Mario Alonso Puig: «Los humanos vemos desde el pasado, no desde el presente»
El doctor Mario Alonso Puig es médico 'fellow' en cirugía por Harvard University Medical School
Decía Siddhartha Gautama que somos lo que pensamos. El doctor Mario Alonso Puig —médico fellow en cirugía por Harvard University Medical School, dedicado desde hace veinte años a investigar cómo desplegar el potencial humano (especialmente en momentos de desafío, incertidumbre y cambio)—, lo corrobora con datos científicos. Referente mundial en neurociencia, liderazgo y desarrollo personal, conoce la mente humana. Con los resultados de investigaciones de nóbeles y de los científicos de mayor prestigio, emerge en el complejo universo de la neuroplasticidad, reprogramación y la relación entre nuestro intestino y nuestro cerebro; un mundo en el que las creencias limitantes proyectan su influencia sobre el presente. «Los humanos vemos desde el pasado, no desde el presente», afirma, subrayando cómo nuestras experiencias previas, emociones y recuerdos moldean nuestra percepción actual. Lo que Jung llamó «la sombra», ese rincón oscuro del subconsciente donde habitan nuestros miedos y conflictos no resueltos. Tenemos los personajes dormidos. Esta visión la respaldan los estudios del Premio Nobel Eric Kandel, quien demostró que nuestras conexiones neuronales se fortalecen o debilitan en función de nuestras experiencias, un proceso conocido como plasticidad sináptica. Así, nuestras vivencias pasadas configuran literalmente la arquitectura de nuestro cerebro, influyendo en cómo interpretamos el mundo que nos rodea.
Mario Alonso Puig destaca que nuestras creencias pueden ser tanto obstáculos insalvables como potentes aliados. El mayor enemigo del hombre no está afuera, sino dentro de su propia mente. Identificar y desafiar estas creencias limitantes es esencial para liberar nuestro potencial. Este enfoque se alinea con las investigaciones de la neurocientífica Marian Diamond, quien evidenció que el cerebro adulto es capaz de cambiar anatómicamente en respuesta a estímulos y experiencias, reforzando la idea de que podemos reconfigurar nuestras creencias y, por ende, nuestra realidad.
«Las palabras que nos decimos afectan nuestra salud y biología», asevera. No es retórica barata de autoayuda; es ciencia pura. Este concepto se refleja en estudios que muestran cómo el lenguaje y los pensamientos positivos pueden influir en nuestra salud inmunológica y bienestar general. Así, el diálogo interno no es meramente un monólogo inofensivo, sino un escultor que moldea nuestra fisiología y estado emocional. Contrario a la creencia de que el cerebro es una entidad estática, enfatiza que «nuestro cerebro puede seguir evolucionando a cualquier edad». La neuroplasticidad, o capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones neuronales, es potenciada por la ilusión, la novedad y el aprendizaje continuo. La mente es como un campo de batalla donde cada pensamiento es un soldado. Elegimos si entrenamos a un ejército de esperanza o de desesperanza. Este principio fue pioneramente explorado por Santiago Ramón y Cajal, quien describió la capacidad del sistema nervioso para modificar su estructura en respuesta a la experiencia.
Asegura Mario Alonso Puig que el miedo y el vértigo, esas emociones paralizantes, pueden ser vencidas «pasito a pasito». La paciencia y la confianza en pequeñas acciones cotidianas son claves para expandir nuestra zona de confort. Este enfoque gradual se sustenta en la comprensión de la neuroplasticidad, que nos muestra que cambios sostenidos y consistentes pueden remodelar nuestras respuestas emocionales y comportamentales. Él subraya que «podemos entrenar nuestra mente para que el miedo no nos paralice». Las emociones, lejos de ser fuerzas incontrolables, pueden ser gestionadas eficazmente. Lo esencial es evitar estados emocionales disfuncionales que minen nuestro bienestar. Ya sabe usted que el hombre que domina sus emociones domina su destino. Investigaciones de la Universidad de Stanford respaldan esta idea, mostrando que técnicas como la atención plena y la reestructuración cognitiva pueden modificar patrones emocionales negativos, mejorando nuestra salud mental.
