Carmen Romero: «Los niños tienen que entender que las conductas incorrectas tienen consecuencias»
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Educar a un hijo no es tarea sencilla, de hecho, es de las más complejas a las que un ser humano se enfrenta en la vida. Compleja porque implica muchas consecuencias en el futuro adulto que está en nuestras manos. Carmen Romero es psicóloga especialista en las primeras etapas de la vida, además de madre de cuatro hijos. Por su consulta pasan a diario muchos progenitores preocupados por algún tipo de conducta que no son capaces de manejar o tienen dudas para llevar a cabo determinadas decisiones.
Una de las grandes preguntas que se hacen hoy en día los padres es si es necesario tener una forma de educar diferente a la que ellos recibieron. Muchos están perdidos y temen que, si toman una decisión, la de ser muy duros, se encuentren con futuros adolescentes resentidos contra sus padres o, en el otro lado, que, si son demasiado blandos, las consecuencias puedan llegar a ser, incluso, peores. ¿Cómo se ponen límites? ¿Existen fórmulas mágicas? ¿Por qué algunos niños son una delicia de comportamiento y otros no?
¿Qué significa poner límites?
Los límites en la educación del niño son todas aquellas normas que transmitimos para enseñarle a vivir en sociedad. Facilitan el aprendizaje social y a través de ellos les transmitimos lo que los demás esperan de él en situaciones determinadas. Los límites los marcan los padres y los cuidadores y es aconsejable empezar desde edades tempranas, aunque siempre desde una actitud respetuosa. Tenerlos le permiten al niño saber cómo debe comportarse y al mismo tiempo le transmiten seguridad en su día a día.
¿Por qué tiene mala fama decir que no a los hijos?
Hay muchas formas de poner límites a los niños. Y no se trata simplemente de imponer un no. Podemos limitar de forma positiva dando opciones de lo que sí se puede hacer y guardarnos el no para momentos de extrema urgencia.
Antiguamente, se estilaba una educación mucho más autoritaria que sabemos que no tenía los resultados deseados. Por eso, debemos ser respetuosos con el niño, escucharlo, conectar con sus emociones y ofrecerle otras opciones limitadas. Es importante que sienta que está siendo respetado, que entienda las razones y las consecuencias del tema en cuestión. Solo al entenderlo podrá aceptarlo desde la calma. Sin embargo, cuando hablamos con bebés no es tan fácil, por eso, debemos intentar distraerlos si no queremos activar una rabieta desenfrenada.
¿Cuándo empiezan a entender el significado del no?
Sobre los 9 meses suelen empezar a entender el significado del no. Aunque no de una manera amplia y completa. Por eso, cuando son bebés, es recomendable que cuando queramos decirlo, ante una situación concreta, intentemos distraerlos con otras cosas y no pretender ir de frente con la negación en cuestión. Hasta que no alcanzan los dos años y medio, les cuesta enormemente gestionar sus emociones y esa dificultad no les permite atender a nuestras explicaciones. En esos casos podemos ofrecerles un abrazo y respirar con ellos profundamente para ayudarles a regularse y así puedan entrar en calma sin la necesidad de acceder a sus deseos.
¿Por qué los expertos dicen que es mejor empezar cuanto antes y otros dicen que se les puede frustrar?
Los límites se deben poner desde edades tempranas, aunque siempre desde una actitud positiva y respetuosa. Cuanto más tarde empecemos a ponerlos, más duro será para el niño adaptarse y corregirse.
La frustración viene cuando las situaciones del día a día, en sociedad, no le permiten gestionar todo el poder del que está acostumbrado a disfrutar en su entorno más íntimo. Se encuentra con un gran conflicto al ver que las normas son diferentes en casa que en el resto de los ambientes.
Podemos evitar que nuestro pequeño haga algo en concreto, dando otras opciones y explicando de forma respetuosa por qué optamos por esta postura. También debemos conectar con sus emociones y validarlas para que puedan estar receptivos a nuestras explicaciones.
Hablando de frustraciones, ¿se aprende a tolerar la frustración? ¿Cómo y cuándo?
La gestión de las emociones es un largo proceso. Tolerar frustraciones está muy relacionado con los límites que el niño tenga en su día a día. Si el niño sabe que es importante ser flexible, que vivimos en grupo y que hay muchas cosas que no se van a poder realizar, pero siente el cariño y respeto de sus cuidadores, no tendrá dificultad para ver que no todos sus deseos se hacen realidad.
¿Es partidaria del castigo?
Hablaremos mejor de consecuencias y no de castigos. Los niños tienen que entender que cuando una conducta no es la correcta suele tener unas consecuencias no deseadas. Por ejemplo, cuando el niño no se quiere ir a bañar, se hará tarde y no tendrá tiempo de leer un cuento con sus papás. Esto es diferente que decir que, si no se va a la bañera, se queda castigado sin cuento.
Las consecuencias deben estar relacionadas con el conflicto y a veces una buena charla es incluso más efectiva que un castigo que bloquea el pensamiento del niño y no le permite hacer un aprendizaje de la situación.
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