¿Los elefantes pueden «morir de amor”?
¿Cuál es el sentimiento que más nos hace suspirar? El que te acelera el corazón y planta mariposas en tu estómago. No puede ser otro que el amor en todas sus variedades. Y por consiguiente, el dolor de un “adiós” que deja hecho añicos aquellos corazones por los que ha pasado. Pero no solo se resienten los corazones humanos, sino que los de los elefantes también lo hacen. Incluso llegando a “morir de amor” como diría Camilo Sexto. Te lo contamos.
La memoria nutre sus sentimientos
La frase “tienes un corazón que no te cabe en el pecho” desde luego se cumple en estos enormes animales. Pero si hay algo en lo que los elefantes se parecen a los humanos es su memoria. Un poder que les hace potentes y débiles al mismo tiempo, ya que sienten y rememoran como hacemos nosotros cuando recordamos a esa persona que marcó nuestra vida y ahora, desde lejos, echamos de menos. La inteligencia no solo reside en el cerebro, también en el corazón.
Otro aspecto muy destacable de estos animales es su capacidad protectora, que recuerda a una madre primeriza pendiente de su bebé. Un amor y una protección que no se acaba con la madurez de las crías, como ocurre en el resto de animales, sino que el “cordón umbilical” a veces dura para toda la vida. Y, por supuesto, no hay mayor dolor que el que siente una madre si algo le ocurre a sus hijos. Precisamente el término muerte tiene cabida en sus cerebros, capaces de sentir y expresar emociones. Un fenómeno que les aterra como a nosotros. Tanto que, cuando un elefante de la manada fallece, organizan un entierro en su honor. Y, años después, al pasar cerca de la “tumba”, se paran en señal de respeto y recuerdo. Una vez más, la madre naturaleza nos enseña una triste y sabia lección.
El corazón roto
A veces, tras una situación extremadamente dolorosa que nuestra mente no puede encajar y nuestro corazón se niega a aceptar, este último puede decir basta. Hablamos del síndrome del corazón roto, que puede ocasionar infartos tras una experiencia dolorosamente negativa. De hecho, un estudio realizado en Dinamarca concluyó, después de probar en más de un millón de pacientes entre 1995 y 2014, que al menos en el 57% de las personas menores de 60 años, tienen un mayor riesgo de fallecer entre los primeros 8 y 14 días después de una gran pérdida.
Como hemos mencionado, el amor más grande es el de una madre. Tanto así, que si los elefantes pierden a su cría se apartan durante días de la manada. Ha comenzado su luto, que se basará en no separarse del cuerpo inerte de su bebé, oliéndolo y rodeándolo. Lo mismo ocurre si una cría pierde a su madre, acostumbrada a sentirla siempre cerca. Y aumentan sus posibilidades de fallecer. Pero para eso está la manada, para acompañar en el duelo y acoger a esa criatura que acaba de quedar huérfana.
Paralelismos que hacen ver a los elefantes menos animales que humanos. Y más humanos que nosotros mismos. Un sentimiento aún más puro y verdadero, cuando su (gran) corazón no soporta echar de menos el roce de una piel.
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