El Supremo condena hasta 8 años cárcel a los tres responsables en la estafa piramidal de Arte y Naturaleza
La Sala II ha condenado a penas de entre 7 años y medio y 8 años de cárcel a tres ex directivos de la sociedad Arte y Naturaleza al confirmar que fue el instrumento de una estafa piramidal mediante la venta de obras de arte sobrevaloradas, en la que fueron engañadas más de 19.000 personas por importe superior a 434 millones de euros.
Otros dos acusados, uno ex director financiero de la sociedad y el segundo auditor, ha sido condenados como cooperadores necesarios de delitos de falsedad de las cuentas anuales, a 2 años de cárcel y 1 año, respectivamente.
La sentencia además, a instancias de la Fiscalía, establece que deben aplicarse a las indemnizaciones reconocidas a los 19.360 perjudicados los intereses desde la fecha en que la sociedad entró en concurso, el año 2006, y no solo desde la fecha de la sentencia.
La cuantía principal asciende a un total de 432,2 millones de euros, que son condenados a abonar conjunta y solidariamente los tres principales acusados: el exdirector general Raul García López (cuya condena de cárcel es de 8 años), el exconsejero y exdirector de sucursales Andrés Macho Henares (condena a 7 años y medio de cárcel), y la exconsejera Alba María García Santiago (condenada a 7 años y medio de cárcel).
Esta última es hija de Guillermo García del Toro, ya fallecido, que fue quien montó en 1996 el negocio piramidal de Arte y Naturaleza siguiendo el patrón de Afinsa (que realizó la estafa mediante sellos, en vez de con obras de arte), empresa donde él había trabajado de vendedor en los años 80.
El alto tribunal, en sentencia de la que ha sido ponente el magistrado Miguel Colmenero, rechaza el argumento de los recursos contra la existencia de un delito de estafa de notoria gravedad y que afectó a una generalidad de personas.
Así, explica que no hubiese sido delictivo que la sociedad procediera a la compra de obras de arte, y a su venta a terceros, los clientes, por un precio determinado, y añadiendo como hicieron en Arte y Naturaleza un compromiso de recompra por un precio superior transcurrido un periodo temporal establecido en el contrato.
Sin embargo, se trata de una estafa, como ocurrió en este caso, cuando se oculta al cliente que los objetos que se le vendieron como obras de arte, o una parte importante de ellos, tenían en el mercado un valor notoriamente inferior a aquel en el que se adjudicaron, siendo a veces inexistente.
Asimismo, esos objetos no podían ser vendidos por la sociedad a terceros en el mercado al precio en que se los vendieron, pues nadie pagaría esa cantidad por ellos. Se les ocultó además que, ante esta realidad, para hacer frente al compromiso de recompra, la sociedad necesitaba ineludiblemente el dinero pagado por otros clientes por obras de arte.
“Es claro que en estos casos –resume el Supremo– el cliente adquiere un objeto, engañado acerca de su valor en el mercado, acerca de sus posibilidades de revalorización y acerca de las posibilidades que tiene la sociedad de hacer frente al compromiso de recompra que contrae con el cliente”.
El alto tribunal absuelve por falta de pruebas concluyentes de que conociesen la estafa al exdelegado en Madrid de la sociedad Mario Marina Dimas, el exdirector artístico Francisco Miguel Cano López, y la exdirectora de marketing Ana Isabel Rodrigo Carromero.
Respecto a dos de los principales acusados, Raul García López y Andrés Macho Henares, confirma que cometieron los delitos de estafa agravada y de insolvencia punible, pero les absuelve del de falsedad contable, que también apreció la Audiencia Nacional, porque no intervinieron en la formulación y presentación de las cuentas anuales de 2014 (que era lo que se dilucidaba), ya que dicho delito se consuma cuando las cuentas, ya elaboradas, y en su caso, auditadas, inician su camino para la presentación a los socios que han de aprobarlas. Lo que hicieron ambos fue firmar dichas cuentas como socios.
Además, en ambos casos, el Supremo destaca que existió un concurso ideal entre el delito de estafa y el de insolvencia punible, al ser un solo hecho que constituye dos delitos. En este caso, la insolvencia tiene su origen en la propia naturaleza del negocio fraudulento.
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