Curiosidades
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La expresión que dicen todas las madres de España sin saber que su origen está en las misas de hace siglos

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Hay expresiones que forman parte de nuestro día a día desde que tenemos uso de razón, aunque rara vez nos detenemos a pensar de dónde vienen. Una de ellas es «más limpio que una patena», una expresión profundamente arraigada en el habla popular española y cuyo origen se remonta a varios siglos atrás.

Cuando decimos que algo está «más limpio que una patena», sabemos muy bien cuál es el significado: que está impecable, reluciente, sin una sola mancha ni mota de polvo. Todos hemos escuchado a nuestras madres pronunciarla en alguna ocasión sin saber que nació en el ámbito religioso y, más concretamente, en uno de los objetos de la liturgia católica.

‘Más limpio que una patena’: una expresión con origen religioso

La patena es un pequeño platillo, generalmente circular y ligeramente cóncavo, que se utiliza durante la misa católica para depositar la hostia consagrada, que representa el cuerpo de Cristo tras la consagración. Por lo tanto, cualquier objeto que entre en contacto con la hostia consagrada debe reunir unas condiciones muy concretas de pureza, limpieza y respeto.

Tradicionalmente, las patenas se fabricaban con metales nobles, como oro o plata, por dos motivos: simbolizan la sacralidad del rito y son más fáciles de mantener y menos propensos a deteriorarse con el tiempo. En épocas pasadas, las patenas eran incluso más grandes que las actuales, y muchas estaban decoradas con grabados religiosos, inscripciones en latín o símbolos cristianos.

La limpieza no era solo una cuestión de higiene, sino también de reverencia. Tras cada celebración, la patena se limpiaba con esmero, a menudo siguiendo rituales específicos, para garantizar que no quedara ni el más mínimo rastro de suciedad.

Como ocurre con muchas expresiones populares, el salto del ámbito religioso al lenguaje coloquial fue progresivo y casi imperceptible. Durante siglos, la mayoría de la población asistía regularmente a los oficios religiosos y estaba familiarizada con los objetos litúrgicos.

La patena, por su brillo característico y su aspecto  impecable, destacaba entre el resto de objetos del altar. De ahí que, cuando alguien quería exagerar el grado de limpieza de algo, dijera que estaba «más limpio que una patena». La comparación resultaba inmediata y comprensible para cualquiera que hubiera asistido a misa. Con el tiempo, la expresión se consolidó y se empezó a utilizar en contextos completamente ajenos a la religión.

«Más limpio que una patena» no es un caso aislado. El español está repleto de expresiones con raíces religiosas que utilizamos prácticamente a diario sin reparar en su origen.

Un ejemplo claro es «lavarse las manos», expresión que procede del pasaje bíblico en el que Poncio Pilato se desentiende de la condena de Jesús. Hoy la utilizamos para referirnos a quien evita asumir responsabilidades. Algo similar ocurre con «cargar con la cruz», que alude al sufrimiento de Cristo camino del Calvario y que actualmente describe a quien soporta una carga pesada.

Otra expresión habitual es «ser un santo», utilizada para definir a una persona extremadamente paciente, bondadosa o comprensiva. En la misma línea encontramos «estar en el limbo», una referencia teológica a un estado intermedio que hoy se utiliza para describir situaciones de incertidumbre.

Incluso expresiones menos evidentes, como «hacer leña del árbol caído», tienen un trasfondo moral heredado de la tradición cristiana. La frase remite a la idea de aprovecharse de quien ya ha caído o atraviesa un mal momento, algo que durante siglos fue condenado como una conducta reprobable.

Así, cada vez que usamos una de estas expresiones, estamos repitiendo, sin saberlo, fragmentos de un pasado colectivo. El lenguaje actúa como un archivo vivo donde se almacenan creencias, costumbres y formas de entender el mundo.

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