El joven Pablo Aguado salva la noche en la feria de Burgos con destellos y vuelta al ruedo
El joven sevillano Pablo Aguado, que dio la única vuelta al ruedo, fue el único que pudo dejar un pequeño esbozo de su magnífico sello en la tercera corrida de la feria de Burgos, un espectáculo condicionado por la falta de raza y fuerzas de los toros de Antonio Bañuelos, que lo deslucieron todo.
Aguado llegaba a Burgos en sustitución de Roca Rey, y en su primero dejó constancia del buen concepto que tiene, ese aire clásico, sin alharacas, tan auténtico y de aroma a toreo antiguo.
Es verdad que no pudo redondear faena por la falta de raza y fuerzas del astado, pero, así y todo, dejó un ramillete de naturales sueltos de exquisita firma. Le pidieron la oreja, pero el palco se cerró en banda y tuvo que conformarse con una vuelta al ruedo.
El sexto fue otro toro que se vino abajo a las primeras de cambio, y Aguado, que brindó faena a la parroquia que abarrotaba el Coliseum burgalés, volvió a dejar destellos de mucho aroma dentro de una labor que no llegó a tomar vuelo por culpa de la condición del «bañuelos», al que mató de una estocada defectuosa.
Perera se enfrentó en primer lugar a un toro noble y manejable pero solo por el pitón derecho. El extremeño, que a punto estuvo de ser volteado en el inicio de faena, lo toreó templado y ligado por el lado bueno en una labor, que a buen seguro hubieran sido de oreja de no fallar con los aceros.
El cuarto, en cambio, fue un toro sin raza y a la defensiva. Perera anduvo voluntarioso en una faena laboriosa, de querer pero no poder con un animal que deslució, y mucho, el quehacer del de La Puebla de Prior, que, al igual que en su primer turno, fue silenciado.
Emilio de Justo se estrelló de bruces con un primero de su lote, segundo de corrida, que volvió grupas a tablas a las primeras de cambio, negándose a cualquier afrenta que le propuso el otro extremeño del cartel.
El quinto tampoco ayudó, un animal en el límite de todo y que enseguida se agarró el piso. De Justo anduvo paciente con él, pero ni así «rompió» el de Bañuelos. Mala suerte tuvo el cacereño con un lote tan deslucido.
Ficha del festejo
Seis toros de Antonio Bañuelos, de bonitas hechuras pero justos de fuerza y raza, que hicieron que no acabaran de romper en el último tercio. El menos malo fue el primero; y el segundo, que se rajó enseguida, fue el más deslucido.
Miguel Ángel Perera, de grana y oro: tres pinchados y descabello (silencio); y estocada trasera y descabello (silencio).
Emilio de Justo, de burdeos y oro: dos pinchazos y estocada ligeramente trasera (silencio); y pinchazo y estocada (silencio).
Pablo Aguado, de blanco y oro, y que sustituía a Roca Rey: estocada desprendida (vuelta al ruedo); y estocada baja (silencio).
En cuadrillas, Morenito de Arles saludó tras banderillear al quinto.
La plaza registró lleno de «no hay billetes» en los tendidos.
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