Opinión

TV3 ha tejido una red de impunidad

TV3 siempre ha sido una televisión nacionalista desde su fundación en 1984, pero en los últimos años se ha tirado al monte y se ha convertido directamente en una maquinaria de propaganda separatista, sufragada generosamente con fondos públicos. Esta cadena es la principal herramienta de cohesión de las filas secesionistas, que reciben cada día su ración de consignas desde los estudios centrales de Sant Joan Despí.

Por supuesto, TV3 cuenta con el apoyo explícito o implícito de un universo de medios bien regados con dinero público, vía presupuestos o propaganda institucional, como Catalunya Ràdio o RAC-1. Pero la cadena de la Generalitat es la única televisión de ámbito autonómico catalán que merece recibir tal nombre, por sus medios y por la capacidad profesional de sus trabajadores, y eso la convierte en el eje de la ofensiva mediática del independentismo.

TV3 y la cadena de radio de la Generalitat, Catalunya Ràdio, gozan de cierta impunidad gracias a la red de apoyo que el secesionismo ha tejido alrededor suyo. No se trata solo de que buena parte de sus profesionales sean ‘escogidos’ por su adhesión a la causa separatista. Nadie duda que Mónica Terribas, Toni Soler, Jair Domínguez, Ricard Ustrell o Cristina Puig, por citar solo algunos, son independentistas. Es más difícil que un camello entre por el ojo de una aguja que un constitucionalista sea el conductor de un programa ‘estrella’ de esa casa.

Además, el separatismo ha tejido una red de complicidades que hace casi imposible cuestionar, desde el nacionalismo catalán, el actual papel de los medios de comunicación de la Generalitat. De entrada, porque buena parte de los periodistas con peso en los grandes medios catalanes no solo son también independentistas, sino que además forman, han formado o aspiran a formar parte de la parrilla de TV3. Por ejemplo, desde el líder del programa radiofónico más escuchado en Cataluña, Jordi Basté; pasando por la omnipresente opinadora del Grupo Godó, Pilar Rahola hasta los ‘Óscars’, Óscar Dalmau y Óscar Andreu, los dos humoristas más populares del panorama radiofónico catalán.

No solo eso, también han conseguido silenciar a los organismos que deberían controlar el buen funcionamiento de los medios de comunicación públicos. De entrada, el Colegio de Periodistas está en manos de una comunicadora de Catalunya Ràdio, Neus Bonet, que no solo no ha hecho un análisis crítico de la deriva de la tele y la radio públicas, sino que promovió que dicho colegio apoyara la “huelga patriótica” del 3 de octubre de 2017. Además, defendió públicamente a Mónica Terribas cuando protagonizó uno de los momentos más vergonzosos de la radio pública en la Europa Occidental: cuando públicamente pidió en septiembre de 2017 a los oyentes de su programa, el más escuchado de la emisora, la localización de los vehículos de la Guardia Civil y la Policía Nacional para radiarlos en antena.

Por lo tanto, no se extrañen que el Colegio de Periodistas de Cataluña no haga un escrutinio crítico del buen funcionamiento de los medios de comunicación de la Generalitat. Y seguimos, porque el caso del Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC), es aún peor. Según su web oficial este organismo “tiene como principios de actuación la defensa de la libertad de expresión y de información, del pluralismo, de la neutralidad y la honestidad informativas, así como de la libre concurrencia del sector”.

Los medios de comunicación de la Generalitat no saben lo que es la “neutralidad” informativa gracias a la inacción del CAC. No extraña, si escrutamos la mayoría que controla su órgano de dirección. Comencemos por su vicepresidente, Salvador Alsius. ¿Quién es este periodista? Fue una de las primeras estrellas de TV3, y también fue decano del Colegio de Periodistas de Cataluña. Forma parte de la plataforma Catalunya Sí, cercana a ERC. Siendo miembro de un organismo que ha de velar por la neutralidad de los medios públicos asistió a diversos actos de apoyo a la consulta ilegal del 1 de octubre con dirigentes como Raúl Romeva, Alfred Bosch o Josep M. Terricabras. No solo eso, también asistió, como miembro de Catalunya Sí, a un acto electoral de apoyo al candidato de ERC en las autonómicas del 2017, Carles Mundó.

El presidente del CAC es Roger Loppacher, un hombre que hizo carrera en la Convergència pujolista y postpujolista, que fue, a propuesta de CDC, director general de Medios Audiovisuales, secretario general de los departamentos de Interior y Gobernación, y vicepresidente del consejo de administración del Centro de Telecomunicaciones de la Generalitat. Lo más alejado de un ‘independiente’ para velar por la ‘neutralidad’ de TV3 y Catalunya Ràdio.

Vayamos con Yvonne Griley que es la que garantiza la mayoría secesionista en el CAC, dado que actualmente cuenta con cinco miembros. También es del entorno neoconvergente y fue la responsable de Política Lingüística de la Generalitat entre el 2011 y el 2013, uno de los puestos más sensibles dentro del organigrama del gobierno catalán, dado que la lengua es el eje angular del discurso secesionista. Además, es socia de dos de las entidades más radicales del separatismo: Plataforma per la Llengua y Òmnium Cultural.

TV3 no cambiará, y seguirá siendo una herramienta a favor de la división entre catalanes y de propagación de rencor hacia el resto de España, mientras la red de complicidades que el secesionismo ha tejido alrededor suyo siga siendo poderosa.