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Garbiñe ilumina al tenis español

  • Francisco Rabadán
  • Redactor jefe de deportes. He tenido la oportunidad de cubrir dos Juegos Olímpicos, varios Mundiales de distintas disciplinas y algún que otro All-Star de la NBA con los Gasol. De Córdoba y sin acento.

Garbiñe Muguruza se enteró en un avión en Wuhan a Pekín. “No miro nunca esas cosas. Es algo que no quiero saber nunca”, explicaba la tenista. Su quinta posición en el ránking de la WTA supone la más alta de su carrera y la mejor para una española desde que Conchita Martínez acabara en ese puesto la clasificación en 2000. “Espero poder mantenerlo el resto del año”, añade.

La jugadora, que alcanzó la final del torneo de Wuhan este pasado fin de semana, ha ganado tres posiciones en la clasificación, aunque todavía no está clasificada para el Torneo de Maestras. “Sin duda está siendo una buena temporada. Si estás mejorando, sobre todo en la pista de tenis y también en tu ranking, sienta bien. Esto significa que probablemente esté haciendo las cosas correctas”, comentó la finalista en Wimbledon esta temporada.

Muguruza no ha conseguido levantar esta temporada ningún título y ha tenido en la regularidad a su mejor aliado para alcanzar dos finales. El cambio de entrenador -rompió con Alejo Mancisidor- en el pasado mes de agosto parece haber tenido efecto con la llegada del galo Sam Sumyk -llevó a Victoria Azarenka a ganar dos Grand Slams-, con quien ha alcanzado los cuartos de final en Tokio y la final en Wuhan.

La española de origen venezolano sueña ahora con disputar por primera vez en su carrera el Torneo de Maestras en Singapur. La número uno del mundo Serena Williams no volverá a jugar en lo que resta de temporada y deja abierta la plaza a que Garbiñe la consiga asegurar en Pekín y tenga relativas opciones de competir contra las mejores.

El tenis femenino español vuelve a sonreír tras un largo periodo de sombras. Arantxa (401) y Conchita (214) lograron acumular más de 600 semanas entre ambas entre las cinco mejores del mundo. Ahora le ha llegado la hora a Garbiñe, una tenista diametralmente opuestas a nuestras viejas glorias, con la pegada como bandera de juego.