Una de cada cinco mujeres andaluzas creen que ha empeorado su salud mental

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Ciudadanos practicando deporte durante el segundo día de desconfinamiento.

Pese a que la mayoría de los andaluces creen que su estado de salud mental es prácticamente igual que antes del confinamiento, lo cierto es que la encuesta llevada a cabo por el Instituto de Estadística de Andalucía ha reflejado que hasta un 21,4% de las mujeres afirman que, pese a que su estado de salud mental era bueno, ahora es regular o malo. Entre los hombres, ese porcentaje se reduce al 13,1%.

Los datos emanan de la Encuesta Social 2020. Hábitos y Condiciones de Vida de la Población Andaluza Durante el Estado de Alarma, desarrollada por el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA) para conocer cómo han sido las condiciones de vida y los hábitos de la población andaluza durante el confinamiento ocasionado por el estado de alarma para contrarrestar el coronavirus.

Se trata de un avance de resultados, que ofrece una primera visión de los datos de la encuesta, a la espera de que se publiquen los datos definitivos durante una segunda oleada sobre los mismos encuestados, según ha explicado el IECA por medio de una nota.

Entre las personas de menos de 65 años se observa que el 8,3% afirma que tenía una salud buena antes del confinamiento y ha pasado a ser regular o mala. Esta cifra se sitúa en el 12,9% entre las personas de 65 y más años. El 22,2% de la población con estado de salud regular o malo previo al confinamiento afirma que su salud general ha mejorado durante el confinamiento.

Las condiciones de habitabilidad han marcado las distintas experiencias de la población durante el confinamiento. Las características espaciales del hogar y la disponibilidad de estancias separadas y con salidas al exterior pueden influir en la salud física y mental.

El porcentaje de viviendas con menos de 75 metros cuadrados en ámbitos urbanos (31,8%) puede mostrar potenciales situaciones de hacinamiento y mala calidad habitacional, frente a los ámbitos rurales y de densidad intermedia donde este porcentaje desciende hasta el 14,1% y 17,8% respectivamente.

La mayor presencia en las viviendas de los ámbitos rurales de estancias con conexión al exterior o que generan posibilidades para poder tener mayor movilidad, pueden suponer que las condiciones habitacionales en estos entornos hayan sido más favorables durante la experiencia del confinamiento.

En el tiempo libre han aparecido actividades que en la situación previa al confinamiento eran marginales. Entre las personas mayores se observa un porcentaje elevado de actividades relacionadas con el ejercicio diario, lo ha realizado el 50,5%, más alto que en edades más jóvenes: el 30,7% en el grupo de edad de 16 a 29 años y el 32,7% en los comprendidos entre 30 y 44 años. El ocio pasivo viendo la televisión, películas, series, presenta porcentajes muy altos en todos los grupos de edad, aumentando conforme asciende la edad.

Entre los menores de 45 años la actividad de usar redes sociales es la que se ha realizado con más intensidad. Casi la mitad de la población ha tenido contacto a diario con los seres queridos a través de medios digitales o telefónicos, sin que se produzcan grandes diferencias entre generaciones.

Teletrabajo

Si se analizan las actividades fuera del hogar atendiendo a la perspectiva de género, se observa una mayor intensidad de desplazamientos fuera del hogar entre los hombres, tanto para ir al trabajo como para salir a comprar comida.

También otras han conocido por primera vez la experiencia del teletrabajo. Entre las asalariadas el porcentaje de teletrabajo se sitúa en el 34,9%, mientras que entre los hombres ha trabajado exclusivamente en casa el 21,6%. Los hombres han trabajado más fuera del hogar: más de dos tercios de los asalariados ha trabajado fuera de casa durante el periodo de estado de alarma en el que se realizó la encuesta.

Más allá de la forma en la que se ha organizado la actividad laboral de aquellas personas que se han mantenido desarrollando sus tareas profesionales, los datos muestran un claro impacto de la crisis en la actividad y el mercado de trabajo. Las personas que se declaran en situación de ERTE alcanzan el 7,1% de la población, el 20,0% de los asalariados.

El análisis por edad muestra características comunes en las preocupaciones de las distintas generaciones, pero también elementos diferenciales. En todos los grupos de edad la principal preocupación es que les afecte la posible saturación de los servicios sanitarios. Entre las personas jóvenes y en edades intermedias el desempleo y la pérdida de ingresos son factores claves a la hora de interpretar los efectos de la crisis. Entre las personas mayores también tienen relevancia los problemas de inseguridad.

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