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El peligro de los golpes de calor en los niños y cómo evitarlos

Los niños sudan menos y tienen menor reserva de agua en el cuerpo, lo que favorece una rápida deshidratación y les hace especialmente vulnerables a los golpes de calor

Los golpes de calor son uno de los grandes peligros del verano. Sólo durante el año pasado más de 2.000 personas fallecieron a causa de las altas temperaturas, que afectan especialmente a mayores y niños. Y es que, aunque habitualmente se cree que los más vulnerables al calor son los ancianos, lo cierto es que los más pequeños son especialmente delicados.

Los niños, sobre todo los menores de 4 años y especialmente los que no han cumplido el año, sudan menos y tienen menor reserva de agua en el cuerpo, lo que favorece una deshidratación muy rápida. La exposición, no sólo a un calor excesivo sino también a situaciones con humedad intensa, e incluso a ambientes de sombra con altas temperaturas, pueden llegar a producir una situación de emergencia extrema con consecuencias muy graves para ellos.

¿Por qué se produce un golpe de calor?

Al contrario de lo que se pueda pensar, los llamados golpes de calor no se deben tomar a la ligera, ya que puede llegar a suponer situaciones de extrema gravedad, e incluso ocasionar la muerte. Tal y como explica el Dr. Pere Sala, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Universitari General de Catalunya, «un sobrecalentamiento corporal debido a la pérdida de agua y sales minerales altera el sistema de regulación térmica de nuestro cuerpo, y puede llegar a impedir que los órganos vitales funcionen correctamente».

Una situación que, en el caso de los más pequeños, «puede producirse con mayor facilidad ya que la temperatura corporal de los niños sube más rápidamente al tener menor reserva de agua que los adultos, sudar menos y tener un aparato respiratorio todavía inmaduro», recuerda el especialista.

Los golpes de calor se producen sobre todo en niños expuestos a situaciones con humedad y temperaturas elevadas, sin protección ni hidratación adecuadas. Aunque suele ocurrir en días soleados con calor intenso, también puede ocurrir en días nublados o en ambientes de sombra.

Dr. Pere Sala, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Universitari General de Catalunya @Quirónsalud

¿Cómo sé si lo que tiene mi hijo es un golpe de calor?

Los niños, como decimos, son especialmente vulnerables a las altas temperaturas y pueden sufrir un golpe de calor con relativa facilidad, por lo que es importante conocer los síntomas para poder actuar en consecuencia.

«Los mareos, los vómitos, la fiebre superior a 40 °C, el dolor de cabeza, la taquicardia y la piel enrojecida deben ponernos en alerta, aunque también es necesario estar atentos a otros síntomas como piel seca y muy caliente, fatiga, debilidad, respiración superficial y rápida, o calambres musculares», recuerda el Dr. Sala, incidiendo en que «en los casos más graves, los niños pueden llegar incluso a desmayarse y a perder la conciencia».

Como actuar si un niño sufre un golpe de calor

Si efectivamente sospechamos que un niño está sufriendo un golpe de calor, el especialista de Quirónsalud recomienda en primer lugar colocarlo tumbado boca arriba en un lugar fresco y ventilado, o a la sombra. Además, deberemos aflojarle la ropa y quitarle las prendas innecesarias para bajar la temperatura del cuerpo. Colocar compresas de agua fría en la cabeza, cara, cuello, nuca y pecho puede ayudar también a ello.

Sin embargo, no se recomienda sumergir al menor en agua helada, o aplicar hielo sobre el cuerpo, ni tampoco darle friegas con alcohol. Si el niño está consciente y no presenta vómitos, deberemos darle de beber agua fría o una bebida isotónica. Si está inconsciente, deberemos avisar inmediatamente al 112 y trasladar al niño al hospital lo antes posible.

Proteger a los más pequeños del calor

Para evitar que los niños puedan sufrir un golpe de calor durante el verano es importante seguir una serie de recomendaciones como evitar que estén expuestos al sol durante mucho tiempo y estar muy atentos a su hidratación. Asimismo, es importante no dejar a los niños en el coche (ni en el sol, ni en la sombra), aunque se dejen las ventanillas abiertas, ya que los vehículos en verano pueden alcanzar temperaturas altísimas en su interior.

Debemos ofrecer líquidos a menudo a los niños (pecho en lactantes), sin esperar a que ellos lo soliciten, especialmente si están moviéndose y darles comidas ligeras que les ayuden a reponer las sales minerales que se pierden por el sudor. Hay que evitar que los niños hagan ejercicio físico excesivo en las horas centrales del día, las más calurosas, para evitar la deshidratación y buscar lugares en la sombra, con aire acondicionado o ventiladores donde puedan jugar.

Es recomendable, además, que los niños utilicen ropa transpirable, ligera, no muy ajustada y de colores claros. Asimismo, es muy importante proteger la cabeza de los niños con una gorra o sombrero, aplicar protección solar siempre que estén expuestos al sol y que se bañen o mojen con cierta frecuencia.