la herramienta legal para poder reclamar ese dinero a los terroristas. Hasta entonces, nada. De eso, hace 5 años. De la historia de terror de ETA, más de 50. Todo demasiado absurdo. Conclusión: aquí hemos pagado todos [el estado] las indemnizaciones de muchos terroristas que ya están libres, haciendo su vida tan tranquilos («se creen que esto es Jauja», dice Carmen) y sin pagar un euro a sus víctimas.
Carmen Ladrón de Guevara cuenta que hay más de 800 expedientes de reclamación abiertos en el ministerio del Interior y que «la Guardia Civil ha realizado varias operaciones para embargarles propiedades, coches, sueldos… Lo que pueden. Por lo menos, hacerles la vida un poco más difícil». Mientras, para sus víctimas no sólo la ruina vital, sino también la económica: «La mayoría de víctimas de los 80′ son militares, policías o guardias civiles. Sus mujeres dependían de ellos. De repente se veían viudas, al cargo de sus hijos y teniendo incluso que abandonar la casa cuartel o la vivienda militar que ocupaban».
Hay otro hueco legal que las víctimas están sufriendo especialmente en estos meses de traslados de etarras y progresiones de grado penitenciario: «Las víctimas no pueden recurrir el tercer grado de sus terroristas. Sólo pueden recurrir su libertad condicional, pero cuando llegan ahí, después de que Instituciones Penitenciarias les haya concedido el segundo y el tercer grado, lo tienen difícil porque ya no tienen argumentos legales».
«Hemos avanzado mucho en la protección a las víctimas», dice Carmen Ladrón de Guevara, pero la descripción que hace de las carencias sufridas durante décadas convierten toda esta suerte de situaciones injustas, absurdas o humillantes en una nueva deuda pendiente de la sociedad española con ellas.
Carmen Ladrón de Guevara sabe que, con la toga puesta, debe ser fría y racional para no perjudicar a sus defendidos, pero reconoce que, en alguna ocasión no ha podido contenerse. Como en el juicio en el que el hijo del sanguinario Domingo Troitiño argumentaba al juez que la política de dispersión carcelaria «había roto su núcleo familiar» porque tenía que viajar cientos de kilómetros para visitar en prisión a su padre: «Le dije. Mira tu padre ha roto 28 núcleos familiares. Los de sus 28 asesinatos. Y sus familias no recorren cientos de kilómetros como tú para ver a tu padre, sino a poner flores en una tumba».
Carmen es testigo de esta otra ‘Memoria Histórica’ (más reciente, sin duda, que la Guerra Civil) que a Sánchez y al PSOE no les importa nada: la de los hijos de los asesinados, a quienes sus madres ocultaron lo ocurrido para poder vivir y salir adelante, y que ahora quieren saber: «Son hombres y mujeres hechos y derechos, que de niños no supieron nada, pero que ahora reclaman saber quién es el asesino de su padre. Ellos dicen: ahora quiero saber».
Es el trabajo incansable de Carmen Ladrón de Guevara y de la AVT, corran los tiempos los tiempos que corran, incluso los de ahora, que son de olvido desgraciadamente. Carmen confiesa que no es de hierro, pero tanto dolor a su alrededor durante años le hace hacerlo con dureza en la expresión. Sin una concesión, casi, a la lágrima. Aunque, claro que sí, ha llorado: «Me apoyo mucho en los psicólogos de la AVT. Me preocupan las víctimas. Recuerdo que al salir de un juicio llamé a Ángeles Pedraza, entonces presidenta de la AVT, para contarle cómo había ido. Era tal la tensión, me dio tal bajón que se me saltaron las lágrimas. Yo me disculpé y ella me dijo: Carmen, el día que tú no te emociones después de un juicio dejarás esto». Carmen sonríe (sin excesos) al recordar el momento en que llama a una víctima para comunicarle una sentencia condenatoria: «Es lo más satisfactorio. Llamar a una víctima y decirle: lo hemos conseguido». Pero, como toda moneda, la historia tiene su cruz. La del momento de comunicar una sentencia absolutoria: «Sí», reconoce. «Lo paso mal».
Porque Carmen Ladrón de Guevara ha hecho de esto su vida. Un compromiso moral con la Verdad, la Dignidad, la Memoria y la Justicia para todos aquellos que se cruzaron en el punto de mira de ETA, para quienes más sufrieron la historia de dolor y sangre de ETA que ahora quieren que olvidemos. Como si no hubiera pasado nada.
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