Civilizaciones bajo tierra: Un viaje a los lugares más misteriosos y ocultos del planeta
En tiempos pasados la humanidad ha vivido bajo tierra, en impresionantes ciudades construidas bajo nuestros pies. Hubo un tiempo en que los dioses convivían junto a los hombres en lugares míticos y ocultos al conocimiento humano. Pero, ¿qué lleva al ser humano a vivir cientos de metros bajo tierra, en condiciones precarias y sin luz? El libro Civilizaciones bajo tierra (Ediciones Luciérnaga, 18’95 euros) es un viaje en primera persona por esos mundos de dioses intraterrenales y celestiales hacia los rincones más enigmáticos del planeta, intentando aclarar el cómo y el porqué de aquel tiempo en el que la humanidad se ocultaba bajo tierra, y adoraba y temía a la vez a las deidades que venían de mundos superiores.
Capadocia, Tihuanaco, la Atlántida, la isla de Pascua, Papúa Nueva Guinea, el lago Titicaca, las islas Célebes, la Antártida o la Cueva de los Tayos son algunos de los enclaves que se incluyen en este libro. Lugares enigmáticos, continentes perdidos, ciudades bajo tierra y extrañas construcciones que hacen pensar en pueblos con una inteligencia y tecnología superiores a las de la época. Dirigida especialmente para amantes de la historia, del viaje y del misterio y repleta de curiosidades, Juan José Revenga es el autor de esta obra escrita en primera persona (ha visitado la mayor parte de los rincones que protagonizan este libro).
3 ejemplos de civilizaciones bajo tierra a lo largo de la historia
Si tienes interés en conocer más sobre el contenido del libro, a continuación el propio Juan José Revenga nos cuenta la historia de las civilizaciones bajo tierra que albergaron Capadocia, la Antártida y la Cueva de los Tayos.
Ciudades bajo tierra en Capadocia
Si existe una región mágica en Turquía, ésa es Capadocia, en el centro de la región de Anatolia. Toda la región está llena de unas impresionantes estructuras de lava, de las cuales aún no se sabe ni cómo ni por qué se elevaron de la tierra. Estas chimeneas han tenido mil usos a través de la historia, pero el más alucinante es que fueron y son utilizadas como viviendas.
La historia nos quiere hacer creer que durante las invasiones que sufrió Anatolia Central los cristianos que vivían en esas tierras se escondían de los invasores bajo tierra, en enormes ciudades excavadas en el subsuelo. Hay más de doscientas ciudades subterráneas en Anatolia, muchas de ellas con capacidad para albergar a más de diez mil personas. ¿Cómo podemos explicar la construcción de estas maravillas arquitectónicas bajo tierra que volverían loco al más experimentado de los arquitectos actuales? Estamos hablando de una ciudad que tendría la misma profundidad que un edificio de treinta pisos, bajo tierra, en teoría construida por una cultura que no tenía los conocimientos mínimos para esta obra… Y el misterio crece al saber que cuando se descubrieron estas ciudades no se encontró ni un grano de trigo, un trozo de cerámica o los restos humanos de ninguno de sus supuestos habitantes: una civilización que desaparece sin dejar rastro.
Lo que esto nos hace pensar claramente es que los cristianos no construyeron estas enormes ciudades. Los arqueólogos admiten que la construcción de este enorme laberinto la iniciaron los hititas que dominaron Anatolia durante más de doscientos años. Nos encontramos pues con un pueblo hiperavanzado para su tiempo, que conocía la escritura cuneiforme y manejaba el comercio y el arte de la guerra. Así, llega la gran pregunta: ¿cómo un pueblo tan avanzado se dedicó a construir ciudades incomprensibles bajo tierra? ¿A quién temían o de quién se escondían?
