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Los alergólogos en alerta: cada vez más niños sufren reacciones anafilácticas graves

Los expertos consideran que la anafilaxia es una enfermedad crónica latente

La anafilaxia es la manifestación alérgica más grave que existe. Se define como una reacción alérgica generalizada, de instauración rápida y que puede llegar a ser mortal. En este caso, a diferencia de otras enfermedades alérgicas, la reacción alérgica es «sistémica», lo cual significa que afecta a todo el organismo, y puede manifestarse con síntomas variados en diversos sistemas. Además, es una reacción que aparece de forma veloz, normalmente en pocos minutos, que puede llegar a ser grave. E incluso, en casos muy extremos puede conducir a un desenlace fatal, especialmente si no se reconocen los síntomas a tiempo y no se actúa rápidamente.

Por otro lado, aunque sus manifestaciones son abruptas, los expertos consideran que la anafilaxia es una enfermedad crónica latente, puesto que el sistema inmunitario del paciente anafiláctico está continuamente presto a responder de forma violenta ante mínimas exposiciones, en muchas ocasiones invertidas, al alérgeno causal.

Por eso, con motivo del Día Mundial de la Anafilaxia, que se conmemora mañana 21 de noviembre, la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) subraya la necesidad de conocer, prevenir, tratar y educar adecuadamente para saber cómo proceder ante una reacción alérgica grave. Con ese objetivo, la SEAIC se une a la campaña internacional promovida por la EAACI, cuyo lema es Conoce los signos, actúa a tiempo.

En los últimos años se ha observado un aumento significativo de los casos. «Se está observando un incremento de las anafilaxias, especialmente en población pediátrica de entre 0 y 14 años, en la que los ingresos hospitalarios por esta causa se han multiplicado por 13 entre 1998 y 2011», señala la presidenta del Comité de Anafilaxia, la doctora Victoria Cardona.

En España, la incidencia anual estimada oscila entre 3,2 y 30 casos por cada 100.000 habitantes. «Esto supone entre 1.600 y 14.000 anafilaxias al año. No obstante, la cifra real podría ser mayor: un estudio del Departamento de Salud de Elda (2017) mostró que solo el 20,6% de los casos llegó a urgencias hospitalarias, lo que sugiere que la incidencia basada en registros sanitarios podría estar infraestimada», apunta Cardona.

El alergólogo y la formación sanitaria son claves

El alergólogo es el especialista que acompaña a los pacientes con riesgo de anafilaxia en todas las etapas de la vida. Su formación permite identificar tanto las causas comunes como las menos frecuentes y planificar las pruebas diagnósticas más adecuadas, desde análisis de sangre y pruebas cutáneas hasta exposiciones controladas al alérgeno.

Según la doctora Cardona, el alergólogo actúa como detective. «A partir de los datos de la historia clínica se planifican las pruebas diagnósticas más apropiadas. Una vez identificado el factor desencadenante, el especialista orienta sobre cómo evitarlo o, cuando es posible, implementar estrategias de tolerancia, como las vacunas frente a picaduras de himenópteros. Además, también educa a los pacientes y a sus familiares sobre cómo reconocer los signos de alarma y usar correctamente el autoinyector de adrenalina».

Sin embargo, el manejo de la anafilaxia no depende solo del alergólogo. Todos los profesionales sanitarios deben poder reconocer los síntomas y actuar de manera inmediata, especialmente en centros donde procedimientos médicos o terapéuticos pueden desencadenar una reacción.

Por ello, la formación en anafilaxia debe comenzar desde la universidad y continuar en la residencia médica. «Desde la SEAIC recomendamos incluir la especialidad de Alergología en los planes de estudio y fomentar la rotación de residentes por los servicios de alergia para adquirir experiencia práctica en el manejo seguro de esta patología», apunta la doctora.

El papel de la enfermería en alergología

El papel de la enfermería en las unidades de alergología es clave tanto en la prevención como en el manejo de la anafilaxia, actuando en todas las fases del proceso asistencial. «Las enfermeras valoran el riesgo de cada paciente identificando antecedentes personales y familiares, episodios previos de anafilaxia y comorbilidades que pueden agravar la reacción, como asma no controlada o enfermedades cardiovasculares. También participan activamente en las pruebas diagnósticas y en la inmunoterapia específica, vigilando de cerca cualquier signo precoz de reacción sistémica y asegurando que todo el material de emergencia esté disponible y se utilicen correctamente los protocolos del servicio», explica D. Valentín López, presidente del Comité de Enfermería en Alergología de la SEAIC.

En cuanto a la educación sanitaria, las enfermeras ofrecen formación práctica y personalizada a pacientes y familiares sobre medidas de evitación de alérgenos, reconocimiento precoz de síntomas y uso correcto del autoinyector de adrenalina. «Esta instrucción incluye demostraciones prácticas para asegurar que el paciente pueda aplicar correctamente el dispositivo y seguir un plan de acción personalizado ante cualquier episodio de anafilaxia, reforzando su seguridad y autonomía».

En este sentido, el enfermero subraya que «la coordinación entre alergólogos y el profesional de enfermería es continua y estrecha, garantizando un manejo seguro y homogéneo del paciente. Mientras el alergólogo actualiza diagnósticos, prescribe tratamientos y ajusta planes de acción, la enfermería refuerza estas indicaciones en cada visita y supervisa la correcta aplicación de las estrategias de prevención y tratamiento, asegurando una atención integral y centrada en el paciente», comenta el presidente.