El Belén de la Sang y el de las Capuchinas, dos joyas de Palma que no te puedes perder esta Navidad
El primero llevaba una década sin poder contemplarse y es el belén napolitano más antiguo de Europa (1480)
El de las Capuchinas fue donado por el médico que atendía a las religiosas y su centenar de piezas son del siglo XVIII
El Belén de la Sang y el de las Capuchinas son dos joyas de Palma que no te puedes perder esta Navidad, con el añadido de que el primero llevaba una década sin poder contemplarse y es el belén napolitano más antiguo de Europa (1480).
El de las Capuchinas, por su parte, fue donado por el médico que atendía a las religiosas, está formado por un centenar de piezas, siendo iniciada la colección en 1710 y finalizada en 1712.
En el caso del Belén de la Sang, el público podrá visitarlo hasta el 6 de enero en su popular ubicación en la Iglesia de la Anunciación de Nuestra Señora (conocida como la Sang), junto al Hospital General de Palma. Tras una primera intervención restauradora que ha permitido recuperar el esplendor original de las piezas principales, el Consell se ha asegurado la conservación preventiva de este conjunto patrimonial único.
Después de las fiestas, las figuras volverán a ser retiradas para continuar con el proceso de restauración, que incluye tanto la consolidación estructural de la capilla como la recuperación del conjunto escultórico policromado y dorado.
El origen de este conjunto escultórico único está fechado a finales del siglo XV (1480) y en 2003 el Consell lo declaró Bien de Interés Cultural. Su importancia radica no sólo en su antigüedad, sino también en que es uno de los pocos que se conserva de este periodo y en su singularidad con una estructura curiosa: una gran cueva con ovejas flanqueadas por dos perros, un par de pastores y que sirve como abrigo para el propio nacimiento.
En esta primera muestra de los trabajos de restauración realizados hasta ahora, se han podido ver las piezas más representativas del nacimiento: la cueva barroca con su extraordinaria bóveda rebajada decorada con rocalla, dorada y policromada; la Virgen María y San José, dos figuras de 1480 restauradas con la recuperación de los dorados originales; el Niño Jesús, figura del siglo XIX que en Navidad se presenta recostado sobre una piel de cordero, y los cinco ángeles barrocos que rodean la escena, con la inscripción gloria in excelsis deo.
La intervención ha tenido un doble enfoque. Por un lado, la consolidación estructural de la capilla, con actuaciones como el saneamiento de los muros, la eliminación del zócalo de hormigón que impedía la correcta ventilación, el refuerzo de la estructura de la cueva y la creación de un espacio de circulación vertical para favorecer la recirculación del aire y facilitar el mantenimiento.
Por otro lado, la restauración del conjunto escultórico policromado y dorado, ha permitido recuperar el pan de oro original, la policromía del Espíritu Santo y el brillo de los dorados de los mantos y carnaciones de las figuras. También se ha renovado la iluminación.
No lejos de allí, en un conjunto conventual que ocupa toda una manzana del barrio de San Jaime, se encuentra el popular belén de las Capuchinas. Desde sus orígenes este belén conventual permaneció montado durante todo el año y mantiene las pautas de los modelos napolitanos, si bien tiene peculiaridades propias de los belenes mallorquines.
Es el caso de la colocación de una gloria pintada, organizada en sucesivos planos que forman una corona de nubes y figuras de ángeles, reservando la parte central para una representación de la Trinidad.
Otra peculiaridad destacable es la distribución en el pavimento de trozos de cáscaras de huevo y pequeñas conchas marinas para simular la nieve.
Enmarcado por dos finas columnas salomónicas de madera que sujetan un triple arco, todo el conjunto está realizado en tela encolada y, siguiendo la tradición mallorquina implantada por el citado Belén de La Sang, adopta la forma de una gruta, con distintas oquedades con estalactitas, trozos de coral y una decoración vegetal con flores, hiedras, incluyendo pájaros y ángeles de papel, así como casas, molinos y un pozo. No podían faltar las clásicas representaciones de oficios, hortelanos, cazadores y pescadores.
Por todos estos elementos, el belén conventual se conforma como un pequeño teatrillo repleto de piezas de carácter multidisciplinar en cuya decoración destacan las tradicionales neules colgantes.
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