El timo de Madrid Central

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La izquierda madrileña, encabezada por Podemos y Carmena, tienen una concepción del comportamiento de la contaminación más próximo a la ciencia-ficción que a las leyes de la física: según sus tesis, la aprobación de Madrid central ha generado un cilindro invisible que se proyecta desde el suelo a la biosfera y que aísla de la contaminación a los inquilinos del centro de Madrid. De esa manera, ya no se puede hablar de boina de contaminación, sino de donut de contaminación. Los óxidos de nitrógeno, obedientes y acongojados, han decidido nos traspasar la línea roja perimetral de Madrid Central y, como si fuera el ojo de un huracán, han convertido el centro de Madrid en los Alpes suizos. Esa puerta vertical al paraíso tiene que tener unas brigadas paramilitares que la defiendan y, por eso, los piquetes y las manifestaciones de estos días.  Es la suma de Juego de Tronos y de El Señor de los Anillos en versión castiza y podemita.

Hay una versión más mundana, menos cinematográfica y mucho menos electoralista de lo que viene siendo la lucha contra la contaminación en Madrid de los últimos 30 años, es decir, los datos reales. Los esfuerzos municipales por mejorar la calidad del aire no se han inaugurado con Carmena. Muy al contrario, desde los años 90, las políticas emprendidas por los sucesivos gobiernos populares, según datos del propio Ayuntamiento, hicieron descender los óxidos de nitrógeno un 65 por ciento, frente al aumento experimentado en la legislatura pasada. Desde el Servicio de Estacionamiento Regulado (SER), pasando por las áreas de prioridad residencial e, incluso, el proyecto de Madrid Central, no el de Carmena, sino de limitaciones de circulación graduales e insertadas en la realidad global de la movilidad madrileña, son proyectos populares. Esa es la verdad.

Carmena ha sumido en el caos a Madrid. Eliminó los informes sobre el estado de la movilidad para evitar exhibir su incompetencia, suprimió la mesa movilidad y emprendió medidas como la semaforización del Paseo de Extremadura o el cierre de Madrid Central sin estudios previos y sin reuniones con los actores afectados. La capital de España es una ratonera, donde los coches han dejado de circular para quedar atrapados, mientras liberan concentraciones críticas de óxidos de nitrógeno al aire que respiramos. Las políticas medioambientales de Carmena han sido un fracaso, pero los datos interesan poco para aquellos acostumbrados a reescribir la Historia. No ha habido un mayor empuje a la contaminación en Madrid que el experimentado los cuatro últimos años, poniendo fin a tres décadas de tendencia descendente. No sé cuál es el proyecto de Almeida, pero es difícil que lo haga peor que Carmena. 

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