Hallazgo histórico de la ciencia: ADN antiguo confirma que la lepra no llegó con Colón
Esta bacteria afecta principalmente a la piel, los nervios periféricos y, en algunos casos, a las vías respiratorias superiores
Una investigación internacional ha sacudido los cimientos de la historia médica americana: la lepra ya existía en el continente mucho antes de que los colonizadores europeos desembarcaran. Gracias al análisis de ADN antiguo y moderno, un equipo multidisciplinar liderado por científicos del Instituto Pasteur, el CNRS y la Universidad de Colorado ha demostrado que una segunda especie de bacteria causante de la lepra, Mycobacterium lepromatosis, circulaba ampliamente entre las poblaciones indígenas de América desde hace al menos 1.000 años.
La lepra, también conocida como enfermedad de Hansen, es una enfermedad crónica causada por la bacteria Mycobacterium leprae. Esta bacteria afecta principalmente a la piel, los nervios periféricos y, en algunos casos, a las vías respiratorias superiores. Todavía no se conoce del todo el mecanismo de transmisión aunque se piensa que se contagia persona a persona por inhalación de partículas infecciosas con un contacto muy estrecho y continuado en el tiempo.
Así, los hallazgos, que se publicarán el 29 de mayo de 2025 en la revista Science, desafían la idea tradicional de que esta enfermedad llegó al continente con los colonizadores europeos. De hecho, los investigadores han detectado linajes antiguos del patógeno tanto en América del Norte como del Sur, mediante el análisis de cerca de 800 muestras, incluyendo restos humanos arqueológicos y casos clínicos recientes.
«Este descubrimiento transforma nuestra comprensión de la historia de la lepra en América», afirma la Dra. Maria Lopopolo, investigadora del Instituto Pasteur y primera autora del estudio.
Una enfermedad con raíces milenarias en América
Hasta ahora, la lepra se atribuía principalmente a la bacteria Mycobacterium leprae, aún responsable de unos 200.000 casos nuevos cada año. Sin embargo, esta investigación se centra en su «pariente olvidada»: Mycobacterium lepromatosis, descubierta en 2008 en Estados Unidos en un paciente de origen mexicano. Años después, en 2016, se detectó en ardillas rojas del Reino Unido, lo que alimentó el debate sobre su origen y capacidad de transmisión intercontinental.
Gracias a técnicas de secuenciación genómica avanzada, los investigadores reconstruyeron genomas antiguos de M. lepromatosis a partir de restos hallados en Canadá y Argentina. Lo sorprendente fue descubrir una similitud genética notable entre cepas separadas por miles de kilómetros, lo que sugiere una propagación rápida por el continente, probablemente en cuestión de siglos.
«Pese a la distancia geográfica, estas cepas muestran una estrecha relación genética, lo que indica una expansión continental acelerada» subraya el equipo.
El estudio también identificó linajes completamente nuevos de M. lepromatosis, incluyendo una rama ancestral que se separó hace más de 9.000 años y que aún hoy infecta a humanos en América del Norte. Este descubrimiento refuerza la idea de una diversificación muy antigua del patógeno en el continente americano, cuya riqueza genética continúa en gran parte inexplorada.
Un patógeno con conexiones globales
De forma inesperada, los análisis revelan que las cepas halladas en ardillas rojas británicas en 2016 tienen origen americano. Según los científicos, es probable que estas cepas llegaran al Reino Unido en el siglo XIX a través del comercio humano o animal, donde lograron establecerse en una nueva especie hospedadora.
«Estamos empezando a descubrir la verdadera diversidad y los movimientos globales de este patógeno», explica Nicolás Rascovan, autor principal y director del Laboratorio de Paleogenómica Microbiana del Instituto Pasteur.
Colaboración ética con las comunidades indígenas
Uno de los aspectos más destacados del estudio es su enfoque respetuoso y colaborativo con las comunidades indígenas involucradas. Estas participaron activamente en las decisiones sobre el uso de restos ancestrales, la interpretación de resultados y el manejo de los datos genéticos.
El ADN antiguo y los materiales físicos fueron devueltos cuando se solicitó, y toda la información generada se compartió a través de plataformas diseñadas para ajustarse a los valores y expectativas culturales de las comunidades participantes.
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