Bases nazis en la Antártida
A lo largo de la historia son muchos los que han intentado descifrar los enigmas de este continente. En 1938 la marina nazi envió una expedición a la Antártida, submarinos que navegaron las costas buscando una entrada. ¿Se basaban en la teoría de la Tierra Hueca de Halley o tenían otras informaciones? Buscaban una puerta y según los documentos que se acaban de desclasificar, la encontraron. En estos documentos se detallan instrucciones precisas con la profundidad y el camino que deben de llevar los sumergibles para llegar a Nueva Suabia.
Una vez acabada la guerra aparecieron en las costas argentinas dos submarinos con una tripulación muy escasa. Eran el U‐530 y el U‐977. Los tripulantes se entregaron al gobierno argentino. Inmediatamente, el gobierno americano reclamó a esas tripulaciones para interrogarlas, pues tenían la sospecha de que los alemanes tenían una base secreta en algún lugar que podía mantener su flota submarina en funcionamiento. Tras el interrogatorio decidieron organizar la mayor operación militar desde la guerra, la Operación Highjump. Según fuentes oficiales estaba compuesta por trece navíos que incluían un portaviones, un rompehielos, un submarino y varios destructores con un total casi de cuatro mil quinientos hombres, entre soldados de infantería, de marina y tripulantes.
A las ocho semanas se canceló la Operación Highjump. El submarino regresó con grandes averías en su estructura, los helicópteros se habían perdido y nunca hubo una relación exacta de cuántos buques se habían perdido ni, al menos, de cuántos soldados perdieron la vida en aquella misión. Según algunos testimonios de los que lo vivieron, al intentar entrar en una zona de la Antártida fueron atacados por armas que desconocían, que derribaron sus aeronaves con suma facilidad.
Entrando ya en teorías conspiranoicas, la misión de la Operación Highjump era localizar y destruir una enorme base de los nazis que seguía en funcionamiento bajo los eternos hielos antárticos, en plena entrada de la Tierra Hueca, como se filtró más tarde.
Expedición a la Cueva de los Tayos
La Cueva de los Tayos se encuentra situada en el oriente ecuatoriano, una zona totalmente inaccesible aún hoy en día con los modernos medios con los que contamos. Una selva impenetrable guarda sus misterios de cualquier viajero curioso. Esta cueva estuvo habitada por el hombre hace más de cuatro mil años; los restos cerámicos de artesanía preshuar que se encontraron en la zona así lo demuestran.
Son muchos los que han intentado acceder a esta cueva a lo largo de la historia. Uno de sus visitantes más célebres fue el astronauta Neil Amstrong. En un principio el gobierno estadounidense le negó el acceso. ¿Sabía algo el gobierno que Armstrong desconocía de la Cueva de los Tayos? Pero finalmente Armstrong consiguió llegar hasta la cueva y, aunque se llevó a su tumba los detalles de la expedición, afirmó que su experiencia en el interior de los Tayos había superado con creces a lo que sintió en la Luna. Años más tarde el autor de este libro emprende una fascinante expedición a la Cueva de los Tayos, que relata extensamente a lo largo de varios capítulos. Describe la dificultad para llegar hasta allí, su contacto con los shuar, y finalmente la llegada y experiencia dentro de la cueva, a la que se accede con unas cuerdas nada seguras.
Uno de los espacios más espectaculares y sagrados de la cueva es la famosa habitación, una especie de cuarto ritual con las paredes totalmente lisas, con un alisado que no podría conseguirse si no fuese contando con sofisticada maquinaria que funcionara como una enorme pulidora de granito. Lo más impactante es su techo, una enorme piedra que puede pesar más de treinta toneladas y un cuadrado perfecto. Este está considerado un lugar sagrado, donde viven los dioses. ¿Quién podría realizar esa labor sobrehumana y con qué fin? Al entrar las linternas bajan de intensidad y las baterías casi se agotan. ¿Qué seres podrían vivir ahí abajo? Desde luego debían tener una inteligencia y tecnología superiores para realizar esas construcciones a una profundidad donde cuesta respirar.
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