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Es el único que hay: el municipio catalán que conserva su nombre en español

  • Gemma Meca
  • Licenciada en Historia, máster en Periodismo y Comunicación Digital. Redactora en Ok Diario. Cuento historias, soy amante de los astros, sigo a la luna, los TT de Twitter y las tendencias en moda. Experta en noticias de consumo, lifestyle, recetas y Lotería de Navidad.

Hay un único municipio catalán que conserva su nombre en español, es uno de los que parece que se ha quedado anclado en el tiempo. Cuando llegaron las autonomías y Cataluña se quedó con las competencias lingüísticas el primer paso fue catalanizar todos los nombres. Algunos no dudaron incluso de hacer lo propio con su propio nombre con la llegada de nuevos tiempos de cambio. Con lo cual, el DNI se vio completamente afectado, no sólo había cambiado el nombre que había en él y ya estaba permitido, sino que también lo había hecho su municipio de residencia o de nacimiento.

Muchos cambios que no han afectado a un municipio que parece que sigue anclado en el tiempo. Una de las joyas que debemos visitar, yo no por el nombre, sino por el lugar en el que está situado y la tradición vinícola que lo acompaña. Este pueblo de Tarragona decidió no catalanizar su nombre, manteniendo su autenticidad, algo que ha acabado siendo lo que ha marcado para siempre a este lugar. Sin duda alguna, es una singularidad de este municipio y sus habitantes que debemos conocer.

Es el único que hay

Todos y cada uno de los municipios de Cataluña fueron invitados a cambiar de nombre. El entonces primer gobierno del partido de Junts por Cataluña, por aquel entonces, Jordi Pujol, estaba al frente de Convergencia i Unió, asumió el papel de crear una Comunidad autónoma desde cero.

Siendo el presidente que más años ha estado en el poder, pero no el que más imputaciones por corrupción acumula. Su mandato ha pasado a la historia, como aquel que hizo que el catalán, una lengua que se había quedado al margen de una castellanización que daba al castellano prioridad, pasará al primer puesto.

Es decir, lo mismo que había pasado con el catalán, siendo motivo de exclusión no hablar castellano, en sus tiempos y también ahora está pasando en esta comunidad autónoma. Los nombres siempre generan una cierta controversia, ya que es la forma de llamar a una persona o a un lugar lo que se traduce.

Hace más de 40 años lo que se hizo fue poner todos los nombres de los municipios que tuvieran la posibilidad de traducirse en catalán. Siendo un elemento que acabó convirtiéndose en un referente del que se quedó al margen un lugar tan singular como Cabacés.

El municipio catalán que conserva su nombre español

Hay un único municipio que decidió conservar su nombre español, es decir, consiguió poner sobre la mesa una serie de elementos que son claves y que quizás hasta la fecha no existían. Llegó el momento de descubrir unos detalles que son claves y que han hecho de este municipio toda una joya que habrá que descubrir más allá de su nombre.

Siguiendo las directrices del municipio de Cabacés hay algunos detalles que destacan, empezando por su historia: «Hasta el período musulmán no hay ningún indicio que permita asegurar la época en la que fue creado el primitivo núcleo de población de Cabacés. Lo que se sabe seguro es que el pueblo existía durante la dominación musulmana con el nombre de Avincabacer. De esa misma época dataría el castillo de Cabacés, dependiendo directamente del valí de Siurana. En 1149, Ramon Berenguer IV hace donación de este lugar al Abad premostratense de Santa María de Monteflabon (Galía belga), para fundar un Monasterio con el nombre de Vallclara. La vida del Monasterio fue efímera, por eso el prior de Vallclara hizo donación al obispado de Tortosa en 1158, donación que confirmó el Conde de Barcelona en 1159. Así se inició la Baronía de Cabacés, en la que quedaron integrados también los pueblos de Margalef, La Bisbal, la Vilella Baixa, la Figuera y el Lloar, bajo la jurisdicción de la sede tortosina. En 1185, el obispo de Tortosa, Ponç de Mulnells dio Carta de Población a los habitantes de Cabacés. Desde entonces, el título de Barón de Cabacés fue ostentado por los prelados tortosinos, que compartían la señoría con el Conde de Prades. La Baronía persistió hasta el siglo XIX en que se abolieron las señorías. Sin embargo, los obispos de Tortosa continuaban disfrutando del título; en 1991 el obispo Ricard M. Carles renunció por considerarlo un honor fuera de tiempo».

Por lo que está muy ligado a una historia de Cataluña de la que decidió quedarse al margen, al menos en cuanto a nombres se refiere. Conservó esa singularidad que durante estos siglos lo han convertido en el municipio que es. Muy ligado a la tradición vitícola y con una serie de sensaciones que lo convierten en esencial.

Sin duda alguna ha acabado siendo un enclave único que hay que visitar, quizás en estas vacaciones para convencerse de su singularidad y probar una increíble gastronomía.