Curiosidades
San Valentín

15 poemas de amor para mandar en San Valentín

Un bonito poema de amor es una de las mejores opciones para poder felicitar el días de San Valentín

Cuándo es San Valentín y qué se celebra

Menú para una cena romántica de San Valentín

San Valentín es una fecha marcada en el calendario de los enamorados, un día especial en el que el amor se convierte en el protagonista absoluto. Es el momento perfecto para recordar a nuestra pareja cuánto la queremos, agradecer todo lo que hemos vivido juntos y fortalecer aún más el vínculo que nos une. Aunque existen muchas maneras de demostrar nuestros sentimientos, pocas resultan tan auténticas y emotivas como las palabras. Un poema es una expresión pura del amor, un mensaje que va más allá de los regalos materiales y que llega directo al corazón y por ello, nada mejor que conocer los 15 poemas de amor para mandar en San Valentín.

Escribir o dedicar un poema en San Valentín no sólo es un gesto romántico, sino también una manera personal y significativa de transmitir lo que sentimos. No es necesario gastar grandes sumas de dinero para hacer especial este día, pues un simple verso cargado de emoción puede convertirse en el detalle más valioso. En un mundo donde los regalos como joyas suelen ser los protagonistas, un poema resalta por su autenticidad y capacidad de conmover. Es una prueba de amor de los más pura, así que para aquellos que buscan sorprender a su pareja con un detalle lleno de significado, los poemas de amor de la literatura universal son una fuente inagotable de inspiración. Grandes autores han dejado su huella en la poesía romántica con versos que han trascendido generaciones. Figuras como Rafael Alberti, Luis Cernuda o Rubén Darío han escrito sobre el amor en todas sus formas, desde la pasión más intensa hasta el cariño más sereno. Sus palabras, llenas de belleza y sentimiento, pueden ser la manera perfecta de expresar aquello que a veces resulta difícil decir.

15 poemas de amor para mandar en San Valentín

Hemos seleccionado quince hermosos poemas que puedes dedicar en San Valentín para emocionar y sorprender a tu ser querido. Algunos de ellos son breves, ideales para escribir en una tarjeta o enviar como un mensaje especial en este día tan señalado. Otros, más extensos, pueden convertirse en una lectura compartida que refuerce la conexión y el romanticismo de la jornada. Sea cual sea la elección, lo importante es que refleje lo que sientes y logre transmitir todo el amor que llevas dentro. Porque al final, en el día de los enamorados, lo más valioso no es lo material, sino aquello que nace del corazón.

Amor Eterno, de Gustavo Adolfo Bécquer

Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.

Como si cada beso, de Fernando Pessoa

Como si cada beso
Fuera de despedida,
Cloé mía, besémonos, amando.
Tal vez ya nos toque
En el hombro la mano que llama
A la barca que no viene sino vacía;
Y que en el mismo haz
Ata lo que fuimos mutuamente
Y la ajena suma universal de la vida.

Cúbreme, amor, el cielo de la boca, de Rafael Alberti

Cúbreme, amor, el cielo de la boca
con esa arrebatada espuma extrema,
que es jazmín del que sabe y del que quema,
brotado en punta de coral de roca.

Alóquemelo, amor, su sal, aloca
Tu lancinante aguda flor suprema,
Doblando su furor en la diadema
del mordiente clavel que la desboca.

¡Oh ceñido fluir, amor, oh bello
borbotar temperado de la nieve
por tan estrecha gruta en carne viva,

para mirar cómo tu fino cuello
se te resbala, amor, y se te llueve
de jazmines y estrellas de saliva!.

Contigo, de Luis Cernuda

¿Mi tierra?

Mi tierra eres tú.

¿Mi gente?
Mi gente eres tú.

El destierro y la muerte
para mi están adonde
no estés tú.

¿Y mi vida?
Dime, mi vida,
¿qué es, si no eres tú?

Amor constante más allá de la muerte, de Quevedo

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de es otra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado; serán ceniza,
mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado.

Lo fatal de Rubén Darío

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra

y por lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos!…

Soneto de la dulce queja, de Lorca

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.

Los novios, de Octavio Paz

Tendidos en la yerba
una muchacha y un muchacho.
Comen naranjas, cambian besos
como las olas cambian sus espumas.

Tendidos en la playa
una muchacha y un muchacho.
Comen limones, cambian besos
como las nubes cambian espumas.

Tendidos bajo tierra
una muchacha y un muchacho.
No dicen nada, no se besan,
cambian silencio por silencio.

Entre dos fuegos lanzado, de Jorge Manrique

Entre dos fuegos lanzado,
Donde amor es repartido,
Del uno soy encendido,
Del otro cerca quemado;
Y no sé yo bien pensar
Cuál será mejor hacer;
Dejarme más encender
O acabarme de quemar:
Decid qué debo tomar.

Amantes, de Alejandra Pizarnik

Una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío

Si tú me olvidas, de Pablo Neruda

Quiero que sepas
una cosa.
Tú sabes cómo es esto:
si miro la luna de cristal,
la rama roja del lento otoño en mi ventana,
si toco junto al fuego
la impalpable ceniza o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti.

Te quiero, de Mario Benedetti

Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice y todo
y en la calle, codo a codo,
somos mucho más que dos.

Para vivir no quiero, de Pedro Salinas

Para vivir, no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra, hija de otra,
que no sé quién.
Te quiero, pura, libre,
irreductible: tú.

Tu risa, de Pablo Neruda

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.
No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.

Rima XI, de  Gustavo Adolfo Bécquer

—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.

—Mi frente es pálida; mis trenzas, de oro;
puedo brindarte dichas sin fin;
yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.

—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
—¡Oh, ven; ven tú!.