¿Existe una fórmula científica para la felicidad? Mario Alonso Puig sugiere que ciertos hábitos pueden alterar nuestra química cerebral para hacernos sentir mejor. La felicidad, ese viejo anhelo humano, no es una quimera inalcanzable, sino una construcción neurobiológica al alcance de quienes saben cómo esculpirla. Hablar con uno mismo de manera positiva, practicar la gratitud y establecer conexiones sociales significativas son prácticas que, según estudios de la Universidad de Harvard, están asociadas con niveles más altos de bienestar y satisfacción vital. En cambio, la negatividad, la ira, el miedo, la impotencia, la desesperanza y estar en entornos no desafiantes, acomodarnos, evitan la neuroplasticidad. Sin duda, practicar el silencio —eso de estar con uno mismo—, combinado con la socialización, ayudan. Recuerda Mario Alonso a figuras como Mateu Ricart, un monje budista de carácter jovial que se refugia durante meses en una cueva en Nepal para conectar consigo mismo. El propio Mario Alonso tiene de modelo a Jesucristo y sus retiros en el desierto, en busca de una conexión profunda con su esencia. Los antiguos ya lo sabían: quien no es capaz de estar sólo consigo mismo, está condenado a una existencia superficial. Y la historia la tenemos plagada de ejemplos que ilustran la importancia de la introspección y el retiro como medios para el autoconocimiento y la paz interior.
La inteligencia emocional —término acuñado por Peter Salovey y popularizado por Daniel Goleman— se refiere a la capacidad de reconocer y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás. Mario Alonso, formado con el Dr. Howard Gardner en Harvard, destaca la relevancia de las inteligencias intrapersonal e interpersonal. La primera implica un profundo autoconocimiento y autogestión; la segunda, la habilidad de entender y relacionarse eficazmente con otros. La combinación de ambas es esencial para el éxito y el bienestar en la vida.
Abordamos con él ese boicot tan nuestro a nuestra felicidad de sabotear nuestros propios esfuerzos cuando estamos a punto de lograr algo significativo. Señala que este patrón autodestructivo puede ser vencido mediante la autoconciencia y la reprogramación de creencias limitantes. Al identificar y desafiar estos pensamientos negativos, podemos liberarnos de las cadenas que nosotros mismos hemos forjado. Incide en la importancia de la memoria y concentración porque la buena toma de decisiones depende de la inteligencia. «Son dos elementos esenciales para el funcionamiento de la inteligencia». Una clave para mejorarlas: leer.
Otro de los aspectos claves para nuestra salud cerebral y emocional es el estado físico. Con él influimos directamente en nuestro rendimiento mental y emocional. Señala Mario Alonso Puig que prácticas como la respiración consciente y una postura adecuada pueden transformar nuestra mente a través del cuerpo. Esta perspectiva holística es respaldada por estudios que demuestran cómo el ejercicio físico y la atención plena pueden promover la neurogénesis y mejorar la conectividad neuronal. Mario Alonso Puig llama a la introspección y al empoderamiento personal. A tomar conciencia. A reprogramar nuestro cerebro. Para ello es necesario el trance (yendo, como dicen los orientales, del mind al no mind). A él le cambió la vida.
Estudios recientes de la Universidad de Harvard y en Stanford han demostrado que la microbiota intestinal influye en la salud mental y el comportamiento a través del llamado «eje intestino-cerebro». Una flora intestinal equilibrada puede mejorar nuestro estado de ánimo y funciones cognitivas, mientras que desequilibrios en esta pueden contribuir a trastornos psicológicos como la ansiedad, la depresión y el estrés crónico. Por ejemplo, un estudio de Harvard evidenció que ciertas bacterias intestinales pueden modular la producción de serotonina, un neurotransmisor clave para la regulación del estado de ánimo. No es casualidad que el 90% de la serotonina del cuerpo se produzca en el intestino y no en el cerebro. Lo cierto es que, desde hace décadas, los científicos han comenzado a referirse al intestino como nuestro «segundo cerebro». No es una metáfora exagerada. El aparato digestivo cuenta con alrededor de 100 millones de neuronas distribuidas a lo largo de su pared intestinal, formando lo que se conoce como el sistema nervioso entérico. Este complejo circuito neuronal no sólo regula la digestión, sino que también envía señales al cerebro a través del nervio vago. Otras investigaciones lideradas por el neurocientífico John Cryan en la Universidad de Cork (Irlanda) han revelado que la microbiota puede modificar el comportamiento humano. En experimentos con ratones, se observó que aquellos con una microbiota alterada presentaban síntomas de ansiedad y depresión, pero cuando se les trasplantaba microbiota de individuos sanos, sus síntomas mejoraban significativamente.
La ciencia nos muestra que no somos prisioneros de nuestro pasado; poseemos la capacidad innata de cuidarnos, reinventarnos, desafiar nuestras creencias limitantes y esculpir un futuro acorde con nuestras aspiraciones más profundas. Como bien lo expresó Ramón y Cajal, «todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro».
Las palabras de Mario Alonso Puig son un arma para quien esté dispuesto a tomar las riendas de su destino. Disfrute de la entrevista —anticipo de la gira que comienza en unos días con una nueva conferencia: «¡Haz lo (im)posible! Conecta con tu mejor versión»—, en la que comparte metodologías innovadoras que ayudan a las personas y a las empresas a superar sus limitaciones y a desplegar su máximo potencial.
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