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El Juzgado de lo Penal nº 1 de Granada ha condenado a cinco años de prisión y diez de inhabilitación para el ejercicio de la patria potestad a una madre que denunció hasta en ocho ocasiones a su exmarido por presuntos abusos sexuales a la hija de ambos, menor de edad.
La acusada aprovechó que la niña padecía vulvovaginitis para atribuir «tocamientos libidinosos» a su expareja, lo que el juez considera propio de una «mente retorcida y enfermiza». Las denuncias de la mujer, hasta ocho en dos años, provocaron que el hombre, maestro de profesión, perdiera alumnos y tuviera dificultades para encontrar otros empleos.
En la sentencia, a la que ha tenido acceso Europa Press y contra la que cabe recurso, el magistrado Manuel Piñar considera a esta madre granadina autora de un delito continuado de denuncia y acusación falsa, de desobediencia grave a la autoridad judicial, de abandono de los deberes de la patria potestad y de dos delitos continuados contra la integridad moral por los que también deberá a indemnizar en 40.000 euros a la menor y en la misma cantidad al padre, al que no podrá acercarse a menos de 500 metros durante cinco años.
El magistrado del Juzgado de lo Penal nº 1 de Granada -que en su momento condenó a Juana Rivas por sustracción de menores- considera probado que la menor convivió con sus progenitores «sin ninguna incidencia anormal» hasta que se separaron en 2017 y que fue a partir de que el padre solicitara en 2018 dentro del proceso de divorcio el régimen de custodia compartida cuando comenzaron las denuncias.
La sentencia relata que fue en ese momento, teniendo la niña unos seis años, cuando «la acusada decide aprovechar el padecimiento de vulvovaginitis que -previamente- afectaba a la menor para denunciar al padre, desfigurando los hechos y atribuyendo esos signos a unos supuestos tocamientos de tipo libidinoso llevados a cabo por él, con el fin de obtener ventajas en la discordia sobre el régimen de guarda y custodia y otras medidas a adoptar en el procedimiento de divorcio».
El magistrado recoge las distintas denuncias que fue presentando la progenitora -hasta ocho- a lo largo de los dos años posteriores y las exploraciones a las que fue sometida en consecuencia la pequeña en las que manifestaba a los facultativos que «su hija le había referido tocamientos efectuados por el padre».
Como signo de un dolo específico, según precisa el juez, «en las denuncias oculta que la niña fue diagnosticada años antes de vulvovaginitis y que los signos que aparecían como derivados de posibles tocamientos, podían deberse a este padecimiento».
«Solamente desde una perspectiva de mente retorcida y enfermiza, se puede transformar ese hecho inocuo en unos abusos sexuales», agrega el juez, que vincula las declaraciones de la niña «a que el padre le ha puesto crema para tratarla de las afecciones» que padecía. «Que la madre la quisiera transformar en abusos, eso ya es cuestión de su imaginación subjetiva, y carece de fundamento alguno», argumenta el juez. Recalca a este respecto que «ninguno de los varios Juzgados, ninguna de las varias exploraciones que se han efectuado a la menor, hasta 10, ha determinado y ha dado veracidad a esos tocamientos libidinosos y abusivos».
Aunque la acusada mantiene que su única intención era proteger a su hija y no perjudicar a su exmarido ni obtener ventajas en el procedimiento de divorcio, el magistrado advierte de que ese matiz «no es visible en los hechos» pues «no es el caso en que se formula una denuncia con unos indicios más o menos consistentes y luego se deja que la Justicia decida» sino que «se interpone hasta ocho denuncias por lo mismo y a pesar de contar con resoluciones de archivo y con informes médicos que desacreditan su versión, continua denunciando, en continuidad delictiva, para ver si consigue que alguien se equivoque y le dé la razón».
Considera así el magistrado que «la única motivación lógica que explica esa voracidad acusadora» de la madre, es la de perjudicar a su exmarido. Y es que, coincidiendo con el periodo en que se producían las denuncias, éste ejercía la actividad de profesor de inglés en una academia propia y al círculo de personas que llevaban sus hijos llegó el rumor de que estaba siendo denunciado por abusos a su hija, lo que «provocó perdida de alumnado y limitó sus expectativas de hallar otros empleos, además de provocarle sufrimiento e influir en su estabilidad emocional, tranquilidad y sosiego», según considera probado la sentencia.
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