Economía doméstica: Cómo ahorrar en la factura de la luz
Si se busca ahorrar en nuestra economía doméstica, una de las primeras facturas que miramos con lupa es la de la luz. Un consumo que en la inmensa mayoría de los casos se puede controlar.
Para evitar sustos, una de las primeras recomendaciones tanto de expertos como de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) es solicitar la discriminación horaria. Esta es una tarifa que establece dos franjas con precios diferenciados. La franja más barata empieza a las 10 de la noche y se alarga hasta las 12 de la mañana del día siguiente en invierno. En periodo estival se acorta hasta las 11 de la mañana.
En el caso de no tener una tarifa con discriminación horaria, existen pequeños gestos para cada rincón de nuestra casa que, si se usa, marcan una gran diferencia en la factura de la luz.
Electrodomésticos en reposo consumen
Para reducir la factura de la luz debemos apagar los electrodomésticos que no estemos utilizando. Incluso, muchos consumidores des desenchufan. En cualquier caso, no hay que olvidar que los aparatos que se quedan conectados en estado de reposo o “stand by” (por ejemplo, la televisión con la luz roja) consumen electricidad y provocan un incremento en la factura.
Entre todos los electrodomésticos, son las secadoras, los microondas y las vitrocerámicas los responsables de que se eleva la factura de la luz. No obstante, si cuando cocinamos apagamos la ‘vitro’ minutos antes de terminar la receta y se emplea el calor residual, se reduce el gasto.
Las organizaciones de consumidores recomiendan, siempre que se pueda, no utilizar secadora si el objetivo es pagar menos en la factura de la luz. Asimismo, lavar en frío. Tanto la lavadora como el lavavajillas consumen más en programas de lavado caliente.
Ocurre lo mismo con las duchas. Y es que, darse una ducha a una temperatura superior a 40 grados eleva el consumo, lo que refleja una mayor factura.
Tanto en invierno como en verano, la temperatura de nuestra casa se puede regular. no es necesario vivir en un iglú en verano y en una sauna en invierno. Se puede hacer, pero si el objetivo es ahorrarse unos euros a final de mes, tener la casa en una temperatura óptima, entorno a los 20 o 21 grados, es lo ideal para no tener sustos a final de mes.
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