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Ginés Marín se lleva una oreja de un lote de consagración en San Isidro

El joven diestro extremeño Ginés Marín cortó una sola oreja, aunque aún se le pidiera una segunda, de un lote de toros de Domingo Hernández y Garcigrande que, por su gran clase o bravura, hoy en Madrid le pusieron en bandeja de plata un triunfo de gran rotundidad.

Aunque con ambos toros hizo los méritos justos para haberse llevado un trofeo, y poder haber abierto así la Puerta Grande, Marín no llegó a cuajar ni a aprovechar al completo a ninguno de los dos, lejos del nivel que exigían y ofrecían, y que le hubiera llevado a lograr un éxito indiscutible como aspirante consagrado a la primera fila.

Las virtudes del tercero, de Domingo Hernández, el otro hierro de la casa salmantina, fueron evidentes desde que tomó el primer capotazo: una total entrega al tomar los engaños con el hocico a ras de arena y, además, con una suavidad y una clase suprema a la hora de repetir sus largas embestidas.

No se entendió, por tanto, que Marín, después de haberlo cuajado a la verónica, abriera la faena de muleta con muletazos tan secos y cortantes que, aun así, no mermaron ni un gramo la calidad de «Poeta», que así se llamaba el notable ejemplar.

Mientras duraron las inercias de esas nítidas arrancadas en las primeras tandas de pases, el extremeño pegó pases cómoda y ligeramente al aire del toro. Y cuando estas mermaron, cuando había que engancharlas con temple y entrega, tendió a meterse en la pala del pitón con una falta de sinceridad que el animal no merecía.

Aun así, el público jaleó el movimiento del conjunto y, como mató de una gran estocada, le concedieron a Marín una oreja de un toro que regalaba las dos y que se llevó, en justicia, una fuerte ovación en el arrastre.

También mató de un buen espadazo al sexto, sólo que este estuvo precedido de un pinchazo que, probablemente, fue el clavo al que se agarró el presidente para no darle la oreja que le hubiera facilitado la salida a hombros y que se pidió con mucha fuerza en el tendido.

Pero esta vez tampoco Marín acabó de redondear una faena a la altura del enrazado comportamiento de este otro ejemplar, cuya forma de desplazarse y de repetir sus embestidas tuvo además mucha importancia y transmisión.

Sin acabar de someterlo ni de meterse de verdad en harina, Marín tiró de su ya conocida facilidad para resolver la ecuación, por mucho que no abarcara todo el trazo de las arrancadas de un toro que se fue creciendo al mismo tiempo que se retraía su matador, al que faltó más apuesta e intensidad para rematar una tarde en la que tuvo todo de cara. Sus compañeros de terna pasaron sin pena ni gloria en su segundo paseíllo de la feria.

Sebastián Castella mantuvo una actitud displicente y desangelada ante un primero desfondado de Buenavista y ante un sexto que apuntó una voluntad que él francés se encargó de anular con una docena de duros e ilógicos doblones cuando cogió la muleta.

Por su parte, Álvaro Lorenzo faenó de manera mecánica con los suyos, aunque con mejores resultados con el rajado que hizo quinto que con la manejabilidad del segundo de la tarde.

Ficha del festejo

Cuatro toros de Garcigrande, uno de Domingo Hernández (3º) y un remiendo cinqueño de Buenavista (6º), éste con cuajo y nulo fondo. Los titulares resultaron un quinteto de toros muy desigual en todos los aspectos, tanto en su presentación y seriedad como en su juego. Destacaron el tercero, por la gran calidad de sus embestidas, y la enrazada movilidad del sexto.

Sebatián Castella, de tabaco y oro: dos pinchazos y pinchazo hondo (silencio); estocada chalequera (silencio).

Álvaro Lorenzo, de tabaco y oro: un pinchazo y estocada tendida desprendida (silencio tras aviso); dos pinchazos y estocada trasera (silencio).

Ginés Marín, de corinto y plata: estocada (oreja); pinchazo y estocada (dos vueltas al ruedo tras unánime petición de oreja).

Entre las cuadrillas, destacó José Chacón en la brega del primero, mientras que con las banderillas lo hicieron Rafael Viotti, Rafael González y Alberto Zayas. Los dos últimos saludaron montera en mano.

El Rey Juan Carlos asistió a la corrida desde una localidad de la meseta de toriles, acompañado por la Infanta Elena.

Vigésimo tercer festejo de abono de la feria de San Isidro, con los tendidos casi llenos (21.790 espectadores), en tarde agradable con algunas rachas de viento.