Grandes científicas olvidadas que merecen un gran reconocimiento
A veces, el mundo es desagradecido y permite que caigan en el ostracismo nombres de personas que tuvieron gran importancia en la evolución humana. Por ejemplo, algunas de las grandes científicas olvidadas que ocupan este artículo que, por sus contribuciones a la ciencia, jamás debieron desaparecer del imaginario colectivo.
Buen ejemplo de ello era Mileva Maric, que fue mucho más que Mileva Einstein, su nombre de casada con el brillante físico Albert Einstein. Sin embargo, esta mujer estudió medicina, cálculo diferencial, química y física, entre otras especialidades. Dio hijos a Einstein, con quien tuvo su relación, pero era la mente creativa tras la Teoría general de la relatividad de su marido y sus cálculos matemáticos fueron vitales para el desarrollo de la Teoría del movimiento browniano.
Tampoco debemos olvidarnos de Maria Winkelmann-Kirch, astrónoma alemana que fue una de las grandes estudiosas de los cuerpos celestes. De hecho, la comunidad científica actual la considera la primera mujer en descubrir un cometa.
Otro gran nombre que merece reconocimiento es el de Dorothy Hodgkin. Esta química de brillante carrera mapeó la estructura de la penicilina a la vez que profundizaba en el desarrollo de cristalografía de proteínas y estudiaba la insulina como medicamento. De hecho, recibió el Premio Nobel de Química en 1964, por el que tuvo que sufrir titulares de prensa tan lamentables como el que decía: ‘Ama de casa de Oxford gana Premio Nobel’.
Otras grandes científicas que merecen reconocimiento
Seguimos con Ida Tacke, la investigadora alemana que añadió a la tabla periódica de los elementos el masurium y el renio, aunque el primero se atribuye de forma injusta a Emilio Segre y Carlo Perrier. Todo ello obra de la discriminación de la mujer en la primera mitad del siglo XX.
Vemos ahora a Henrietta Leavitt, una astrónoma estadounidense que trabajó en el Observatorio Harvard y descubrió el patrón del brillo de las estrellas a finales del siglo XIX, hallazgo básico para calcular distancias astronómicas.
Esther Lederberg fue una microbióloga que arrancó como pionera en la genética. Estudió el factor de fertilidad bacteriana, la réplica en placa para el cultivo de bacterias y el virus bacteriófago λ. Sin embargo, el Premio Nobel fue a parar a su marido en 1958, Joshue Lederberg.
Recordamos también a Jocelyn Bell Burnell, astrónoma que detectó los púlsares junto a Sir Martin Ryle y Antony Hewish.
Y no nos queremos olvidar para terminar de la biofísica británica Rosalind Franklin, pionera en el estudio de la cristalografía en Rayos X que fue la primera en desarrollar una imagen de una molécula de ADN, vital para descifrar la estructura definitiva.
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