Visita al taller de Toni Font en Pollença: obras espectaculares, hermosas y a la vez intrigantes
Piezas que alcanzan a transmitir la profundidad de la realidad por superposición de lo exterior y lo interior
La construcción de una nueva geometría orgánica es uno de los presupuestos teóricos del artista
El eclecticismo domina buena parte de la canalización de expresiones artísticas de finales de siglo XX y principios de XXI, originado tal vez en la disparidad de recursos y herramientas a disposición de los artistas, quizás también en la sobreinformación y multiplicación de los focos de atención, cuyo distinto carácter conlleva un diferente tratamiento por parte de quien pretende adentrarse en sus entrañas para reflexionar.
Uno de los ejemplos más notables que siempre viene a la punta de la lengua en cualquier conversación es el del alemán Gerhard Richter, uno de los más cotizados anualmente en la feria de arte de Basel y en las célebres subastas de Sotheby’s y Christie’s, cuya obra tiene ramas tanto figurativa como constructivista y abstracta, así como también se caracteriza por el uso de infinidad de técnicas y soportes, desde la fotografía, la pintura al óleo o la plasmación digital hasta la escultura o el vídeo arte.
Parece que la realidad del mundo actual no cabe en un único modo de expresión y el artista debe intentar doblegarla y desmenuzarla a través de un intrincado despliegue de recursos.
En este sentido, el artista Toni Font (Pollença, 1977) es un claro ejemplo de este perfil contemporáneo. En su taller-estudio ubicado en pleno centro de Pollença se puede uno acercar a una buena parte de su trabajo a lo largo de los años, un trabajo que abarca fotografía, escultura, pintura, dibujo, collage, estampación digital, etc. Sus obras permanecen tiempo esperando su maduración, en permanente diálogo tanto con el autor como entre sí, pues una parte muy relevante de su actual trabajo requiere de la superposición de varias piezas elaboradas previamente.
Son obras espectaculares, hermosas y al mismo tiempo intrigantes, pues provienen de esa visión intrincada que se tienen en el umbral que separa lo exterior de lo interior, tanto en una edificación (los ventanales con persianas de lamas, por ejemplo), como en lo que hace referencia a los sentidos y aprehensiones humanas.
Esta serie de obras (me centraré en ellas, pues es imposible abarcar en un espacio como éste toda la envergadura de su trabajo) se fundamenta en un principio teórico que tiene un cierto parentesco con el que sustentó en su día el cubismo. Me explicaré: el cubismo pretendió -y consiguió, por cierto- representar la realidad mediante la plasmación en la superficie de dos dimensiones, el lienzo, de una conjunción de los distintos puntos de vista o perspectiva que podía recogerse de aquella, de manera que pudieran apreciarse en la imagen final no sólo una cara o faceta de ella, sino la suma de todas, la vista de delante, de atrás, de lado de un objeto, puesto que así es en realidad su perfil real, que nunca se reduce a un solo plano.
Toni Font realiza una reflexión del mismo cariz sólo que en su caso lo que le preocupa es, como he dicho antes, lo exterior y lo interior, sobre todo de un paisaje —y aquí hay que incluir también los paisajes del alma. La realidad que surge en sus obras integra ambas facetas, ambos estadios de materialización, mediante una superposición muy depurada.
Para ejecutar este proceso, que es lento, forzosamente debe destruirse una obra previa, la que ha entrado en diálogo en el largo tiempo de maduración con la otra que sirve de base. A veces la superposición de franjas afecta a varias piezas, unas obras que si uno las visiona antes de su desmembramiento no puede comprender la sangre fría con la que el artista ha llevado adelante esta labor tan extraña y agresiva con un material previamente tan sensible. Pero el resultado merece la pena.
Además de obras de factura espléndida y de composición y estructura inmaculadas, tienen la virtud añadida de compendiar un cómputo de la realidad exhaustivo, algo improbable de conseguir con obras planas de una visión exclusiva.
Toni Font ha expuesto en distintas galerías —recuerdo una extraordinaria muestra individual en la desaparecida galería Joan Melià de Alcudia en 2014 titulada Libres para ser esclavos— y atesorado diversos reconocimientos, y está en la actualidad preparando dos importantes exposiciones, en las que el público en general podrá tener acceso a una obra que, como vengo diciendo, está repleta de matices tanto plásticos como teóricos, y que desde luego vale mucho la pena.
Una obra singular y personalísima que conjuga la abstracción y la representación figurativa en la fotografía y el collage, y que consigue organizar una nueva geometría orgánica —de otro modo no puede definirse sus estructuras compositivas misteriosamente perfectas y al mismo tiempo libres de patrón alguno— que transmite una imagen caleidoscópica del mundo que se aproxima más a la real que la que puede surgir de la pura y primitiva mirada. Y eso es porque, como he dicho, se trata de una nueva forma de mirar, lo que hace del trabajo de Toni Font algo inusualmente valioso y remarcable.
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