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El próximo 14 de junio, una tormenta solar de intensidad moderada impactará sobre la Tierra. El aviso proviene del Centro de Predicción del Clima Espacial de la NOAA (SWPC, por sus siglas en inglés), que clasificó el evento como una tormenta geomagnética de tipo G2 en una escala que va del 1 al 5.
Este fenómeno se origina en un agujero coronal, una región en la atmósfera solar donde las líneas del campo magnético se abren hacia el espacio. Dicha apertura permite la liberación de viento solar a gran velocidad, compuesto por partículas cargadas que, al llegar a la Tierra, interactúan con su campo magnético.
¿Cómo afectará a la Tierra la tormenta solar de este 14 de junio?
Las imágenes tomadas por la misión Solar Dynamics Observatory de la NASA muestran una grieta considerable en el hemisferio sur del Sol. Su forma se extiende como un gran bigote solar y es el canal por el que se escapa el flujo de partículas.
Aunque las tormentas solares de categoría G2 no suelen causar daños graves, pueden tener ciertos efectos en tecnologías que dependen de la atmósfera terrestre superior o de órbitas bajas. Entre los posibles impactos, los organismos especializados han señalado:
- Cambios menores en la trayectoria de satélites.
- Alteraciones en las comunicaciones de alta frecuencia.
- Interrupciones puntuales en sistemas de navegación.
- Variaciones en las redes eléctricas en latitudes altas.
Además, la interacción del viento solar con la magnetosfera terrestre puede provocar la aparición de auroras boreales y australes en lugares donde no son comunes. En este caso, podrían verse desde el norte de Estados Unidos, Alemania o el sur de Canadá, y también en puntos elevados de Nueva Zelanda o el sur de Chile.
El flujo de viento solar podría continuar durante todo el fin de semana. Esto prolongaría los efectos visibles y facilitaría nuevas observaciones tanto para científicos como para astrónomos aficionados.
El apogeo de las tormentas solares
Este evento se enmarca en un contexto de máxima actividad solar. El Sol atraviesa actualmente el punto más alto de su ciclo solar número 25, iniciado en diciembre de 2019.
Este ciclo, de una duración aproximada de 11 años, se caracteriza por una mayor frecuencia de fenómenos como manchas solares, eyecciones de masa coronal (CME) y viento solar de alta velocidad.
Aunque en esta ocasión no se ha detectado una CME, sí se trata de un flujo intenso de partículas procedente de un agujero coronal. Estos sucesos son más comunes durante el máximo solar y pueden repetirse con frecuencia variable en los próximos meses.
El importante rol de la vigilancia espacial para esta tormenta solar y las que están por venir
El seguimiento de este tipo de fenómenos permite mejorar los sistemas de alerta temprana. Los satélites de observación solar, junto con los centros de pronóstico como el SWPC, contribuyen a la recolección de datos sobre la tormenta solar prevista y sus efectos.
La vigilancia constante del clima espacial no solo tiene una función científica, sino también práctica. Las infraestructuras de telecomunicaciones, navegación aérea y suministro eléctrico dependen, en parte, de las condiciones que establece el entorno solar.
Eventos como este sirven para calibrar los protocolos de actuación ante escenarios más extremos.
Tormentas solares anteriores y su impacto histórico
La historia de la actividad solar incluye eventos de magnitudes superiores. Un ejemplo es el conocido Evento Carrington de 1859, considerado la mayor tormenta geomagnética registrada. En esa ocasión, las redes telegráficas del siglo XIX colapsaron en distintas partes del mundo.
Hoy, con sistemas mucho más complejos y dependientes de la tecnología, el estudio de estos episodios es una prioridad en el ámbito de la geofísica y la ingeniería espacial.
Durante el último año, se han documentado tormentas solares que alcanzaron niveles G3 y G4, superiores a la prevista para este 14 de junio. Sin embargo, incluso los eventos moderados, como el anunciado ahora, tienen valor informativo y permiten ajustar los modelos predictivos.
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