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El significado de que aparezcan manchas rojas en el huevo, según los expertos

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Los huevos son uno de los alimentos más consumidos del mundo gracias a su amplio abanico de beneficios para la salud y su versatilidad en la cocina. Cuando los rompemos para hacer un huevo frito o una tortilla de patatas, por ejemplo, lo normal es que la yema sea amarilla o anaranjada y la clara transparente. Sin embargo, a veces encontramos manchas rojas en el huevo, generalmente flotando cerca de la yema o en la clara, y nos preguntamos si es seguro comerlo o si, por el contrario, es peligroso para la salud.

Los expertos en seguridad alimentaria, estas manchas reciben el nombre de «manchas de sangre» y aparecen cuando se rompe un pequeño vaso sanguíneo del aparato reproductor de la gallina en el momento de la formación del huevo. Esto ocurre durante la ovulación, cuando la yema se libera del ovario y empieza su recorrido por el oviducto. Como resultado, se quedan atrapadas en el interior pequeñas manchas rojas, las cuales podemos observar una vez rompemos el huevo.

¿Qué significan las manchas rojas en el huevo?

Los expertos en avicultura explican que hay una serie de factores que aumentan la probabilidad de que una gallina ponga huevos con manchas rojas. En primer lugar la edad, ya que las gallinas jóvenes, durante su primera etapa de puesta, suelen tener pequeños sangrados. También influye la alimentación: deficiencias en vitaminas como la A y la K, que tienen un papel clave en la coagulación, pueden favorecer la ruptura de vasos sanguíneos.

Las gallinas también pueden sufrir las consecuencias del estrés. Los ruidos o los cambios bruscos en la iluminación pueden alterar su fisiología reproductiva. Finalmente, las temperaturas extremas, tanto en invierno como en verano, y los cambios de estación, explican por qué algunos huevos tienen más incidencia de manchas que otros.

En España y en buena parte de Europa, los sistemas de control de calidad de la industria avícola incluyen procesos de ovoscopia» que consisten en inspeccionar los huevos a contraluz. Gracias a esta técnica, es posible detectar fisuras, deformidades y, en muchos casos, manchas internas. Los huevos con defectos visibles no se ponen a la venta, sino que se  destinan a la industria alimentaria (por ejemplo, para elaborar ovoproductos pasteurizados).

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) y la USDA (Departamento de Agricultura de Estados Unidos) coinciden en que la presencia de manchas rojas en el huevo no supone un riesgo sanitario. Siempre que no presente mal olor, la cáscara no esté roto y se mantenga dentro de la fecha de consumo preferente, el huevo es completamente apto para el consumo. Ahora bien, si las manchas resultan desagradables, se pueden retirar con una cuchara o con la punta del cuchillo.

Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, explica en su blog Gominolas de Petróleo la diferencia entre manchas de sangre y manchas de carne:

¿Cómo saber si un huevo está malo?

Ya hemos visto que la presencia de manchas rojas en el huevo no implica ningún riesgo para la salud. Sin embargo, sí hay una serie de señales a las que conviene prestar atención porque indican que el huevo se encuentra en mal estado y, por lo tanto, no es apto para el consumo.

La cáscara, aunque parece dura, en realidad es porosa y permite el intercambio de gases. Teniendo esto en cuenta, si presenta grietas o está pegajosa, lo más probable es que haya sufrido contaminación bacteriana. Asimismo, la presencia de manchas verdosas, oscuras o moho en la superficie es un signo muy claro de descomposición.

Al romper el huevo, la apariencia tanto de la clara como de la yema es un indicador clave. Cuando el huevo se encuentra en mal estado, la clara se vuelve turbia y acuosa y la yema presenta tonos negros, grisáceos o verdosos.

Finalmente, el mal olor es la señal definitiva. El huevo fresco no huele prácticamente a nada, mientras que uno que se ha echado a perder desprende un olor a putrefacción muy desagradable.